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sábado, octubre 06, 2007

Desmitificando al Che Guevara (Parte 1)

Han pasado ya 40 años desde el fusilamiento del Che Guevara en Bolivia. La importancia simbólica que ha cobrado últimamente su figura provocó que en todos lados se estén realizando homenajes, documentales, etc.

En este marco, Alegre Subversión quiere aprovechar para introducir un debate sobre un aspecto un poco más profundo que su vida personal, su “gesta heroica” y demás atributos literarios. Es decir, quiere introducir un debate sobre sus posiciones teóricas y su relación con el proceso histórico que protagonizó, la revolución cubana.

En primer lugar, es necesario hacer una serie de reconocimientos preliminares para evitar malinterpretaciones. Sin duda alguna, el Che era un hombre de gran calidad personal, valentía y entrega a la causa, con una muy fuerte y sincera voluntad de mejorar la calidad de vida de los sectores explotados y de acabar con la dominación imperialista y sus consecuencias. También era fuertemente internacionalista, anticapitalista, y tenía muy en claro la necesidad de una revolución, en un momento donde todas estas cosas no eran ya tan comunes.

Sin embargo, también hubo millones de otras personas con esas características, que no han recibido el reconocimiento que merecen, perdiéndose en el anonimato. Es el caso de enormes cantidades de hombres y mujeres que han luchado en primera fila en todos los procesos revolucionarios, desde las revueltas de los esclavos romanos hasta los caídos en las manifestaciones populares recientes, pasando por la revolución francesa, la Comuna de Paris, las revoluciones rusas, la Guerra Civil Española y las huelgas clasistas de la década del 70, entre muchas otras.

Por otro lado, si bien al Che Guevara hay que reconocerle todas estas virtudes personales y políticas, es casi lo único que se le puede reconocer, porque como teórico debe ser implacablemente criticado. Ahora sí, vayamos a lo importante.


¿Tercermundismo o revolución proletaria mundial?


Cuba se caracterizaba, en el momento de la revolución (1959) por ser un país con muy poco territorio y recursos naturales, cuyo peso económico recaía en la agricultura, con una población mayoritariamente agraria y un muy escaso desarrollo industrial. Sus principales empresas y explotaciones agrícolas dependían del capital extranjero, en especial del estadounidense, y el país era gobernado por una dictadura militar.

La revolución cubana fue, por lo tanto, una revolución esencialmente campesina, que perseguía una reforma agraria, la liberación nacional y la adquisición de libertades democráticas, que fue iniciada y conducida por un partido-ejército guerrillero. Este partido-ejército, una vez que tomó el poder, fue expropiando progresivamente a la burguesía y asociándose con la Unión Soviética, estableciendo un modo de producción burocrático (es decir, sin protagonismo de masas) y con fuerte dependencia a los subsidios de la URSS. Todo esto bajo la bandera del “socialismo” o “comunismo” y haciendo alusión a la tradición del marxismo.

Sin embargo, observando las características de la revolución cubana y las posiciones teóricas de sus dirigentes, se vuelve más que evidente la contradicción entre ellas y las características de la revolución proletaria mundial que Marx y Engels defendían. Algunos de los defensores de los postulados guevaristas sostienen que éste realizó una “adaptación a la situación latinoamericana”, como si fuera posible tal cosa, como si los enunciados del materialismo dialéctico no fueran ya de por sí universales.

Marx sostiene, en La ideología alemana(1846):

“Con esta «enajenación» (...) sólo puede acabarse partiendo de dos premisas prácticas. Para que se convierta en un poder «insoportable», es decir, en un poder contra el que hay que hacer la revolución, es necesario que engendre a una masa de la humanidad como absolutamente «desposeída» y, a la par con ello, en contradicción con un mundo de riquezas y de educación, lo que presupone, en ambos casos, un gran incremento de la fuerza productiva, un alto grado de su desarrollo; y, de otra parte, este desarrollo de las fuerzas productivas (...) constituye también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la porquería anterior; y, además, porque sólo este desarrollo universal de las fuerzas productivas lleva consigo un intercambio universal de los hombres, en virtud de lo cual, por una parte, el fenómeno de la masa «desposeída» se produce simultáneamente en todos los pueblos (competencia general), haciendo que cada uno de ellos dependa de las conmociones de los otros y, por último, instituye a individuos histórico-universales, empíricamente universales, en vez de individuos locales. Sin esto, 1) el comunismo sólo llegaría a existir como fenómeno local, 2) las mismas potencias de relación no podrían desarrollarse como potencias universales y, por tanto, insoportables, sino que seguirían siendo simples «circunstancias» supersticiosas de puertas adentro, y 3) toda ampliación de la relación acabaría con el comunismo local. El comunismo, empíricamente, sólo puede darse como la acción «coincidente» o simultánea de los pueblos dominantes, lo que presupone el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal que lleva aparejado.

(...). Por tanto, el proletariado sólo puede existir en un plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, su acción, sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal. Existencia histórico-universal de los individuos, es decir, existencia de los individuos directamente vinculada a la historia universal.

Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente.”

Es decir: el comunismo sólo puede existir como movimiento universal (mundial) de negación del estado de las cosas, de la mano del proletariado moderno, en forma de acción coincidente en todas las potencias dominantes, y con un alto grado de desarrollo de las fuerzas productivas que permita socializar la riqueza y no la escasez.

¿Qué relación existió entre estas hipótesis y la revolución cubana? Prácticamente ninguna.

En primer lugar, no se puede hablar de socialismo ni de comunismo hasta tanto no haya sido derribado el capitalismo en las principales potencias mundiales, porque sino, ellas seguirían ejerciendo una hegemonía económica y militar en el mundo, que ahogaría las revoluciones o las obligaría a implementar un ritmo de autoexplotación para poder sobrevivir, como de hecho ocurrió en todas las revoluciones autoproclamadas “socialistas” que triunfaron hasta el momento. El fantasma de la invasión militar, la dependencia de su producción industrial, etc. lleva a los países en los que haya triunfado la revolución a mantener vigente la ley del valor capitalista y a organizar de forma militarista la producción y la vida social en general, es decir, en última instancia, a liquidar toda posibilidad de verdadero socialismo/comunismo.

Las revoluciones que no derriben al capitalismo en las potenciales centrales, en el mejor de los casos pueden ser consideradas revoluciones de transición, de cara a la expansión de esta a todo el planeta.

Sin embargo, para que una revolución sea transicional, requiere que desde su mismo inicio implique una disolución de las relaciones sociales enajenadas, es decir, una apropiación consciente por parte de las masas de la producción y de la vida social en general. Requiere por lo tanto de organismos de autodeterminación de masas. Pero estos organismos no pueden existir de forma duradera, ni subvertir realmente las relaciones sociales, si no están constituidos por la única clase social que puede hacerlo y que tiene razones para ello: el proletariado urbano moderno, en especial aquel que se desempeña en el área de la producción material, y que por lo tanto constituye la base social de la explotación capitalista, por lo cual se encuentra en la mayor contradicción con la burguesía, y tiene en sus manos el poder paralizar la producción y tomarla bajo control autogestivo, disolviendo de esa manera desde la base el proceso de apropiación de plusvalía revolucionando con ello las relaciones sociales de producción en su totalidad.

La revolución cubana, por lo tanto, no fue ni siquiera una revolución de transición, ya que no existía en Cuba un proletariado urbano lo suficientemente extenso como para tomar en sus manos la tarea de expropiar a la burguesía por sí mismo, es decir, sin falsas representaciones burocráticas.

El campesinado, por más que pueda en ciertas condiciones crear sus órganos de autodeterminación (como los soviets de campesinos en Rusia, o las colectividades agrarias de la Guerra Civil Española), no suele hacerlo sino es en paralelo a un levantamiento insurreccional del proletariado urbano, ya que por sí mismo no cumple con las condiciones necesarias para tomar la iniciativa: gran concentración poblacional y laboral, agilidad en el transporte y las comunicaciones, dependencia de un reducido número de empresarios, homogeneidad en el modo de vida, etc., que permiten que las masas formen un bloque compacto con independencia política. En Cuba estos organismos no existieron: el proceso revolucionario fue iniciado y dirigido por el grupo guerrillero.

Por último, para que una revolución proletaria y autodeterminada pueda sobrevivir estableciendo un rumbo transicional, y no degenerar burocráticamente (como ocurrió en Rusia), se necesita que el país en el que se desarrolla exista cierto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y cierta generalización de la condición asalariada, para que la revolución proletaria no sea aislada y enfrentada con los pequeños productores (rurales o urbanos) y para que no caiga en la escasez desmoralizando y causando divisiones en el seno del bando revolucionario. Es decir, aún si hubiera existido en Cuba una revolución proletaria (lo cual era imposible por las razones mencionadas), esta hubiera seguido probablemente el mismo camino que la revolución rusa.

En conclusión: es imposible realizar el socialismo mientras sigan en pie las potencias capitalistas. Es necesario derrotar a la burguesía imperialista en sus propios países en combinación con las revueltas periféricas, realizar la revolución en países donde la relación salarial esté generalizada y existan grandes ciudades (para evitar la reacción de la pequeño burguesía y crear grandes concentraciones de población que dinamicen los procesos), que haya fuerzas productivas desarrolladas para no socializar la escasez ni imponer ritmos de autoexplotación salvaje, y que existan grandes batallones proletarios concentrados, en especial en el área de la producción material.

Los consejos obreros, los soviets, son la expresión más acabada del rol revolucionario que puede desempeñar la clase obrera, que es producto de sus condiciones de existencia en tanto tal: es al mismo tiempo la fuente de toda riqueza material y la clase despojada de todo control sobre su propia vida y sobre el producto de su trabajo. Todas las otras clases explotadas y oprimidas pueden cumplir un rol revolucionario, pero siempre que marchen al lado del proletariado organizado desde las bases. No es posible la transición al socialismo sin consejos obreros, y al mismo tiempo, la clase obrera no puede existir positivamente (es decir, como sujeto político) si no es siendo dueña de su propio movimiento de emancipación, ya que allí donde se subordina políticamente a otras clases, aparatos o caudillos, lo único que puede conseguir es perpetuar de una u otra forma su situación de miseria. Es por estas razones que Marx eligió, como lema de la gloriosa Primera Internacional, la siguiente frase: la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos.