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lunes, octubre 15, 2007

Desmitificando al Che Guevara (Parte 2)

La influencia ideológica del estalinismo


La segunda guerra mundial modificó fuertemente el panorama de la lucha de clases mundial. A su término, el Estado burocratizado de la URSS se había expandido militarmente por sobre Europa oriental, fortalecido su capacidad industrial y bélica, y por lo tanto, elevado su posición mundial a la de segunda potencia, compitiendo cabeza a cabeza con EEUU. De esta forma, se había fortalecido también, y especialmente, la capa social burocrática que lo dirigía.

Una de las consecuencias que tuvo este hecho, es que aumentó también su influencia ideológica en todo el mundo. La capa burocrática, al haberse formado como degeneración de la dictadura del proletariado, sólo podía justificar su existencia y sus políticas reaccionarias con un doble juego: por un lado, tomando como punto de partida a la teoría de Marx y Lenin, por otro lado, distorsionándola de tal forma que le quedara a medida.

Es este “marxismo leninismo” distorsionado, fabricado en las usinas ideológicas de la capa burocrática de la URSS, el que predominó en los medios revolucionarios de posguerra. Mao Tse Tung, Fidel Castro y el Che Guevara fueron exponentes de esta tendencia.

Esta distorsión teórica sobre el marxismo original y su desarrollo leninista, fue efectuada en distintos campos. En un primer momento, fue el engendro teórico del “socialismo en un solo país” el encargado de enterrar la clarísima exposición de Marx y Engels sobre la necesidad imperiosa de una revolución en los países dominantes para que sea concebible una transformación radical en las relaciones de producción. De esta aberración se desprende la siguiente: la proclamación del socialismo/comunismo, de la “sociedad sin clases” como ya alcanzada en la URSS (error en el que ya habían incurrido parcialmente los mismos bolcheviques, pero sin la intencionalidad conservadora con la que lo hizo el estalinismo).

Pero esto no fue suficiente para la capa burocrática, que debió atacar todavía el otro pilar de la teoría marxista, el del sujeto revolucionario. Para el marxismo original, el proletariado constituido en clase, arrastrando tras de sí a las capas oprimidas, era el único que podía llevar a cabo una revolución que abriese el camino al comunismo, y para el desarrollo leninista, esto sólo era posible si era bajo la dirección de un partido revolucionario.

Para el “marxismo leninismo” distorsionado, en cambio, lo único importante era el Partido, que podía conducir directamente a las capas oprimidas sin mediación del proletariado, y por lo tanto, sin mediación de sus órganos de autodeterminación ni de su impulso consciente.

En estas condiciones, el “marxismo leninismo” distorsionado desarrolló también otra aberración teórica: la de “revolución socialista”. Para Marx, la revolución era solamente revolución proletaria, y por las medidas anticapitalistas que ésta tomaría, llevaría a largo plazo al comunismo, es decir, a la sociedad sin clases sociales ni Estado.

En el concepto de “revolución socialista”, lo que se entierra es justamente el carácter necesariamente proletario de la revolución, mientras se da a entender que el socialismo puede ser resultado de un decreto fundacional, cosa absolutamente falsa y que ignora el carácter complejo de las relaciones sociales de producción.

Todas estas cuestiones pueden ser fácilmente observadas en el cuerpo teórico creado por el maoísmo, el guevarismo y demás tendencias tercermundistas.

Con ellas es coherente, además, la metodología propuesta por el Che Guevara de crear un foco guerrillero que “genere las condiciones” para un levantamiento campesino y urbano dirigido por éste. Esta propuesta jamás pasó la prueba de la historia en contextos urbanos e industriales desarrollados, ya que el proletariado, por sus características, posee una dinámica propia que lo lleva a no participar masivamente en procesos que no tengan como punto de partida su propia actividad independiente, y en particular la lucha gremial. El método foquista llevó, además, a la formación en Cuba de un Estado burocrático desde el comienzo, que de ninguna manera abrió el camino al comunismo (cosa que por otro lado, tampoco era posible mientras la revolución quedase aislada).

La formación histórica de la capa burocrática y de su modo de producción


Para entender todas estas cosas, es necesario hacer una recorrida histórica por los orígenes de la capa burocrática y de su modo de producción asociado.

En octubre de 1917, se dio en Rusia el más profundo proceso revolucionario ocurrido hasta el momento en la historia.

El proletariado y el campesinado, organizados en asambleas y consejos de delegados (soviets), y en medio de una masiva huelga general, comenzaron a pronunciarse a favor de la toma del poder. Removieron a las direcciones reformistas, poniendo en su lugar al Partido Bolchevique, el único que había sostenido firmemente la necesidad de derrocar al gobierno provisional burgués y establecer un gobierno obrero-campesino. Bajo la dirección de este Partido, se levantaron insurreccionalmente, destruyeron al Estado zarista y dieron lugar a la formación de el primer Estado obrero de la historia (segundo, si se considera a la efímera Comuna de París), no sin batirse antes a muerte con los ejércitos blancos de la contrarrevolución y la intervención imperialista, en lo que fue conocido como Guerra Civil Rusa. El carácter proletario de este Estado se hace evidente en su misma denominación: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Luego el adjetivo “soviético”, de la mano de la reacción estalinista, pasaría a nombrar exactamente a su contrario.

Pero esta revolución proletaria no podía abrir el camino al comunismo si no se extendía también a las potencias capitalistas. Mientras el proletariado ruso se desangraba en la Guerra Civil, la revolución era también aplastada en Alemania, Italia, Hungría, etc.

El aislamiento que de ello se desprendió, sumado a las dificultades específicas de un país periférico, de economía muy atrasada y enorme mayoría campesina, llevaron a que el Partido Bolchevique (renombrado Partido Comunista) debiera ir progresivamente suprimiendo la democracia obrera y militarizando la producción y la vida social en general, lo cual tuvo como consecuencia la formación de una capa burocrática. En estas condiciones fue que la camarilla reaccionaria de Stalin pudo hacerse con el control del Partido Comunista, dando lugar a la liquidación de enormes conquistas revolucionarias. Como un cáncer, el estalinismo devoró “desde adentro” todo vestigio de dictadura del proletariado, inaugurando la dictadura de esa capa burocrática.

De esta forma, la única revolución obrera y soviética triunfante de la historia dio lugar al surgimiento de la capa burocrática y, con ella, del modo burocrático de producción, es decir, de la economía planificada sin protagonismo de multitudes y con una capa privilegiada que, al igual que en el capitalismo, se enriquece gracias la extracción de plusvalía en el proceso productivo mismo y sin coerción interna (a diferencia de la esclavitud).

Esta anomalía histórica solo pudo ser posible gracias, por un lado, a la fuerza titánica de la revolución proletaria (que pudo transformar radicalmente las relaciones sociales de producción), y por el otro, a las condiciones objetivas adversas nacionales e internacionales, aunque también motivada probablemente por algunas concepciones poco dialécticas del bolchevismo (lo que no implica negar su importantísimo rol en la revolución rusa y la validez de muchas de sus enseñanzas sobre el Partido).

La situación de esta capa burocrática era muy particular, ya que, si bien dominaba de hecho la producción y la vida social en general, y se enriquecía gracias a ello, no poseía ninguna garantía jurídica y cultural de sus privilegios, por la ausencia de propiedad privada y de otras formas de institucionalización (como lo eran, por ejemplo, en el modo feudal, los fueros personales como títulos nobiliarios, etc.).

De esta forma, los miembros de la capa burocrática no tienen asegurada su posición dominante, por lo cual su principal preocupación va a consistir siempre en perpetuarse, lo cual sólo es posible mediante el terrorismo estatal y el control rígido y verticalista de la vida social en general y de la producción en particular.

Necesitan, además, de una figura fuerte que pueda disminuir las tensiones internas de esa capa y oscurecer su existencia ante los ojos de las multitudes, presentándose como caudillo. Esto empalma con la lógica necesidad de dirigentes fuertes en todos los grandes procesos, pero transformando cualitativamente su contenido. Así, Stalin se ganó su lugar entre la capa burocrática soviética, usando el simbolismo de la figura fuerte de Lenin para erigirse como máximo dictador, creando a su alrededor una mística paternalista.

Allí donde las masas anónimas encuentran dificultades para asumir la dirección de sus propios asuntos (en el caso cubano, por la ausencia de un proletariado con organismos de autodeterminación), se genera una expectativa mesiánica alrededor de los dirigentes fuertes, que ya sienta las bases para su transformación dictatorial en Primer Burócrata. Este es claramente, el caso de Fidel Castro y Mao Tse Tung, y por extensión, del Che Guevara, que además tuvo la mala suerte de ser tomado como referente hollywoodense del marketing de la “juventud rebelde”.

Este modelo burocrático estalinista fue copiado en las revoluciones de posguerra por partidos-ejércitos separados del proletariado y sus organismos, que dirigiendo masas campesinas (carentes de organismos de autodeterminación) impulsadas por la demanda de reforma agraria y libertades democráticas, llegaron al poder político, expropiando a la burguesía y deviniendo luego ellos mismos como la nueva capa dominante. En el caso de Cuba, esto no se dio desde un inicio, sino que la revolución adquirió un carácter burocrático y no meramente nacionalista campesino en la medida en que necesitaba expropiar los resortes principales de la economía para completar esas tareas, y que requería asociarse con la economía de la URSS para desarrollar sus fuerzas productivas y defenderse militar y diplomáticamente.


El Che y la capa burocrática


Si bien el Che Guevara repudió siempre los privilegios de la capa burocrática, no comprendió nunca que la única forma de evitarlos es, por un lado, con la vida política y social en manos de los organismos de autodeterminación de masas (como en la Comuna de París), y por otro lado, con la gestión obrera de la producción, y que ambas cosas requieren del protagonismo de un proletariado moderno que pueda arrastrar a todas las capas oprimidas, por las razones antes mencionadas.

Su crítica de la URSS era en tanto “socialimperialismo” y en tanto continuación del reino de la ley del valor, que él pretendía eliminar idealísticamente mediante la creación de un “hombre nuevo” en base a la educación y el ejemplo. Esta pretensión resulta claramente utópica cuando se tiene en cuenta que la ley del valor no puede dejar de regir en un lugar aislado del mundo, y mucho menos en uno escasamente industrializado, subsidiado por una economía muchísimo mayor (la URSS), y dependiente de la agricultura. El “hombre nuevo”, en ese contexto, sólo puede ser utilizado por la capa burocrática como legitimación del “trabajo voluntario” y demás formas de extracción de plusvalía.

(continuará...)