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Palabras Rojas
 
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lunes, mayo 28, 2007

Sobre la teoría de la transformación social (parte 1)

1) Toda acción necesita un sujeto que la realice, y se lleva a cabo en unas determinadas condiciones concretas.

2) Pensar una acción sin pensar en el sujeto que es capaz de realizarla, y sin tener en cuenta las condiciones de realización de esa acción, es fantasear, imaginar. Por el contrario, pensar en un sujeto, en unas condiciones determinadas, realizando una acción, es teorizar.

3) Una teoría consiste en un conjunto de hipótesis relacionadas entre sí. Esas hipótesis deben poder ser contrastadas con hechos concretos, de tal forma que se pueda distinguir si estos las refutan o, por el contrario, parecieran darles la razón. Una hipótesis que no pueda ser contrastada con hechos concretos, es simplemente una conjetura.

4) Si una teoría es contrastada con hechos concretos y refutada por ellos, entonces esa teoría pierde su valor como tal. Si alguien sigue sosteniéndola después de ello, ya no lo hace en tanto teoría sino en tanto dogma.

5) Las fantasías, las conjeturas y los dogmas constituyen la ideología, es decir, el pensamiento separado de la práctica, del mundo de los hechos concretos. El valor de la ideología es únicamente literario y simbólico. Es cierto que puede y suele motivar una conducta real en los individuos, y que en la vida social adquiere una importancia central. Pero en última instancia, nada diferencia sustancialmente a una ideología de las otras, excepto que algunas son ya socialmente aceptadas mientras que otras no.

6) Todo lo dicho anteriormente es igualmente válido para el asunto de la transformación de la sociedad.

7) La sociedad capitalista actual, o bien rechaza las ideologías, o bien está dominada por un conjunto de ellas que no dan cabida a otras. Las ideologías de la transformación social se ven de esta manera rechazadas por la enorme mayoría de las personas.

8) Sólo una minoría de las personas cree en diversas ideologías de la transformación social, y sólo una minoría dentro de ella se las apropia activamente y las difunde.

9) Es aún más minoritario el conjunto de quienes, en cambio, teorizan sobre la transformación social, actúan sobre la práctica en consecuencia con esa teoría y la contrastan con los hechos concretos, modificándola cuando se viera refutada por ellos. Y muchos de ellos lo hacen todavía de forma impura, mezclando teoría con ideología.

10) Tanto las teorías como las ideologías sobre la transformación social, permanecerán recluidas en pequeños grupos de personas, mientras el sujeto y las condiciones concretas de esa transformación no sean visibles para todos. Y no lo van a ser mientras ese sujeto y esas condiciones no se hagan evidentes, irrumpiendo estruendosamente en la vida de las personas. En ese entonces, ya no se tratará tampoco sobre teorizar o fantasear, sino de tomar partido ante sucesos tangibles e inmediatos.

11) La postura de la auto-emancipación social a través de un movimiento de asambleas populares, se vuelve ideológica si no busca su surgimiento únicamente en las condiciones reales y en el sujeto real del mundo actual. Este es el caso de posturas tales como el anarquismo, que establece primero un "mundo ideal" y después busca la forma de encontrar a alguien que lo realice (si se toma esa molestia, porque en la mayoría de los casos, los grupos anarquistas se limitan a difundir los "ideales").

12) La postura bolchevique nunca compartió la perspectiva de la auto-emancipación social a través de un movimiento de asambleas populares, sino que las comprendió como necesarias para hacer factible la dictadura del "Partido Revolucionario" actuando de "representante del proletariado". Esto fue exactamente lo que ocurrió en Rusia en 1917.

De cualquier manera, hasta tanto los partidos bolcheviques no realicen su toma del poder, requieren de las asambleas populares para hacerla posible. Por eso, en la práctica es muy probable encontrarse con grupos bolcheviques estimulando el surgimiento de un movimiento popular y hasta de sus asambleas. Por esta razón, el bolchevismo es una corriente que pretende teorizar sobre ese surgimiento, su sujeto y sus condiciones concretas. Pero lo cierto es que la mayoría de los grupos bolcheviques son incapaces de abandonar las hipótesis que fueron refutadas, que han quedado obsoletas con el paso del tiempo o que resultan falsas en determinados lugares. Muchos de esos grupos inclusive carecen de cualquier interés por la contrastación de las hipótesis con los hechos concretos. Su accionar, por lo tanto, está motivado mayoritariamente por la ideología, y resulta estéril y hasta contraproducente en muchas ocasiones.

Existe inclusive un sector del bolchevismo (que incluye a algunos grupos stalinistas, maoístas, y hasta guevaristas y trotskistas), que en muchos casos resulta enemigo de las asambleas populares, porque pretenden formar movimiento alrededor de sí mismos y de sus diferentes sellos sindicales. Estos grupos saboteadores deben ser considerados como tales y rechazados en todos lados.

13) Demás está decir que muchas otras corrientes proclamadas "de izquierda" (etiqueta que resulta ser más utilizada mientras más ideológico sea su pensamiento, mientras menos se corresponda con una perspectiva real de transformación social, y mientras más interiorizada tenga la lógica espectacular), no comparten para nada la postura de la auto-emancipación a través de un movimiento de asambleas populares, ni siquiera como "mal necesario" para llegar a un dominio de su partido sobre la sociedad. Este es el caso de los diversos "progresismos", "nacionalismos populares" y de las socialdemocracias.

14) En definitiva, la aplastante mayoría de quienes toman partido por una transformación social no contribuye en nada a la teorización sobre la auto-emancipación, y su actuación en la práctica en muchos casos se corresponde con esa ausencia o petrificación teórica, resultando inconducente y hasta contraproducente.

15) El desafío planteado entonces es desarrollar esa teoría y la intervención práctica correspondiente.

sábado, mayo 19, 2007

Sobre las luchas proletarias recientes



1) La dictadura militar de 1976 significó una gigantesca derrota para el movimiento proletario. En los 30 años que le siguieron a la dictadura, ese movimiento no llegó a recuperar ni una pequeña parte de la fuerza que había acumulado anteriormente. Sin embargo, en todo ese período se fueron acumulando diversas experiencias, que fueron caldeando el clima y preparando el terreno en un proceso que desembocó en la explosión de diciembre de 2001.

Esas jornadas fueron protagonizadas por sectores de la clase proletaria, aunque conformados sobre todo por desocupados (transitorios y crónicos) y sectores medios de profesionales y “cuellos blancos”. Si bien también participaron en ellas diversos sectores de trabajadores jóvenes, precarizados, etc., estos eran una ínfima minoría del total de la población en esas condiciones.

2) Sin embargo, desde ese entonces se viene produciendo un lento despertar del sector asalariado, que ya había tenido antecedentes antes de 2001 pero sin tanta extensión, frecuencia y profundidad. Se empezaron a elegir delegados y comisiones internas combativas en muchos centros de trabajo, que en varias ocasiones encabezaron luchas por mejoras salariales, reducción de la jornada laboral, contra los despidos, etc. Entre estas luchas podemos citar las de:
los docentes de todo el país (hoy especialmente fuertes en Santa Cruz y Neuquén), los trabajadores del subte, los obreros del neumático, los ferroviarios, de la sanidad (Hospital Garrahan, Francés, Clínicas, etc.) los petroleros (especialmente en Las Heras), obreros de la carne, aeronáuticos, telefónicos, del carbón (en Río Turbio), precarizados (call centers, encuestadores, de farmacias, del Macdonalds, etc.), de Coca-Cola, del automóvil, del jabón (en TVB), choferes de colectivo, gráficos, de las empresas recuperadas, de la industria química (en Sulfacid...), textiles, de Pepsico, de los supermercados (en Coto...), mensajeros y cadetes, del correo, de la prensa y los “medios de comunicacion”, estatales, municipales, bancarios, judiciales, del INDEC, hasta de los casinos flotantes...

3) Las revueltas de Haedo y Constitución (desencadenas a causa del mal estado del servicio de trenes pero que resultan indisociables de las condiciones generales de vida de la clase proletaria y de la repugnancia que provoca el domino del capital-espectáculo-mercancía sobre todo lo existente) y las diferentes movilizaciones que terminaron en combates contra la policía y destrucción de símbolos del poder (en la legislatura, en las marchas por Cromañon, en Brukman, en las marchas contra Bush, en diferentes movilizaciones piqueteras, etc.), ponen de manifiesto que la ilusión reaccionaria de “poner la otra mejilla” y el discurso pacifista de los “medios de comunicación”, los políticos, los intelectuales, los empresarios, los sindicatos, los religiosos y los ilusos en general están cayendo lentamente, lo cual abre posibilidades muy interesantes.

4) La nota distintiva de gran parte de esos conflictos entre clases es que cada vez más los trabajadores tienden a organizarse de forma asamblearia y a desconocer toda autoridad ajena a sí mismos. Este “sindicalismo salvaje” contiene en germen la negación de la sociedad toda, porque de extenderse a todas las áreas de la actividad, significaría el colapso del dominio estatal-empresario y aun de los partidos-sindicatos. Su misma existencia lleva a la radicalización de los que luchan y a la confluencia entre todos los sectores en combate, tendiendo a constituir al movimiento proletario en un bloque unificado cada vez más auto-conciente e independiente de todo lo externo. La clase dominante lo sabe muy bien, y ya aprendió que en una confrontación cara a cara con el proletariado constituido en clase beligerante no tiene posibilidades de ganar si no es a través de las maniobras de división y cooptación. Para eso el espectáculo utiliza a su rama izquierdista, con el objetivo de quebrar el movimiento y generar ilusiones en su ala más moderada. Podemos observar esto muy claramente en el artículo del diario página/12, que sostiene:

“Cuando surgió el fenómeno en Estados Unidos fue llamado “sindicalismo salvaje”, por oposición al “domesticado”, estructuras muy burocratizadas y verticales (...). En Argentina, hay que retroceder a fines de 2004 y el primer semestre de 2005 para encontrar las huelgas más impactantes organizadas por cuerpos de delegados “autoconvocados” (...)

(...). Hacen efectiva así la democracia participativa, pese al riesgo que supone la constante deliberación en asamblea, donde puede pasar que los términos de la reflexión sean alterados por agitadores o demagogos de ocasión. Por lo pronto, ese método deliberativo retarda la decisión y, más de una vez, la dificulta debido a la pluralidad de opiniones, pero en compensación cuando logran el consenso mayoritario es lo mismo que estampar los acuerdos en piedra.

El método, por supuesto, tiene simpatizantes y detractores. Estos últimos opinan que la fragmentación de la disciplina sindical termina por deteriorar la capacidad de influencia del movimiento obrero en las políticas públicas de mayor alcance, dado que las cúpulas no están en condiciones de garantizar acuerdos ante sus interlocutores, sean gobiernos o empresas. Sin embargo, la experiencia internacional sobre la libertad sindical –en cuyo nombre la CTA reclama la personería legal que le permitiría negociar convenios o leyes de acuerdo con el principio de la representatividad– parece demostrar que la unidad vertical forzada termina por alejar a la mayoría de los trabajadores de la vida activa en sus organizaciones sindicales. Los movimientos de base son experiencias de búsqueda, es cierto, pero eso no invalida su legitimidad en una época en que todas las fórmulas de representatividad están sujetas a revisión.”

Es fácilmente observable la estrategia que utiliza: reduce al “sindicalismo salvaje” a un simple método, que sería intercambiable con el sindicalismo vertical, y que por lo tanto requiere que se analicen sus ventajas y desventajas para ver “con cual quedarse”. Luego de efectuar esta mutilación, recurre a un doble movimiento: por un lado, denuncia la permeabilidad a “agitadores o demagogos de ocasión” (eufemismo para referirse a los proletarios más radicalizados, equivalente al de “extremista” y “subversivo” usados en tiempos pasados con la misma función) y alerta sobre las “tardanzas en la decisión” (además de advertir sobre “el deterioro de la capacidad de influencia del movimiento obrero en las políticas públicas de mayor alcance”, cosa que solo lo preocupa a este periodista), por otro lado, tiende una mano amistosa hacia este “método”, mostrando que los progresistas de centroizquierda de página/12 son democráticos y apoyan a los trabajadores... tras lo cual llegan a la única conclusión posible de este razonamiento: la CTA, la central progresista de centroizquierda, es la que mejor representa los principios del “sindicalismo salvaje” porque defiende la “libertad sindical”.

Sin embargo, lo que le da su toque de sentido a este artículo es justamente aquello que omite: que el “sindicalismo salvaje” se opone también al progresismo de centroizquierda, así como a toda ideología, porque es el movimiento práctico del proletariado que, una vez que comienza a movilizarse, descubre que no necesita ningún tipo de tutelas ni direcciones externas a sí mismo, y que por lo tanto puede darse el lujo de exigirlo todo y mejor aún, de tomarlo todo. Esto vuelve inútil y reaccionario a todo el enjambre de mediadores, intelectuales, progresistas, reformistas, sociólogos, antropólogos, especialistas, periodistas, etc. y por lo tanto descubre su carácter parasitario y plantea la necesidad de su supresión en tanto que maquilladores de las condiciones de explotación.

En otras palabras, el “sindicalismo salvaje”, de desarrollarse, puede descubrir en los sujetos del tipo pagina/12 y CTA una rama más del sistema capitalista-mercantil-espectacular que debe ser suprimido en su totalidad, y es por eso que pagina/12 y la CTA quieren presentarse como amigos del “sindicalismo salvaje”, eso sí, a condición de que este abandone todo lo que es en esencia, se libere de sus “agitadores” y acepte las reglas de la democracia y el “pluralismo”. Es decir, que se suicide.

5) Desde la caída del muro de Berlín, se vino haciendo cada vez más lugar en todo el mundo el discurso de la supuesta “desaparición de la lucha de clases", difundido especialmente por los charlatanes de la posmodernidad, los intelectuales de café, los docentes universitarios, el progresismo centroizquierdista y demás especialistas del pensamiento fragmentario y separado de la empiria histórica, muy en sintonía con los burgueses neoliberales que afirmaron haber podido acabar con la historia. Estos sujetos creen que, por no haber una guerra social abierta, ya queda negada la existencia de contradicciones subyacentes y de conflictos velados que ocurren en pequeña escala en todos lados.

Demás está decir que ese discurso lo único que hace es maquillar lo existente, siendo funcional a lo que en los hechos es una conciliación de clases inconciliables bajo la máscara de la ideología democrática y el valor universal de la mercancía-espectáculo, que no deja de estallar en todo momento justamente por su completa incoherencia.

Pero por si hubiera que rebatir ese discurso, alcanzaría con afirmar lo siguiente: mientras exista la propiedad privada/estatal de los medios de producción existirá una clase propietaria (burguesa, burocrática o mixta) y una clase no-propietaria, definida en términos negativos, a la que podemos llamar clase proletaria (porque "no posee más que sus propios hijos"). Esa clase proletaria (o al menos un núcleo importante) tiende a constituirse en clase autoconciente, independiente y beligerante, pero la cantidad de factores que contrarrestan esa tendencia hace que en los últimos 30 años esa constitución no haya podido lograrse de forma estable en la Argentina. Sin embargo, hay indicios de que podríamos estar en el comienzo de un proceso de constitución de clase, como ya se ha mostrado hace algunos párrafos.

6) La clase proletaria se ha hecho cada vez más importante numéricamente desde el momento en que Marx teorizara sobre la lucha de clases en el siglo XIX, hasta el punto de conformar hoy la enorme mayoría de la sociedad. Dentro de ella el sector asalariado es a la vez el más numeroso. Es muy cierto sin embargo que se ha diversificado a tal punto de presentar miembros que comparten el mismo modo de vida que la burguesía y hasta su mismo prestigio, mientras que otros apenas pueden pagarse una comida diaria y deben vivir en casillas de chapa en una villa de emergencia. Es este el principal argumento que utilizan los defensores de la tesis de la "desaparición de la lucha de clases", ya que según ellos, esto destruiría el esquema de las dos clases diferencias y enfrentadas. Sin embargo, la historia ha demostrado que una vez que se constituye un núcleo proletario multitudinario, autoconciente, independiente y beligerante, toda la sociedad se ve arrastrada a ponerse o bien de su lado o bien del lado de la burguesía, con lo cual todas las diferencias en cuanto a modo de vida se diluyen en lo que realmente importa: el posicionamiento subjetivo respecto a la lucha real. La lucha de clases es en ese sentido lucha entre un bando proletario y un bando cuyo núcleo duro es la burguesía pero que abarca también a varios proletarios conservadores, sin que por eso deje de ser esencialmente lucha de clases.

7) El sector asalariado de la clase proletaria, además de ser el más numeroso en toda la sociedad, sigue teniendo el poder de paralizar gran parte de la producción-circulación con un simple dejar de hacer. Las demás sectores sociales no gozan de este privilegio, que lo convierte en el único sector completamente imprescindible para una revolución social, y cuya presencia en las luchas asegura una posibilidad de radicalización sin límites hasta el punto de quiebre insurreccional con la sociedad de clases. Además, el sector asalariado es el único que tras una derrota sigue siendo permanentemente empujado a la rebelión en su fricción cotidiana con la patronal, que estalla superficialmente en forma de luchas gremiales, pero que en profundidad lleva en sí el cuestionamiento de toda la sociedad mercantil-espectacular, lo que quedó demostrado una y otra vez en todas las luchas en la que la interrupción del trabajo se volvió explícita o implícitamente un objetivo en sí mismo, en todas las que dieron lugar al saqueo de la mercancía acumulada en las vidrieras o al sabotaje de la mercancía en fabricación, y en todas las que culminaron en combates contra la policía y el ataque a todo lo que sea tomado como representante de la dominación. En ese sentido, un método muy usado por los trabajadores del subte para extorsionar a su patronal, el de bloquear las boleterías y dejar pasar gratis a los usuarios, termina siendo en sí mismo la anticipación de una sociedad regida por la gratuidad de los servicios básicos, es decir, libre de la lógica mercantil y de la mediación del capital. Si ese método fuera tomado como un fin en sí mismo, estaríamos en la antesala de la autogestión socialista generalizada.

8) De seguir caldeándose el clima social en la Argentina, se hace cada vez menos improbable el surgimiento de un avance de multitudes, pero esta vez, a diferencia de diciembre 2001, con una fuerte base en el sector asalariado de la clase proletaria, lo que potenciaría enormemente sus posibilidades. Un movimiento de ocupación de fábricas, lugares de trabajo y de estudio, y establecimientos en general, como el desatado en mayo del 68 en Francia, implicaría la “muestra gratis”, el “adelanto” (para ponerlo en los odiosos términos mercantiles-espectaculares) de lo que sería la autogestión socialista. Además de ser valiosos esos momentos de por sí, mostrarían en la práctica que esa autogestión es posible y deseable, y dotaría a las multitudes de razones concretas para luchar por la generalización en el espacio y el tiempo de esa forma de vida. (ver la nota “las situaciones liberadas”)

9) Todo el mundo es un polvorín, y por más que superficialmente parezca que nada vaya jamás a alterar el orden burgués, en cada vez más países se gesta la revuelta. México, Bolivia, Francia, Chile, Ecuador, EEUU, Medio Oriente dan la prueba de ello. Si bien cada país tiene sus particularidades, la dinámica del capitalismo y la democracia es la misma en todo el mundo, y en todos lados tiende a generar la misma contestación. El "¡Que se vayan todos!" es el grito de guerra globalizado de la decepción contra la democracia capitalista, y es sin duda el embrión de uno mucho más interesante: "¡Echémoslos a todos!", que todavía no se ha escuchado pero que cada vez parece más la única opción coherente en todos los países.

10) En la Argentina ya están descompuestos muchos de los principales factores que antes obstaculizaban el surgimiento de este movimiento proletario radicalizado: las ilusiones en los políticos, en los sindicatos, en las iglesias. Los factores que permanecen son una ilusión cada vez más débil en la legalidad y en la paz, un temor que no se terminó de borrar de la represión desatada por la lucha social de los setenta, una cierta simpatía hacia los “medios de comunicación”, una subordinación absoluta a la “opinión pública”, una sensación de diferenciación respecto a los otros sectores que a veces se traduce en desconfianza y hasta recelo, y un democratismo absurdo de negarse a expulsar de los movimientos a los burócratas porque “todos tienen derecho a la palabra”. Es necesario deshacerse de todas las ilusiones y adquirir una autoconciencia unitaria de clase, que se traduzca en una autoconciencia unitaria de movimiento y esta a su vez en una unificación práctica, organizativa e identitaria del movimiento, sobre la base de las asambleas generales y los comités de acción federados en consejos de delegados. Pero la pérdida de las ilusiones, la autoconciencia unitaria y la unificación práctica-organizativa-identitaria solo pueden darse en la propia práctica: sólo se aprende realmente aquello que se vive.

11) ¿Qué podemos hacer para preparar el terreno para ese avance de multitudes y, una vez surgido, contribuir a su máximo desarrollo?

Si bien no podemos determinar nada, podemos aquí y allá contribuir a la creación de clima mediante la agitación, la formación de gremios de cara a la lucha y con el objetivo de que sean superados por el propio movimiento, la propaganda contra las ilusiones, la difusión de otros ejemplos y experiencias históricas, etc. En la “segunda presentación de Alegre Subversion” se plantean varios de los posibles ejes de trabajo, al igual que en la última parte de la nota “Sobre la revuelta de diciembre 2001”. Sobre estas bases, tiene cada vez más sentido la formación de un agrupamiento que realice este tipo de intervenciones con el objetivo de contribuir a la abolición de la sociedad de clases, mercantil-espectacular, etc., así como también unificar a las distintas tendencias que, cada cual con su enfoque particular, intervienen en la práctica contribuyendo a la auto-organización asamblearia y antiburocrática y a la profundización del movimiento en todos los ámbitos. Una plataforma de acción común podría reunir a las más diversas agrupaciones e individuos para potenciar sus esfuerzos, con el único requisito de compartir estos preceptos: independencia, autonomía, protagonismo de base, asamblearismo, combatividad, acción directa, unidad y apoyo mutuo.

domingo, mayo 13, 2007

Asambleas populares vs. gremios y partidos

A 39 años de que en Francia ocurriera la ocupación de la universidad de la Sorbona (el 13 de mayo de 1968), abriéndole de esta manera el paso al movimiento de multitudes más profundamente subversivo ocurrido en un país capitalista occidental desde el fin de la segunda guerra mundial, es decir, el movimiento huelguístico y de ocupaciones conocido como "mayo francés", que a su vez originó una crisis social en todo el mundo de que sólo se pudo terminar de cerrar en los años ochenta, y del cual ya hablé muchas veces y voy a seguir hablando muchas veces más, publico esto que tiene mucho que ver con el espíritu de ese movimiento y sobre todo, con las conclusiones que de él es necesario extraer.


Asambleas populares vs. gremios y partidos


Las asambleas populares se diferencian de los gremios y partidos en que las primeras se forman sólo en momentos de avance de multitudes, al calor de la lucha, con pleno protagonismo de ellas, tienen existencia solo en sus reuniones concretas y desaparecen cuando refluye el movimiento.

Los gremios y partidos, en cambio, existen permanentemente y de forma independiente al movimiento real. Desarrollan entonces su propia dinámica, poseen estructuras y programas propios, forman una jerarquía formal o informal de militantes, conforman roles, esquemas, categorías, etc. y reivindican una tradición y una simbología propia. Toda persona que se incorpore a un gremio/partido sabe que se está incorporando a algo que en principio no es de ella, y que deberá pagar derecho de piso, lo cual significa aceptar las condiciones preexistentes anulando su protagonismo, luego de lo cual probablemente ya esté integrado a esa jerarquía y a esos roles y no se le ocurra o no consiga cuestionarlos. Además, el hecho de que los militantes permanentes de los gremios/partidos sean siempre una ínfima minoría de la totalidad de la base del ámbito en el que estén insertos, hace que se desarrolle una marcadísima división entre el adentro y el afuera, siendo muy probable que la enorme mayoría de las bases no quieran ingresar a él porque lo vean como ajeno e inclusive que ni siquiera se les haya ocurrido nunca esa posibilidad.

Por un lado, es prácticamente imposible que un gremio/partido crezca numéricamente hasta abarcar a todos los miembros de la base. Pero por otro, aún si lo lograra, lo haría manteniendo sus jerarquías, sus roles, sus programas y sus estructuras preexistentes, y en ellos la enorme mayoría de los miembros conformaría sólo una periferia tímida alrededor del núcleo de los "viejos militantes" fundacionales, ahora convertidos en dirigentes de masas. (Siendo esto aún peor si, en vez de incorporarse a ese partido/gremio, las multitudes se limitaran a obedecer desde afuera las directivas emanadas de él, porque en ese caso no tendrían ni siquiera los derechos orgánicos que otorga la pertenencia)

Esta periferia esperaría que todo lo resuelvan esos dirigentes, y por más que los interpele y cuestione, nunca se animaría a desautorizarlos completamente y mucho menos a revocarlos y expulsarlos en caso de que fuera necesario hacerlo. Dichos dirigentes a su vez serían luego reemplazados progresivamente por las nuevas camadas de cuadros surgidos de las bases, pero como estos pasarían a ocupar ese rol preconcebido e incuestionado, generarían el mismo tipo de respeto sagrado que infundían los anteriores.*

En última instancia, y especialmente cuando las circunstancias fueran adversas, la palabra de los viejos o nuevos dirigentes sería la única válida para las bases, dejando sin importancia la suya propia. Todo esto ya ha ocurrido en infinitas situaciones históricas, entre las que podríamos mencionar: todo lo ocurrido con la Primera, la Segunda, la Tercera y la Cuarta Internacional, con los partidos socialdemócratas, con las "trade unions" y los economicistas, con los sindicatos anarquistas, etc., formando en todas ellas burocracias que a la larga llevarían a abortar los procesos revolucionarios, que se convertirían en la nueva clase dominante, o que inclusive llegarían a erigirse como guardianes de la propiedad y el Estado siendo agentes activos de la contrarrevolución.

En cambio, las asambleas populares no existen sino en el momento de acción. Reúnen a todas las multitudes que se movilizan en un momento dado, y son ámbitos en las que ellas pueden crearlo y disolverlo todo en la más absoluta igualdad y con el más pleno protagonismo, sin tener que responder ante nada externo a ellas y pudiendo imponer SIEMPRE su voluntad. Su forma es más flexible y adaptable a las necesidades concretas de la lucha, evitando la división en compartimentos, reuniendo a las personas en su ámbito más inmediato, etc. De esta forma, contribuyen al máximo al proceso de radicalización de sus miembros, y permiten profundizarlo hasta el quiebre insurreccional, conducirlo a éste a su triunfo y abrir el camino a la autogestión generalizada mediante su apropiación y administración colectiva de todos los medios de vida.

Históricamente, las asambleas populares han existido bajo muchas formas: la Comuna de París, los soviets de Rusia de 1905 y 1917, los consejos obreros de Alemania de 1917, de Hungría en 1956, etc., las colectividades campesinas y los comités de control obrero de la España de 1936, entre otros. En todos esos momentos fueron la dirección de los más radicales movimientos revolucionarios, y sino llegaron más lejos fue en gran parte** porque en la mayoría de esos casos no lograron desprenderse del todo de los gremios y partidos que confluían en su formación o en los que tenían expectativas.

Es por estas razones que los gremios y partidos son inútiles y contraproducentes para el objetivo de la autoemancipación humana si se los toma como dirección de los movimientos de multitudes. Sin embargo, pueden y suelen ser muy útiles*** a la hora de desencadenar esos movimientos (ya que la presencia permanente de militantes agitando asegura un constante rebrote del conflicto), siempre y cuando una vez generados su dirección sea plenamente asumida (en todos sus aspectos) por las asambleas populares.

En síntesis, el gremio y el partido deben ser superados por la asamblea popular apenas se produzca un avance de multitudes.

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*En una sociedad, estructura y función son dos aspectos de una totalidad dialéctica, porque ambas existen simultáneamente en la mente de las personas en forma de representaciones (no existiendo por fuera de ella), con lo cual toda nueva concepción estructural o funcional que no se replantee la totalidad estructura-función va a ser sólo una modificación de un aspecto de esa totalidad, y se verá determinada por ella, pudiendo inclusive ser a la larga completamente anulada, en lo que podríamos llamar un principio de inercia regresiva: el recuerdo no superado de lo anteriormente existente permite la regresión del cambio hasta que se vuelve al mismo punto del cual se había partido, llegando inclusive a borrarse todo recuerdo del intento de modificación o a catalogarlo como utópico, imposible, inútil y hasta dañino.

La modificación por lo tanto sólo puede ser revolucionaria (y lo debe ser en una profundidad suficiente como para que produzca una situación sin retorno) o condenarse a desaparecer.

** No debe tampoco atribuirse el fracaso de todos los movimientos asamblearios a esa única razón, siendo fundamentales una infinidad de otros factores, tales como la experiencia previa, el grado de ruptura con el sistema, la composición de clase, la disposición a batirse a muerte con el enemigo, la organización y coordinación, la existencia o falta de acuerdo político alrededor de la insurrección, el nivel de solidaridad o aislamiento, la relación de fuerzas, cuestiones técnicas/tácticas/estratégicas, etc.

*** Aún en este caso, siempre es mejor que los centros permanentes de agitación intenten parecerse a las asambleas populares en cuanto a: igualdad y protagonismo de sus miembros, barreras difusas, amplitud, autonomía e independencia, etc., porque de esta manera lograrán potenciar su efecto y preparar mejor el terreno para el surgimiento de un verdadero movimiento.

miércoles, mayo 02, 2007

Contestación y “vanguardias”

En la medida en que las personas no hablen por sí mismas, otras lo harán en su lugar.

Mientras no haya contestación visible, ya sea en forma de expresión artística/musical/literaria/estética, de movilización, de vivencia al margen (cooperativas, comunidades, etc.), de apropiación (ocupación de establecimientos, incautación de mercancías, etc.), de sabotaje, de escrache, de ataque físico, etc., la única voz que se escuchará será la del poder, y podrá por lo tanto hacer pasar por reales a sus mitos naturalizantes de lo existente. Las personas potencialmente disidentes no podrán entonces saber que hay otras en su misma situación, y se resignarán a aceptar lo dado.

Hay tres grupos de personas en la sociedad: una ínfima minoría que hace estas cosas, un grupo bastante más amplio que disiente con el estado de las cosas pero no se expresa o lo hace de forma invisible, y por último, una enorme mayoría formada por personas indiferentes, que aceptan lo existente o que inclusive quieren empeorarlo. Es sobre la base de éste último grupo que la dominación encuentra consenso.

Si las personas no expresan su disidencia, entonces los gobernantes, los medios “de comunicación”, los burócratas sindicales, etc., que siempre hablan en su nombre, tendrán la palabra definitiva.

De la misma manera, la existencia de diversos grupúsculos aspirantes a vanguardia dirigente queda resaltada por la absoluta inexistencia de un movimiento real de las personas que demuestre su disidencia frente al estado de las cosas. En ese marco, aquellas personas que comiencen a expresarse terminan incorporándose o acercándose a esos grupúsculos justamente por que son los únicos que se manifiestan. Aquellos que no lo hacen quedan sin soporte y no pueden emprender ninguna acción de magnitud, lo cual los lleva habitualmente a la desmoralización y desactivación, completándose el círculo vicioso.

El poder se aprovecha de esta situación para identificar toda disidencia con esos grupúsculos, de tal manera que parezca que lo natural es aceptar lo dado y la desviación es acercarse a ellos, quedando excluídas todas las otras opciones. De esta forma, busca siempre resaltar la intervención de esos grupúsculos en todo conflicto que ponga en tela de juicio alguno de los presupuestos básicos de la sociedad capitalista y democrática o que amenace el status o las ganancias particulares de algunos de sus socios (siendo esto particularmente válido para el caso de las confrontaciones violentas). Con este accionar, se libera de la amenaza de que las personas se sientan identificadas con los disidentes, ya que casi por definición una persona “común” jamás podría sentirse identificada con los grupúsculos.

Por otro lado, dichas “vanguardias” intentan siempre monopolizar todos los movimientos autónomos y de base que surjan. Muchas veces con su accionar dentro de ellos contribuyen a destruirlos, ya sea como producto de las disputas públicas entre las distintas sectas, o de la sustitución del protagonismo de la mayoría de las personas por el de la minoría de los “activistas”, o por las maniobras burocráticas que realizan, o por su tendencia a introducir consignas sentidas por las personas como totalmente ajenas a ellas, o por su soberbia, arrogancia y maltrato. En cambio, cuando los movimientos autónomos y de base se resisten a ser infiltrados por los grupúsculos, reciben a cambio la acusación de “divisionistas”, “macartistas”, “oficialistas”, “pequeñoburgueses”, “desorganizadores” y hasta “reaccionarios”, que algunas veces se traduce en acciones reales de boicot y sabotaje hacia esos movimientos.

Todas estas cosas refuerzan la división espectacular de tareas que el sistema realiza: los gobernantes asumen como su única oposición “por izquierda” a los grupúsculos, y los grupúsculos asumen como su única oposición a los gobernantes. Todo el que no esté con uno estará entonces con el otro. De esta forma, la existencia de los grupúsculos le sirve al sistema como su última valla de contención para cuando fallan todas las demás: si no logra evitar un giro “izquierdista” de las personas, sabe que al menos caerán bajo la influencia de esas sectas y por lo tanto perderán todo potencial real. Y si tampoco consigue eso, al menos hará parecer que es así a través de los medios “de comunicación”, que siempre están muy dispuestos a encontrar y resaltar “partidos de izquierda” en todas las luchas populares, aún en las que ellos tienen un rol totalmente marginal o directamente están ausentes.

Demás está decir que los típicos rituales organizados por los grupúsculos (actos, manifestaciones, etc.) son completamente inútiles y lo único que consiguen es llenar de tedio y aburrimiento a las personas que se acerquen a ellos. Mientras los aspirantes a dirigentes juegan a “elevar la conciencia” de sus espectadores con interminables, repetitivos y simplistas discursos, volantes, prensas, etc., estos últimos sólo pueden pensar en lo ajena que les resulta toda esa puesta en escena.
La contestación, por lo tanto, no debe ser sólo contra el sistema y la sociedad que lo sostiene, sino también contra los grupúsculos que pretenden "representar" a la disidencia. No es posible la existencia de un movimiento de resistencia autónomo y de base sino es por fuera de las sectas, negandoles toda posibilidad de intervenir en él y preparándose para una posible confrontación con ellas.

martes, mayo 01, 2007

La Democracia

Acá va un texto cortito, nada más para aclarar algunos conceptos (cambiando un poco el enfoque usado hasta ahora).


¿Democracia o auto-administración?


Democracia, gobierno del pueblo o Estado Popular. Pero ¿qué son el gobierno y el Estado sino la administración de la sociedad separada de ella? ¿decimos acaso que hay gobierno o Estado en todo lugar donde haya administración? No, sólo en aquellos lugares donde la administración es una función especializada, separada. Nadie diría que existe un gobierno o un Estado en un lugar donde las personas se administren a sí mismas. Por lo tanto, hablar de Estado o de gobierno del pueblo es hablar de una administración social separada de la sociedad… desempeñada por esa misma sociedad. El concepto de democracia por lo tanto se auto-contradice y carece de sentido en todos los casos en los que se pueda utilizar, y por más adjetivos que se le agreguen.

Para sus defensores, democracia es el régimen en el que los gobernantes son elegidos por las personas que conforman la sociedad. En algunos casos el concepto se restringe a los regimenes republicanos (constitucionales, con división de poderes), y estos a su vez a aquellos en los que hay “libertad de expresión, de prensa, de asociación, de reunión, etc.”, en los que “fluye la información” y el voto es secreto y universal. Es decir, una sociedad estatal reglamentada, compartimentada, cuyos administradores pueden ser elegidos secreta y universalmente, y que garantiza ciertas libertades.

La dominación es ciertamente democrática según ese concepto (aún con muchas reservas). Esas instituciones existen y funcionan, y las personas votan.

La contradicción reside en que justamente, no administran directamente sus vidas sino que “eligen” entre varios candidatos a dirigentes del Estado. Por la razón de que la sociedad es efectivamente democrática, lleva en sí la misma contradicción que ese concepto acarrea.

Es necesario tener en cuenta que si el sistema existe es también en gran parte porque un enorme sector de la sociedad cree en él o al menos no se manifiesta en su contra, e inclusive contribuye a fortalecerlo cuando critica a los que se oponen a él.

No se trata entonces de pedir “más democracia” o “democratización”, ni tampoco una "democracia verdadera" o “directa”, conceptos totalmente confusos. No se trata de pedir un cambio en las formas de gobierno, ya que todas ellas implican lo mismo: la separación de las personas de la administración de sus vidas, la gestión de su sometimiento.

Se trata de desconocer el actual contrato social como totalmente ajeno a nuestros deseos (donde "nuestros" alude a aquellos que queremos ser dueños plenos de nuestras vidas, y de ninguna manera a "la gente en general", es decir: no hablamos en nombre de nadie ni decimos tener apoyo en ningún lado, sino que expresamos nuestra propia forma de pensar), ya que preferimos otro totalmente diferente: el del socialismo libertario y autogestivo, el que se reconoce ante todo como propio de la especie humana en su totalidad y no de una nación, raza, etc., el que repudia toda forma de opresión y sostiene que la cooperación entre las personas es mucho más preferible que la competencia, el que cree que el impulso absoluto para vivir deberían ser las pasiones y los sentimientos y no la la rutina, la repetición de gestos prefabricados y la necesidad de sobrevivir, el que considera que las personas tienen que armonizar con su entorno y no destruirse mutuamente con él, el que opina que las actividades que no atenten contra los demás no deberían tener ningún tipo de trabas, el que toma partido por el diálogo entre iguales como mejor forma de resolver los conflictos.

Se trata entonces de comenzar a autoadministrar la propia vida, lo cual implica necesariamente salir de la democracia, ya sea completamente (derribándola), parcialmente (viviendo en sus márgenes y huecos), o conflictivamente (levantando movimientos que le impongan al poder la propia voluntad mediante la implementación de medidas de fuerza).

Animémenos entonces a decir lo que el mundo de hoy considera la mayor blasfemia:


¡Abajo la democracia!