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Palabras Rojas
 
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jueves, diciembre 21, 2006

Sobre el 19 y 20 de diciembre de 2001

¿Qué fue lo que pasó el 19 y 20 de diciembre de 2001?

«¡El orden reina en Berlín! », proclama triunfante la prensa burguesa (…) «¡El orden reina en Berlín!», ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya «se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto» y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas:

¡Fui, soy y seré!

Rosa Luxemburgo, El orden reina en Berlin, 1919

Hace cinco años, en nuestro país, una revuelta popular sacudía violentamente la normalidad de la vida enajenada y socavaba algunas de sus más básicas condiciones de reproducción.

Existen muchas visiones y versiones sobre estos sucesos.

Desde el enfoque de varios sectores de la clase dominante, ni siquiera habría existido tal revuelta, y se habría dado simplemente una “represión trágica” a una “manifestación” que, junto a la crisis económica, habrían provocado “el fin de un gobierno”, a juzgar por las pequeñas notas publicadas por el diario Clarín y La Nación en ediciones impresa y digital el día de hoy (que curiosamente, coinciden en ambos diarios en recalcar el hecho de la “recuperación económica” y el “crecimiento industrial”, tal vez para intentar borrar en sus lectores el amargo recuerdo de los días en los que el poder enajenado no pudo ya controlar a las multitudes).

Desde el enfoque del sector “progresista” de la clase dominante, habría sido una “movilización popular espontánea que puso en tela de juicio un modelo económico, un sistema político y los paradigmas que habían primado durante tres décadas”, al menos según el diario Página/12 del día de hoy. Pero se cuida también este diario de dejar muy en claro unas cuantas cosas, que desnudan su ideología tibiamente reformista (es decir, esencialmente conservadora, porque es más lo que pretende conservar que lo que aspira a reformar): “La democracia ya es inconcebible como un mero agregado de instituciones armoniosas; recupera su condición de contrato político y social, su status como ejercicio vivo y dinámico de la soberanía popular. Con las elecciones periódicas como eje del sistema y con el conflicto social pacífico y legalmente regulado como alimento imprescindible de su legitimidad” (en oposición a “las ‘minorías intensas’ que pretenden imponer su verdad y su concepto de justicia por sobre la voluntad mayoritaria de la sociedad”).

Coincide en esto Página/12 con los otros medios: más allá de si los sucesos del 19/20 hayan sido reivindicables o no, está claro que de ninguna manera se debe permitir a las multitudes cuestionar al Estado mismo, a las sagradas elecciones –como supuesta expresión de la “voluntad mayoritaria”-, al pacifismo social, a la legalidad, etc., en definitiva, a las reglas de juego que impone el poder enajenado. Las “minorías intensas” seríamos los desacatados que nos negamos a subordinarnos a un sistema que no surge de nosotros mismos sino de una minoría privilegiada…

También sostiene Página/12 en el mismo artículo: “en rigor, los climas revolucionarios nunca duran mucho: terminan porque hay que ‘volver al trabajo’, a las rutinas, a los días grises de la normalidad. Lo que diferencia a los estallidos populares entre sí es el paisaje social que les sobrevive”.

Pero ¿qué quiere decir Página/12 con todo esto? Para este diario, en el mejor de los casos, los “climas revolucionarios” se distinguirían por sus consecuencias prácticas, con lo cual la praxis revolucionaria concreta no existiría. Para Página/12 probablemente carezcan de valor la formación de soviets en la Rusia de 1905 y 1917, las colectivizaciones de la Guerra Civil española de 1936, la ocupación de fábricas y facultades del mayo francés de 1968 y la negación práctica de la enajenación que conlleva cada una de ellas. Seguramente resaltará de ellas únicamente sus consecuencias: el estalinismo, el triunfo del franquismo y la restauración de la legalidad francesa. De esta manera se ahorra la molestia de tener que reconocer la existencia de toda una historia revolucionaria, paralela y contraria a la historia de la dominación, de sus aparatos y sus caudillos (reconociéndola a lo sumo como puntos de inflexión disconexos y vacíos de su contenido real). Muy felices están los intelectuales reformistas estilo Página/12 de todo el mundo, sabiendo que tarde o temprano la turba iracunda volverá al trabajo y a los días grises de la normalidad, es decir, a la rutina enajenada de la sociedad enajenada, porque saben que de esa manera podrán mantener sus privilegios de eternos profetas de la transformación “gradual y pacífica”, de guionistas del espectáculo social, y mejor aún, de empresarios y políticos que son muchos de ellos. Ni siquiera hace falta mencionar que igualmente feliz está también todo el resto de la clase dominante, a la que le hacen el favor de alejar esas ideas “alegremente subversivas” de millones de cabezas.

Pero estas no son todas las versiones. Podemos encontrar fácilmente en miles de volantes y prensas, la caracterización de los hechos que realiza el ala izquierda de la política enajenada, formada principalmente por partidos pos-bolcheviques. Este enfoque varía según el grupo en cuestión, pero en general, coincide en considerar al “estallido” como una especie de 1905 ruso, es decir, como un movimiento revolucionario o pre-revolucionario más o menos espontáneo, llevado a cabo por una masa de “trabajadores” incapaz de dirigirse a sí misma, que por lo tanto requeriría de un Partido que la guíe a la victoria.

Además de ser esta la única medicación que conoce la izquierda enajenada para todas las enfermedades, resulta visiblemente falaz, y a la vez esconde su concepción completamente alienada de la dinámica social, del movimiento de multitudes y de los procesos revolucionarios.

Ante el indiscutible argumento de que, de hecho, participaron decenas de partidos pos-bolcheviques de todas las tendencias (pos-trotskistas, pos-estalinistas, pos-maoístas, etc.) en el movimiento asambleario de diciembre de 2001, ellos suelen responder que los partidos existentes, o bien no eran “lo suficientemente grandes”, o bien no poseían “la línea acertada”, o bien acusan cada uno a los otros de sabotear su accionar dirigente, o peor aun, responsabilizan por el “fracaso” al “prejuicio antipartidario y macartista” de las “masas” que no se quisieron dejar guiar por la vanguardia…

Los cuatro argumentos son de por sí ridículos. Empezando por el primero de ellos, y aún sin cuestionar la lógica enajenada que le subyace, se lo puede refutar fácilmente: es cierto que los partidos pos-bolcheviques fueron muy minoritarios en las asambleas populares (y en general lo son también en todos los ámbitos, excepto tal vez entre los circulos militantes), pero lo que jamás se detendrán a analizar es que este problema no es gratuito, sino que se debe a una razón muy profunda, que es el total desprecio que sienten las multitudes por esos grupúsculos proféticos alienados, autistas, anacrónicos, dogmáticos, soberbios, sectarios y burocráticos, y que no proviene del "macartismo", de la indiferencia ni de los "prejuicios pequeñoburgueses", sino simplemente de la imposibilidad humana de tolerar la terquedad de sus sermones, la arrogancia de sus intentos de copar todo desde arriba, el infantilismo de sus peleas internas, la turbiedad de sus maniobras, etc. ¿Qué clase de “partido de masas” esperan construir en esas condiciones?. El tercer argumento no necesita ni siquiera una respuesta, por la poca seriedad y la mucha inmadurez de su contenido.

Pero ahora sí, para responder a los cuatro argumentos de conjunto, y analizar en profundidad la lógica enajenada que posee dicha izquierda en todos sus aspectos, es necesario dar una última versión y visión de los sucesos, que es en este caso la del autor de esta nota.

El movimiento popular iniciado en diciembre de 2001, que fue progresivamente entrando en reflujo a lo largo del año siguiente hasta prácticamente desaparecer, fue muy complejo y heterogéneo, y ninguna caracterización de una carilla lo puede explicar en profundidad. A grandes rasgos, se podría decir que tuvo sus antecedentes en las luchas sociales de las dos décadas posteriores la dictadura militar, en especial en las del movimiento piquetero surgido a mediados de los noventa. Sus desencadenantes fueron: el corralito bancario impuesto por el gobierno aliancista y su ministro Cavallo, los saqueos provocados por la desesperación popular –aunque iniciados probablemente por alguna fracción del Partido Justicialista, pese a que después se le fuera de las manos-, y finalmente el Estado de Sitio impuesto por el gobierno en respuesta a todo lo anterior. Los primeros en salir a la calle la noche del 19 fueron los ahorristas perjudicados, pero se le sumaron rápidamente decenas de miles, tal vez inclusive cientos de miles de personas de todas las edades, en especial de clase media, cantando “¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”. Comenzaron los enfrentamientos con las fuerzas represivas, que se prolongaron todo el día siguiente y se repitieron por algunas semanas. Esa misma noche renunció Cavallo, y en la tarde del 20 lo hizo también el presidente De la Rúa. A los combates callejeros se sumó el movimiento piquetero de las barriadas pobres, junto a cientos de jóvenes de todas las clases. Se formaron rápidamente Asambleas Populares en todo el país, especialmente en los barrios de clase media y media alta, mientras que en las barriadas populares crecían vertiginosamente las distintas agrupaciones piqueteras (muchas de ellas también asamblearias). Ambas alas del movimiento se sentían unidas y lo manifestaban con la consigna ¡Piquete y cacerola, la lucha es una sola! Luego de las jornadas del 19 y 20, el movimiento persistió multitudinariamente hasta la designación del presidente Eduardo Duhalde, previa designación y renuncia de los presidentes Puerta, Rodríguez Saa y Camaño. Sus consignas eran principalmente la renuncia de la corte suprema y la devolución de los ahorros, pero subyacían motivaciones mucho más profundas. Luego de la designación de Duhalde, las Asambleas Populares comenzaron a retroceder, mientras que siguieron firmes las agrupaciones piqueteras, teniendo estas su pico de convocatoria el 26 de junio de 2002, en el corte al Puente Pueyrredon que fue reprimido con balas de plomo.

Como se puede observar, la composición del movimiento real y concreto de diciembre 2001-primera mitad de 2002 era muy heterogénea, tanto en clases sociales como en edades, ideologías, experiencias militantes, etc. Era este el sujeto de la revuelta popular, y no la masa amorfa de “trabajadores” que pretende la izquierda enajenada, categoría ideal que le sirve para despojar de subjetividad a las multitudes y ponerse a la cabeza de ellas.

Tanto las Asambleas Populares como las agrupaciones piqueteras asamblearias (como los M.T.D., etc.) significaban en la práctica (y llevaban al mismo tiempo como ideología) una negación de la escisión que realiza el sistema entre intelectuales dirigentes (sujeto) y masa dirigida (objeto), y que la izquierda enajenada reproduce sin el menor cuestionamiento, bajo el esquema “profesionales revolucionarios organizados en Partido – masas subordinadas al Partido directamente o a través de los sindicatos, soviets y demás organizaciones dirigidas por el Partido”. El movimiento asambleario por lo tanto se escapaba completamente a los modelos prefabricados de esa izquierda, y era incompatible desde su esencia con ella.

El movimiento de multitudes como sujeto de su propio pensar-accionar colectivo, con el pleno protagonismo de las bases humanas en las que se sustenta, a través de la organización asamblearia y federalista, sin enajenar el poder de dirección de sí mismo, es en sí (y sin necesidad de ningún ente externo) la realización revolucionaria en la práctica. La autogestión generalizada como horizonte de la revolución social, no es más que la expansión de ese movimiento hasta englobar a toda la sociedad, disolver el aparato de dominación y abolir la estructura social de clases.

Para la izquierda enajenada, lo único revolucionario de las jornadas del 19 y 20 fue la movilización masiva y la ruptura con las expresiones políticas de la burguesía que significó. Para llegar más lejos hubiera sido necesario, según ésta, que el movimiento abandonara esas infantiles-anarquizantes-pequeñoburguesas-macartistas ideas de democracia directa y los prejuicios antipartidarios, para recibir con los brazos abiertos a su vanguardia consciente, que sin ninguna duda lo hubiera llevado por El Correcto Camino (en oposición a todos los demás).

Sin necesidad de aclarar que, de haber existido el tal Partido Revolucionario de masas (imposible por lo descrito anteriormente) y de haber guiado efectivamente al pueblo a la insurrección armada y la toma del poder (también imposible, porque ese “pueblo” estaba muy lejos de querer tomar las armas y de iniciar una guerra prolongada y sin un fin certero, y además carecía de la experiencia, de la organización, de la confianza en sí mismo y de la radicalización práctica e ideológica necesarias para enfrentar tamaña tarea), la consecuencia hubiera sido una dictadura de ese Partido sobre el pueblo, que rápidamente se hubiera vuelto totalitaria, repitiendo la historia de las detenciones y asesinatos de revolucionarios, las represiones a comunas populares, el partido único y sin tendencias, los gulags y finalmente el estalinismo y la contrarrevolución internacional.

Pero a todo esto cabe preguntarse ¿podría realmente el movimiento de diciembre de 2001 haber llegado más lejos de donde llegó, en las condiciones concretas en que se produjo? ¿Podría haberse evitado el reflujo y constituido un factor de contrapoder permanente? ¿Podría haber construido organizaciones estables? ¿Podría haberse radicalizado en la práctica y en la ideología, a tal punto de volverse partidario de su propia expansión a toda la sociedad, unificando a todos los sectores en lucha en un frente compacto, por fuera y en contra de las instituciones del sistema, y movilizando a los que todavía no lo hubieran hecho?

Estas preguntas son muy difíciles de contestar, excepto obviamente para la izquierda enajenada y su elixir partidario, que ya conoce de antemano la respuesta a todos los interrogantes que un ser humano se pueda formular. Se pueden extraer en cambio algunas conclusiones, cuestionables como todo, que puedan contribuir a que los próximos movimientos surjan en mejores condiciones y lleven todavía más lejos su potencial.

Entre ellas está la importancia de formar algunos núcleos permanentes y organizados de militantes (o sea, que sobrevivan a cualquier posible reflujo del movimiento de multitudes y a las circunstancias adversas en general) que, siendo una parte más del movimiento de multitudes (o sea, sin sustituirlo en su centralidad y subjetividad, ni quitarle protagonismo a las bases, ni subordinarlas, ni proclamarse su “vanguardia consciente” ni arrogarse derechos especiales) pueda contribuir con su accionar organizado a superar las falencias del movimiento (aunque obviamente no podría hacer milagros y llevarlo más allá de sus posibilidades reales), bajo la firme creencia de que la emancipación de las multitudes será obra de las multitudes mismas.

Este accionar consistiría en la intervención militante (con respeto, humildad, paciencia, dedicación, diálogo y yendo al ritmo del más lento) en todos los frentes de lucha, contribuyendo (es decir, junto al resto del movimiento, y no por encima suyo) a la creación de contrapoder, a su expansión, consolidación y radicalización (tanto práctica como ideológica), a la unión y coordinación de todos los focos existentes, al estudio y difusión de la experiencia histórica acumulada, al análisis y explicación de los mecanismos de dominación del sistema, entre otras tareas similares, que por supuesto no serían infalibles.

Estos núcleos serían por lo tanto organizaciones específicas, en tanto su objetivo específico sería la proyección (a partir de la contribución a su desarrollo, y a su surgimiento cuando directamente no existiera) del movimiento real de las multitudes hasta alcanzar la autogestión generalizada de la sociedad. Por lo tanto, deberían estar formados exclusivamente por partidarios firmes y convencidos de la auto-emancipación. Sus tareas de contribución se diferenciarían diametralmente de las tareas de dirección que sostiene como necesarias la teoría bolchevique, en que las primeras apuntarían al desarrollo del movimiento como sujeto, mientras que las segundas pretenden su subordinación como objeto.

A diferencia del bolchevismo y su Partido Revolucionario, las organizaciones específicas no necesitan imponerse una sobre las otras para imponer “la línea correcta”, en primer lugar porque no existe tal cosa, y en segundo lugar, porque su objetivo es mucho más humilde, y se puede llegar a él con mucha más facilidad colaborando mutuamente que atacándose entre sí. En este sentido, resulta siempre muy productiva la coordinación de todas las organizaciones específicas, y de ser posible (y conveniente en la coyuntura en particular) su federación y hasta su fusión en una sola gran organización que pueda dar toda su fuerza al movimiento de multitudes.


Alegre Subversión, 20 de diciembre de 2006 (http://alegresubversion.blogspot.com/)

viernes, noviembre 24, 2006

Un breve zapping por la televisión

-una modelo murio de anorexia.

la modelo. modelo de persona. modelo de lo que la burguesia cree que tiene que ser una persona. modelo, mercancia, linea de montaje, produccion en masa. modelos que la burguesia produce y vende. productos de mala calidad, obsolecencia programada. modelos que duran poco. modelos que mueren, mercancias que colapsan. crisis de sobreproduccion. gente que se muere de hambre porque le falta para comer, modelos que mueren de hambre porque les sobra para comer. desnutricion y comida que se arroja al mar para que no bajen los precios.modelos, mercancias, burguesia, produccion, sobreproduccion, desempleo. robotizacion. modelos virtuales. modelos de plastico. plastico, petroleo, guerra. bombas. modelos virtuales de bombas, de mala calidad, que se sobreproducen y mueren...

- el futbol se suspende por la violencia.

violencia en el futbol. barrabravas. barrabravas reprimiendo trabajadores en el hospital garrahan. barrabravas financiadas por los clubes. barrabravas que aprietan, que pegan, que roban, que venden droga. narcotrafico. barrabravas en los sindicatos. patotas sindicales que se agarran a tiros en san vicente. patotas sindicales que le pegan a estudiantes. policias que dejan a los barrabravas hacer. policias que protegen a los barrabravas. policias que aprietan, que pegan, que roban, que venden droga. narcotrafico, la bonaerense, duhalde, kirchner. la guerra contra el narcotrafico. la guera contra el terrorismo. la guerra, mas bombas. fuerzas armadas, dictadura, julio lopez desaparecio. ¿julio lopez era un violento del futbol? ¿algo habra hecho?

- hablan los trabajadores golpeados del hospital frances

huelgas, sistemas de salud en quiebra. huelgas de docentes. huelgas petroleras. policia muerto en pueblada. pueblada desencadenada por represion policial. villeros toman tierras. la policia reprime. la policia, al servicio de la comunidad... "puede ser que hayan sido policias en actividad", dice un gobernador, sobre una desaparicion. represion a una huelga en el subte. tercerizados, precarizacion, flexibilizacion laboral, reforma laboral, coimas en el senado. ingobernabilidad. revuelta en oaxaca. represion policial. la policia lo busca a julio lopez. ¿2 meses ya? no hay indicios de julio lopez...

- con este producto su vida cambiara, las mujeres le daran bola, y no dejara de tener exito... llame ya!

propaganda, mercancia. fabricas. huelga en las plantas de coca-cola en colombia. paramilitares a sueldo de la patronal acribillan a sindicalistas. narcotrafico. la actividad economica que mas rapido crece. las favelas de brasil, el ejercito del PCC. las villas miserias de argentina, el paco causa estragos en los suburbios. los suburbios de paris estallan de nuevo. inmigrantes ilegales. construyen muro en eeuu para evitar la inmigracion ilegal. autos en llamas. el auto que cambiara su vida, que hara que las mujeres le den bola y que no deje de tener exito. el granizo abolla los autos. granizo, cambio climatico, el katrina. calentamiento global, emision de gases industriales, las papeleras de gualguaychu. protocolo de kyoto. empresarios, fabricas, mercancias, propagandas... policias, paramilitares, barrabravas... ¿el barrabrava es un modelo? ¿un paramilitar cambiara mi vida y hara que las mujeres me den bola? ¿o habra que fumar paco y salir a quemar autos?¿y si quemamos el bar?

- escena de pelicula: un joven en el bar fuma y observa a las mujeres bailar.

el cigarrillo. el cancer de pulmon. el bar, los movimientos mecanicos, la escena prefabricada. musica electronica. ocurre en nueva york, o en villa carlos paz, no se puede distinguir. el joven modelo, la propaganda, la mercancia, el alcohol. el conductor alcholizado del camion arrolla a los pibes del viaje escolar. la creamfields, la droga, el narcotrafico. las mujeres-objeto-sexual-obsolecencia programada- anorexia- produccion en masa- plastico-petroleo-guerra-bombas... ¿quien es el que baila? ¿el obrero acribillado de colombia? ¿julio lopez? ¿y quien es el que observa? ¿el paramilitar, el barrabrava, o George Bush?

- un punga argentino como el dulce de leche le choreo la billetera a la hija de bush

la inseguridad, blumberg. "los negros de mierda (que no quieren trabajar, que no me dejan a ir a trabajar, que no estudian, que no me dejan estudiar, que queman autos en paris, que fuman paco, que emigran a eeuu, que se dejan morir de hambre ¿se creen que son modelos?)". las favelas...la mano dura, las torturas en la comisaria... "nuevos vientos soplan el latinoamerica", dice un tal kirchner, candidato de un tal duhalde... kosteki y santillan, asesinados por la policia... teresa rodriguez, anibal veron, victor choque, los mas de 30 de diciembre 2001... el oso cisneros, asesinado por un vendedor de drogas... walter bulacio... la causa que prescribe... la amia, iran, el libano, la guerra, el petroleo... pero ¿quien le pungueo la billetera a la hija de Mr. Petroleo? ¿Duhalde, Bin Laden, Rafa di Zeo, D'elia, o el mismisimo Blumberg?


me harte del zapping. estoy mareado. tengo ganas de vomitar. no pude resistir el impulso, tuve que tirarle un ladrillazo a la television...

lunes, noviembre 06, 2006

El poder enajenado


1)
¿Qué tienen en común la dominación estatal y la esclavitud?

El poder enajenado. Si el esclavo es un ser humano al que se le quitó la posibilidad de decidir sobre su propia vida, la sociedad estatizada es la comunidad de seres humanos a la cual se le arrebató el poder de dirigir su propio destino. En ambos casos, un individuo o una clase social expropió la capacidad de gobierno de otro individuo o de multitudes enteras. El poder de decisión está entonces enajenado, sacado de su natural y legítimo propietario, y cristalizado en las clases dominantes mediante el aparato represivo del Estado y sus simbiontes.

2)
¿Qué diríamos si al esclavo se le diera la posibilidad de elegir a su amo entre una determinada cantidad de opciones, y se le otorgaran ciertan "libertades" y "garantías" muy relativas que se cumplan solo a medias, cuando no directamente se incumplan de la manera mas descarada?

Diríamos que la esclavitud es "democrática" "republicana" y "representativa".

3)
La dominación estatal "democrática" es tan hipócrita como la hipotética esclavitud de las mismas características. Podemos elegir gobernantes entre una determinada cantidad de partidos, de los cuales uno o dos fueron elegidos ya de antemano por la burguesía y sus nuevos sumos sacerdotes, los medios "de comunicación". Estos gobernantes, además de no tener ningún poder real de decisión sobre la economía (elemento indiscutiblemente central de la vida social), tampoco lo tienen sobre el aparato mafioso del mismo Estado al que dirigen, que actúa por su propia cuenta. Ni siquiera tienen poder real sobre los partidos que los llevan al gobierno, que son financiados y dirigidos por la burguesía.

De cualquier manera, tampoco tenían intenciones de contrariar su voluntad: su único objetivo es pilotear la maquinaria represiva estatal para permitirle a los amos obtener una máxima ganancia y una libre utilización de ella, contribuyendo a disminuir los roces entre los distintos sectores de la clase dominante, a ganarse la aceptación de la población, y golpeando de manera implacable y con un solo puño a todo movimiento realmente subversivo de las multitudes que lo haga peligrar, entre otras funciones similares.

4)
La esclavitud "democrática" también existe, y se llama trabajo asalariado. Se le otorga al nuevo esclavo una libertad condicional de media jornada, o de dos tercios en el "mejor" de los casos. Pero además, este puesto de explotación no está garantizado: el aspirante a esclavo deberá ser elegido entre decenas y hasta cientos de personas en su misma situación, de las cuales una cantidad importante jamás lo logrará, y deberá resignarse a la desocupación crónica y a la miseria

5)
Hubo una época en la que los asalariados se rebelaban, aunque más no fuera para negociar unas menos insoportables condiciones de esclavitud. Construían para eso sus organizaciones de resistencia, las asociaciones, sociedades, sindicatos, etc.

Pero estas también fueron enajenadas, y el sistema las integró para canalizar mediante ellas todo posible descontento en el lugar de trabajo. Los sindicatos que se negaron a ser subordinados, los anarco-sindicatos y del sindicalismo revolucionario (más tarde re-elaborado como sindicalismo clasista), fueron aplastados por la represión estatal.

Ahora, para exigirle al poder enajenado patronal, hace falta recurrir al poder enajenado burocrático de los sindicatos.

6)
Pero la burguesía no es el único sujeto social capaz de enajenar el poder propio de la sociedad.

Sectores que alguna vez pertenecieron a las clases explotadas, o que se lograron montar sobre sus movimientos, o que organizaron los suyos propios, consiguieron tomar para sí el poder de las organizaciones independientes. Esta enajenación "independiente" se llama burocracia, burócratas son las que la realizan, y burocrático es todo lo relativo a ellos.

7)
En ciertos períodos históricos, las clases explotadas en movimiento construyeron otro tipo de organizaciones, los consejos o soviets. Con el más amplio protagonismo de multitudes y una organización asamblearia y federalista, de abajo hacia arriba, lograron poner en jaque a todo el sistema.

Sólo una oleada de ellos logró resistir la represión estatal, la acción contrarrevolucionaria de los partidos y sindicatos burocráticos, los intentos de integración, etc. Fueron los soviets de Rusia, en 1917. Pero pese a su toda su fuerza y vitalidad, no pudieron o supieron frenar su propia burocratización.

En el famoso octubre rojo de ese mismo año, no fueron las multitudes auto-organizadas las que tomaron el poder, sino sus propios soviets ya burocratizados, piloteados desde arriba por el Partido Bolchevique. De cualquier manera, durante algunos meses conservaron un grado importante de protagonismo y de autogestión, mientras que el P.B. construía su propio aparato represivo, usándolo contra los mismos sectores revolucionarios que se negaban a ser subordinados a un poder ajeno.

La autogestión y el poder enajenado bolchevique, incompatibles por esencia, entraron en guerra abierta en la represión del soviet aún autónomo de Kronstadt por parte del gobierno mal llamado "comunista". León Trotsky, quien luego se convertiría en el paladín internacional de la lucha contra el stalinismo, fue el encargado de ordenar la matanza contra los comuneros sublevados. Ocupaba así el mismo lugar del general Thiers, quien ahogara en sangre la gloriosa comuna de París...

El resto de la historia es conocida: el burócrata Lenin murió, Stalin tomó el poder, y no hizo más que completar lo que el Partido Bolchevique ya había comenzando: destruir todo vestigio de autogestión y protagonismo de multitudes, fortalecer el Estado totalitario y torturar y asesinar a todo el que se atreviese a levantar la cabeza. Si alguna vez fue cierto que U.R.S.S. fueran las siglas de "unión de repúblicas socialistas soviéticas", sin duda dejó de serlo definitivamente bajo el stalinismo.

8)
Bajo la dictadura bolchevique sobre el proletariado, mal conocida como "dictadura del proletariado", la burocracia de las organizaciones populares comenzó a conformar una clase social, la nueva directora del aparato del Estado. Esta clase social burocrática ocupó rápidamente el lugar que dejó vacante la burguesía al ser expropiada, contando con sus mismo privilegios, etc. Su expresión política fue el stalinismo, que se encargó de representarla ante el mundo capitalista. Se convirtió muy pronto en una fuerza contrarrevolucionaria internacional, que tenía pactada con la burguesía la conservación de la sociedad de clases y de la propiedad, ya sea en su versión privada o estatal.

En 1936, en España, el stalinismo fue el más esforzado gendarme de estas, poniéndole especial empeño en destruir la grandiosa obra de las colectivizaciones y socializaciones que las multitudes llevaron a cabo en el marco de la guerra civil contra el fascismo. Para esta tarea estrenaron un modo de accionar muy curioso: la colaboración con la burguesía en el seno del Estado republicano, tanto en su dirección como en su aparato. Burocracia y burguesía compartían un mismo aparato represivo, para aplastar al movimiento revolucionario.

Si bien la guerra fría impidió que esta colaboración de clases dominantes se diera de una manera tan descarada, continuó luego de otras formas. El mundo de posguerra presentó entonces tres factores enajenantes: la burguesía, la burocracia "soviética" (tanto en su versión rusa como china), y la burocracia independiente de cada organización. No es extraño por lo tanto que el estallido de mayo de 1968 en Francia haya sido por fuera y en contra de todas las organizaciones preexistentes, reivindicando la autogestión de todos los aspectos de la vida, y negando todas las formas de enajenación.

9)
¿Y cómo es posible enajenar el poder de las multitudes?

Hay dos formas: una, mediante la coerción física: el látigo. Otra, más compleja, requiere de la progresiva o inmediata delegación del propio poder de las personas a otros (que es muy distinta a la delegación de aspectos concretos que requiere toda organización para funcionar, ya que la segunda es parcial, acotada, activa y controlada, mientras que la primera es total, generalizada, pasiva y expectante).

Lo más común es que la delegación y la coerción se alimenten mutuamente, cristalizando el poder enajenado e interiorizándolo en las multitudes.

10)
¿Cómo se puede evitar la enajenación del poder?

Siendo protagonista pleno de la propia vida y de la vida social. No hay otra forma. El aspecto coercitivo se combate mediante la violencia organizada de las multitudes.

11)
La autogestión resurge de forma espontánea, ahí donde haya poder enajenado. Normalmente se disipa antes de lograr dejar ninguna huella. Pero en otros casos, queda profundamente marcada en la memoria colectiva: ahí tenemos el diciembre de 2001 argentino, con las asambleas populares, los piquetes, las fábricas recuperadas, los centros culturales autónomos, la expropiación popular de mercancía ("saqueos"), las ocupación de edificios, el crecimiento de todas las organizaciones y la formación de nuevas, etc.

miércoles, octubre 25, 2006

No hay reforma posible: El Estado

¿Qué diferencia a la izquierda del "progresismo" de centro-izquierda y de centro?
Un punto central: para la izquierda, no hay reforma posible en el marco de este sistema.
Desde estas páginas, Alegre Subversión pretende contribuir a demostrarlo, empezando por la cuestión del Estado.

Se nos dice, desde que entramos a la más básica célula de lavado de cerebros, o sea la escuela primaria, que el Estado es "lo que pone órden a la sociedad", lo que "evita los conflictos entre las personas", la organización que "garantiza el bien común". Durante todas nuestras vidas nos llenan la cabeza con ideas parecidas, que se podrían resumir básicamente como "el Estado es lo bueno", "la ley es lo bueno", y lo que no cumple con la ley y con el Estado es "lo malo".

Pero nada de esto se corresponde en lo más mínimo con la realidad, o al menos, con la visión de la realidad que muchos tenemos.

El Estado es, desde la perspectiva de la izquierda (y en especial de la izquierda libertaria), un aparato dictatorial, mediante el cual la clase social dominante dirige a la sociedad, más allá de las formas que tome en cada situación histórica concreta.

La mayor mentira es la que afirma que sin Estado no se puede organizar una sociedad. Esta afirmación "olvida" las miles de formas de organización comunitaria, comunal, cooperativa y autogestionaria que existieron a lo largo de la historia, basadas en el protagonismo de todas las personas, en la propiedad colectiva, en la toma colectiva de decisiones, en la organización también colectiva del trabajo y de la vida en general, en la crianza y educación colectiva de los niños, etc. y al mismo tiempo, en el más pleno respeto a la individualidad y la libertad de cada uno dentro de los márgenes de la vida comunal (o sea, permitiendo todo aquello que no atente contra el bien común, desmitiendo la idea de que sociedad e individuo son contradictorios).

El Estado surge justamente como negación de esa forma de vida, como disolución de la comunidad, como enajenación del poder de las personas, como esclavización y como dictadura. Esa es su esencia, inalterada a lo largo de la historia, por más que se haya reconfigurado y adquirido nuevas características.

Una de las grandes transformaciones que atravesó el Estado fue la que, dejando atrás el sistema feudal, desarrolló progresivamente la propiedad privada del dinero, del comercio y de los medios de producción, dando origen al sistema capitalista.

La propiedad emana siempre del Estado, sea cual sea su forma concreta, porque es el Estado el que garantiza, en última instancia, mediante la coerción y la represión, el "derecho a poseer", al igual que todos los otros derechos. Los derechos deben entenderse como permisos y garantías que el Estado, en tanto maquinaria represiva, le otorga a ciertas personas y grupos.

La propiedad privada de los medios de producción, del dinero, del comercio, y más tarde de casi todo los bienes materiales (e inclusive muchos de los inmateriales), es el permiso y al mismo tiempo la garantía que le da la máquina dictatorial del Estado a ciertos grupos de personas para que gestionen la economía, a cambio de dejarlos gozar de enormes beneficios.

La clase social que surgió de ese permiso, la burguesía, se volvió tan fuerte que empezó a reemplazar a la nobleza en la dirección del Estado, construyendo su propio aparato dictatorial. Con el capital acumulado desarrolló las enormes fábricas, que generalizaron a su vez al trabajo asalariado como nueva forma de esclavitud, esta vez acotada al tiempo que el obrero pasara adentro de ella (que en esa época, podía llegar a las tres cuartas partes del día, o sea, una esclavitud al 75 por ciento, y teniendo en cuenta además que los ínfimos salarios condicionaban –y siguen haciendo- a los trabajadores aún fuera de sus trabajos)

Con el trabajo asalariado comenzó también la revuelta de los asalariados, y uno de las principales funciones del naciente Estado burgués fue reprimirla de forma sanguinaria, amontonando cadáveres obreros junto a los de las otras clases que también se rebelaban (campesinos, pequeños comerciantes, etc.)

El Estado burgués capitalista fue modificándose, a medida que se transformaba el modo de vida, el modo de producción, y todos los aspectos de la sociedad en general. Pero nunca perdió, ni puede perder, su esencia, su naturaleza de clase, y su naturaleza de conservación y reproducción de la sociedad de clases.

En su forma actual, el Estado burgués capitalista tiene varias características que vale la pena resaltar, para mostrar cómo no es posible reformarlo, y cómo no es posible por lo tanto reformar la sociedad que dirige sin tirarlo abajo.

En primer lugar, hace falta desmentir la falsa dicotomía entre Estado y Mercado (entendido como el conjunto de empresas que gestionan la economía) que plantea el liberalismo, apropiándose de una retórica libertaria para ocultar que en realidad, el Estado no es enemigo de la propiedad privada sino su garante. Las empresas no son entes ajenos al Estado: son sus apéndices, a él le deben su existencia. Los políticos, los funcionarios y los dirigentes del Estado en general, no son los enemigos de la burguesía (en tanto clase dominante), son parte de ella y le obedecen. No es de extrañar que una gran cantidad de políticos sean a la vez empresarios, y que muchos de los grandes empresarios hayan realizado carrera política.

Por eso, es completamente erróneo el planteo reformista, tanto socialdemócrata, "progre" como intervencionista, de que el Estado pueda o quiera ponerse duro con las empresas. Sólo lo hace cuando la situación se lo obliga, y para eso tienen que dar muchas condiciones muy específicas que hoy en día no se dan (se desarrollará esto en notas futuras).

Pero el Estado, además de tener apéndices empresarios, tiene muchos otros simbiontes: organizaciones y grupos para-estatales a los que necesita para mantener su dominio, y que a su vez necesitan de él para acumular y sostener privilegios.

Ya se habló en otras notas de cómo el Estado es en realidad una mafia auto-legalizada, que a la vez determina la legalidad o ilegalidad del resto de las cosas. La corrupción estatal no es anecdótica sino estructural.

En base a ella, en base a romper las mismas normas que él impone, junto a los cientos de mecanismos legales que dispone, es que puede mantener a toda una casta de parásitos sociales, además de los ya mencionados políticos y empresarios. Estos son, como se dijo en otra ocasión, las burocracias sindicales, las mafias de todo tipo, las barrabravas y patotas (entre ellos, los grupos neonazis y skinheads que el Estado jamás perseguirá, a menos que se vea obligado por la presión popular), los medios de "comunicación", las instituciones religiosas, las ONGs y fundaciones, y cientos de organismos paralelos de represión, control, legitimación, robo, saqueo, etc. etc.

Podemos señalar además varias características del mismo Estado, en tanto aparato dictatorial, identificables en cualquier sociedad, por más "democrática" que pretenda ser:

Al tener una maquinaria de coerción tan grande, al garantizarle a sus esbirros la posibilidad de llevar armas e "imponer la Ley", se vuelve inevitablemente prepotente y abusador, recuriendo incluso a la tortura en las comisarías, al gatillo fácil contra los pobres y la juventud, al asesinato de militantes populares...

Al ser la represión en última instancia su razón de ser, necesita albergar siempre a individuos expertos en esa tarea: ¿qué mejor que los fascistas, nazis, ultraderechistas católicos, etc. para esa tarea? ¿Cuántos comisarios, oficiales del ejército, etc. se han declarado ya abiertamente como admiradores de Videla, de Hitler o de Mussolini? Por esa razón, el Estado nunca se saca de encima a su núcleo duro ultrareaccionario: como mucho puede juzgar cosméticamente a unos cuantos, pero siempre habrá en sus filas muchos, muchísimos más.

Al necesitar justificar la existencia de su aparato represivo, El Estado debe estar permanente aterrorizando a su población, agitando siempre un fantasma de "inseguridad", atemorizando a las personas con la "delincuencia", o bien con el "terrorismo", los dos grandes comodines de la burguesía a la hora de imponer el pánico colectivo.

Pero además de todo esto, la burguesía, al ser una clase mundial, tiene sus propias jerarquías: de esta manera, la burguesía multinacional domina además en los Estados perisféricos, imponiendo además de todo, un saqueo colonial.

La democracia es una ilusión, porque no hay de ninguna manera un "gobierno del pueblo", sino una dictadura estatal que refrenda sus dirigentes ante la población. No se debe sin embargo caer en la simplificación de creer que todos los Estados son siempre exactamente iguales: es cierto que en la sociedad actual, el Estado permite una cierta libertad de acción, aunque obviamente restringida a la sociedad de clases, a la enajenación, y que ni siquiera termina de ser completa (ya vimos en el Hospital Francés el concepto de "democracia" que tiene la burguesía, al mandar a barrabravas con protección policial a reprimir a los trabajadores)

Podemos afirmar, por todo lo dicho y sin el menor margen para la duda, que nada bueno puede esperarse del Estado, que es irreformable y que necesita ser derribado para construir un mundo mejor.

La comuna, en cambio, es posible, deseable y necesaria, y puede nacer hoy mismo a partir de la negación del Estado que implica la auto-organización, el protagonismo de multitudes, etc. Cada apropiación por parte de la gente de su propio poder de decisión, cada asamblea popular, cada voto a mano alzada, erosiona las bases mismas del Estado y por lo tanto de la sociedad de clases. Si se quiere cambiar el mundo, es inevitable hacerlo por fuera y en contra de todos los Estados, de forma autónoma, acumulando contrapoder en cada ámbito donde la población realice su vida cotidiana.

miércoles, octubre 18, 2006

Sobre "la delincuencia" y "la inseguridad"

Si uno creyera que la realidad es aquello que nos muestran los llamados "medios de comunicación", sin duda alguna pensaría que el principal problema que nos afecta es "la inseguridad".


Más allá de las monstruosas connotaciones ideológicas que tiene la construcción de esa supuesta "realidad" por parte de los noticieros, diarios, radios, etc... es innegable que el problema de "la inseguridad" ha sido asumido por una buena parte de la población como uno de los grandes males del país.


Por eso, se vuelve imprescindible reflexionar sobre qué es "la inseguridad", qué causas la provocan y qué posibles soluciones se presentan. Sobre todo porque, pese a ser el caballito de batalla de la burguesía mediática (que la usa como estrategia para beneficiar a las clases dominantes, ya sea tapando otros problemas, ya sea generando terror y aislamiento, ya sea legitimando de esa manera una mayor represión y un mayor crecimiento del aparato mafioso estatal, etc.), tiene sin duda una fuerte raíz en los problemas reales de la sociedad.


La primera pregunta que se nos plantea es ¿a qué se llama habitualmente "la inseguridad"?. Este es un término usado indistintamente por toda la población, pero que tiene un origen muy particular. La burguesía mediática, empresaria y política lo utiliza ampliamente (directamente o a través de los periodistas, voceros, etc.) para referirse a un conjunto de actos, a los que también refiere como "la delincuencia". Estos actos abarcan generalmente: robos, secuestros, asesinatos, violaciones, violencia, etc. (aunque a veces parecieran quedar también peligrosamente cerca de este conjunto los métodos de lucha de las clases explotadas, en especial aquellos que resultan realmente efectivos, como ser los cortes de ruta, las huelgas, las ocupaciones, las movilizaciones y escraches, las puebladas, etc.)


Pero ¿es inocente el uso y abuso de los conceptos "la inseguridad" y "la delincuencia" por parte de la burguesía?
Bajo la aparente arbitrariedad de su utilización, se oculta también una estrategia. La selección de ciertos términos, en vez de otros, para referir a cualquiera de las cosas que pasan en el mundo, es uno de los tantos mecanismos de dominación con los que cuentan las clases dominantes. Las palabras elegidas, aunque parecen no tener importancia, son sin embargo fundamentales, porque reflejan ya de antemano una determinada forma de ver las cosas, un determinado recorte de la realidad, con una determinada connotación.


En el caso de "la inseguridad", se hace referencia a dos cosas: por un lado, a la ausencia de seguridad, es decir, a la vulnerabilidad, susceptibilidad, debilidad, y por lo tanto, a una amenaza gravísima y constante que amerita un terror permanente (con todas sus implicaciones). Por otro lado, al identificarla únicamente con "la delincuencia", se da a entender que es el único (o al menos el más importante) tipo de inseguridad que sufren las personas, quitándole relevancia a otros que no le preocupan tanto a la burguesía, como ser: la inseguridad que provoca la contaminación ambiental y el consiguiente cambio climático (que trae desastres "naturales" como huracanes, granizos, etc.), la inseguridad laboral del trabajador, la inseguridad de no tener garantizado un pedazo de pan y un techo de material bajo el cual refugiarse, la inseguridad que provocan las lluvias de bombas bajo la cual el Capital sepulta cientos de miles de vidas...


En el caso de "la delincuencia" se hace referencia al delito, a la ruptura de la Ley, es decir, a la desobediencia de las normas que impone la burguesía (independientemente del grado de legitimidad que posea cada norma en particular). Al fin y al cabo, bajo el rótulo de "delincuencia", el Estado "democrático" mafioso burgués encajona a todo aquello que no le gusta y a todo aquello que debe simular combatir.


Pero la utilización del concepto "delincuencia" no le alcanza al Estado para legitimar sus normas. Debe crear entonces otros elementos que refuercen la idea de que las leyes son "buenas" y los que la rompen, "malos". ¿Qué mejor, entonces, que inventar al sujeto más malvado que pueda existir sobre la tierra, el "delincuente"?


El "delincuente" conformaría una especie sub-humana, cuyo único objetivo e intencionalidad pareciera ser el de traer el mal al mundo, hacer infelices a las personas, etc.


Todo aquel que rompe la Ley sería un "delincuente", y todo "delincuente" tendería a romper sistemáticamente la Ley. El "delincuente" es (junto al "terrorista", sujeto que también merecer ser analizado) el peor enemigo del Estado, y es el extremo opuesto al "ciudadano honrado" (otra joyita) que es, por el contrario, el mejor amigo del Estado. "La delincuencia" sería entonces la reiteración de actos vandálicos y llenos de maldad por parte de sujetos esencialmente malvados.


Como podemos ver, tanto el concepto de "la inseguridad" como el de "la delincuencia" responden ya de antemano a una determinada ideología, aún sin decir nada más sobre ellos, y aún ignorando el contexto en que se lo usa y sus fines estratégicos.


Ahora, ¿cuánto de real tiene el estereotipo del "delincuente", sujeto causante de "la inseguridad"?


Para responder a esta pregunta es necesario separar los actos "delictivos" que la conforman en dos grupos: los individuales-espontáneos, por un lado, y los grupales-organizados por el otro. La naturaleza del robo de carteras en la estación de tren suele ser muy distinta a la de los secuestros extorsivos y asaltos de bancos.


Los protagonistas de los primeros (los individuales-espontáneos) suelen ser individuos desesperados, desesperanzados, probablemente inmersos en situaciones de pobreza y desocupación, criados en permanente contacto con la violencia, la exclusión y las falencias de todo tipo. Son resultado en gran medida de la descomposición social que produjo el agravamiento de la masacre capitalista, conocida como "neoliberalismo". No hay una "esencia malvada" en ellos, sino muchísimo resentimiento acumulado (en gran parte como consecuencia de la pésima situación que les tocó vivir), y sobre todo, una completa falta de posibilidades y de motivaciones para integrarse a la sociedad (que los rechaza, aísla y humilla, agravando aún más su situación) y adaptarse a sus valores y normas.


Los protagonistas de los segundos (los grupales-organizados) pueden y suelen incluir a los anteriores, pero no sólo a aquellos. Incluyen también, y sobre todo, a un tipo muy particular de esos individuos "desesperados y violentos" a los que se mencionó en el grupo anterior: a aquellos que se los reconoce en la calle por su uniforme azul, su gorra, su pistola 9 mm. y su (recientemente incorporado) chaleco naranja fluorescente. Y no solo a ellos, sino también a sus equivalentes en las otras fuerzas del Estado, ya sean nacionales, provinciales o municipales: policías, militares, gendarmes, prefectos, empleados del Servicio Penitenciario, de los grupos especiales, etc. etc. etc., desde los rangos más bajos hasta los más altos, llegando inclusive a las más altas jerarquías. No hace falta que estén en actividad, pueden estar también retirados, inclusive hace muchos años, y conservar las mañas. Vale resaltar también que muchos de ellos conformaron probablemente la "mano de obra" patoteril de la dictadura del ’76...


El crimen organizado abarca una amplia gama de actividades e involucra a un igualmente amplio espectro de "profesionales": desde los enquistados en las instituciones del mismo Estado mafioso (como se dijo, Policía, Fuerzas Armadas, organismos de inteligencia, además de las instituciones gubernamentales de los tres poderes, etc. etc. etc.), pasando por los partidos políticos burgueses (la mafia conocida como "Partido Justicialista", la mafia ya descompuesta conocida como "Unión Cívica Radical", etc.), las grandes empresas, los narcotraficantes, los grandes clubes de fútbol con sus barrabravas (mientras nuestros amados dirigentes lloran por la "violencia en el fútbol", usan a las mismas patotas violentas, como la de Chacarita y la de Nueva Chicago, para reprimir a los trabajadores en huelga como los del Hospital Francés –tal vez por esa razón, y por el hecho de que funcionan como grupo de tareas multiuso para las distintas mafias, incluida la venta de drogas, es que nunca meten preso por mucho tiempo a ningún barrabrava, con lo cual nunca se termina la tan hipócrita "violencia en el fútbol"-) los sindicatos oficiales con sus burocracias, sus patotas, sus punteros (como los que demostraron su capacidad de diálogo y mutua comprensión en el traslado de los restos del general Perón a la quinta de San Vicente), y muchos etc.


Toda la "delincuencia" organizada es, o bien organizada desde el Estado "democrático" y/o sus aliados y simbiontes, o bien permitida por él, ya sea mediante las coimas, mediante la presión mafiosa, mediante los acuerdos y prebendas, etc. En este sentido, a nadie le queda ya la menor duda de que la Polícia bonaerense es la mayor mafia que opera en toda la provincia de Buenos Aires, ni de sus estrechas relaciones con los intendentes peronistas, ni de su complicidad en la compra-venta de droga (la misma que prohiben de forma hipócrita sus mayores consumidores, la clase dominante). El gatillo fácil es la única forma de comunicarse que conocen estos especímenes, que no dudan en torturar en las comisarías, y que muy posiblemente sean los que tengan secuestrado o hayan asesinado al compañero Jorge Julio López.


Algunos dirigentes de la nueva-vieja derecha (el llamado "fascismo del siglo XXI" en las notas anteriores), muy relacionados con nuestros queridos "medios de comunicación", pretenden solucionar el problema de "la inseguridad" y "la delincuencia" incrementando las penas y ¡aumentando la cantidad de policías! (lo cual equivale, ya no a intentar apagar el fuego con nafta, sino directamente a avivarlo con más fuego, de forma estúpida e irracional). La estrategia que presentan para lograrlo es: cargar toda la responsabilidad de "la inseguridad" a los "delincuentes" individuales-espontáneos, lavándole la cara a los grupales-organizados al pretender que sean ellos los que combatan a los anteriores (con la misma i-lógica de quienes le piden a los capitalistas que solucionen la tremenda crisis social que ellos mismos causaron).


Lamentablemente esa postura ha sido adoptada por una parte importante de las clases medias e inclusive de las mismas clases bajas, que preocupadas por los robos, asesinatos, violaciones, etc. tiende a buscar la solución del problema en sus mismos causantes.


Pero ¿cuál puede ser, realmente, una solución a estas cuestiones? Primero, debe partir de una caracterización: los que roban al pueblo son los burgueses, los políticos, los empresarios, los policías, y sólo después de toda esa cadena, los ladrones individuales. Por eso, para combatir el robo en todas sus instancias, la solución es que las mismas multitudes se organicen, dejando de delegar su propia seguridad en los verdaderos criminales.


Importantes sectores del pueblo han demostrado que se pueden organizar a si mismos sin necesidad de elementos enajenantes. De hecho, los métodos de auto-defensa y de justicia popular han demostrado en muchos casos ser mucho más efectivos que los del Estado "democrático" mafioso. ¿Cuántas veces los vecinos descubrieron y señalaron a los asesinos y violadores, y la policía en vez de detenerlos, los protegió? ¿Cuántas veces las multitudes escracharon a los genocidas y represores (tanto los de la dictadura como los de la "democracia") y el Estado, en vez de enjuiciarlos y castigarlos, les brindó un muy generoso cordón policial? ¿Cuántas veces la gente se levantó contra la corrupción de los políticos, y los jueces, en vez de meterlos presos, salieron a defender la "constitucionalidad", el "estado de derecho" y "las instituciones republicanas y democráticas"?


Las asambleas populares han demostrado en ese sentido su enorme utilidad. Es cuestión de que las multitudes puedan romper con la pasividad y la cultura de la delegación y tomen en sus propias manos la solución de los problemas sociales, incluyendo el de "la inseguridad", pero sobre todo, el de la mafia estatal, el del hambre, la desocupación y la exclusión, el de la explotación laboral, el de la salud y educación, el de la vivienda, el de la contaminación ambiental (que, además de ser problemas en sí mismos, son -al combinarse- los causantes de las situaciones de violencia)... y tantos otros que la burguesía generó y es completamente incapaz de solucionar.

miércoles, octubre 04, 2006

El Estado “democrático”



Habíamos dicho Nunca Más. No sólo lo dijimos, sino que luchamos, durante treinta años, para que el terrorismo de Estado sea erradicado para siempre de nuestro país.

Impusimos, mediante la lucha popular, el Juicio y Castigo para algunos de los principales represores, asesinos, torturadores, violadores y desaparecedores de la carnicería social de 1976, el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” o también “Guerra contra la Subversión”, ese último manotazo de ahogado de la burguesía, las FFAA y la Iglesia que estaban perdiendo hasta la última gota de legitimidad y de autoridad, siendo cada vez más desobedecidos por parte del pueblo, que se empezaba a volcar a la construcción de su propio poder autónomo (ya sea a través de los sindicatos, coordinadoras y agrupaciones clasistas, de las asambleas de base, de los centros de estudiantes, de las organizaciones sociales, de los grupos guerrilleros, de los partidos políticos de izquierda, progresistas o revolucionarios, etc.)

Logramos mandarlo en cana al hijo de remil puta Miguel Etchecolatz, jefe de la policía picanera bonaerense durante la dictadura, enemigo de la especie humana y de sus mejores valores, enemigo de los trabajadores, enemigo de la juventud, enemigo de las mujeres, enemigo de todo aquello que hace que vivir valga la pena.

Y sin embargo, cuando ya nos creíamos, o mejor dicho, cuando nos querían hacer creer (desde los medios de comunicación, el gobierno y algunos organismos de “Derechos Humanos”) que el terrorismo de Estado y el fascismo policial habían sido superados, nos enteramos de que Jorge Julio López, quien había sido detenido clandestinamente durante la dictadura por las bandas de asesinos dirigidas por Etchecolatz, y quien poseía información clave para hacerlo pudrirse en la cárcel (habiendo testificado en el reciente juicio contra dicho represor), simplemente desapareció el día 18 de septiembre de este año 2006.

No se sabe nada de él: se baraja un amplio abanico de hipótesis, que van desde una fuga “por miedo” o shock emocional –cosa que suena muy poco creíble- hasta un secuestro al viejo estilo setentayseisesco, pasando por el más aggiornado asesinato mafioso –el día de su desaparición, apareció un cadáver calcinado, pero se desmintió que fuera el de él-.

Lo que es claro es que el Estado fue totalmente incapaz de brindarle alguna protección, aún sabiendo que corría peligro. Todo el juzgado que enfrentó a Etchecolatz fue amenazado, al igual que los testigos. Pero estas no son las primeras amenazas desde la vuelta de la “democracia”. Miles de militantes sociales, de activistas gremiales, estudiantiles y de los Derechos Humanos fueron amenazados, y muchos de ellos agredidos físicamente desde 1983. Unos cuantos fueron asesinados por las mismas fuerzas del Estado “democrático”: Victor Choque, Teresa Rodríguez, Aníbal Verón, Maximilano Kosteki, Darío Santillán, los más de 20 caídos del 19/20 de diciembre de 2001...

Todo esto refleja que el aparato represivo sigue intacto: los represores de la dictadura siguen activos escondidos en gran cantidad en las Fuerzas de Seguridad, en los servicios de Inteligencia, en las Fuerzas Armadas, en las empresas de seguridad privada, en la Iglesia Católica y agrupaciones de ultraderecha nacionalista, en partidos neonazis (y posiblemente también en los grandes partidos políticos “democráticos”, en especial en los de “centroderecha”) en los grupos de militares y policías nostálgicos de los años de plomo, en las policías federal y provinciales, pero especialmente, en la policía bonaerense...

Pero no sólo los represores de la dictadura siguen activos en las fuerzas del Estado y para-estatales, sino que además, se les suma una importante cantidad de mafiosos “apolíticos”, de organizadores del crimen a gran escala (nuevamente, los muchachos de la bonaerense, los del servicio penitenciario, etc.), conformando una red mafiosa-policial-fascistoide-militar que conecta la delincuencia “común” con la enorme delincuencia estatal –recordemos que los asesino del hijo de Blumberg no fueron “negros de mierda” sino una banda organizada por policías, esos mismos policías a los que ¡el mismo Blumberg! pide mano dura, demostrando su completo cinismo y su absoluto desinterés por solucionar de raiz el problema de la inseguridad, lo cual implicaría disolver la policía mafiosa- .

Es un secreto a voces que desde las mismas policías y fuerzas armadas se organiza el crimen, ya sea por acción o complicidad –coima de por medio-.

No nos debe extrañar, entonces, que el crimen, la mafia y el fascismo conformen una extensa red, que abarca desde el narcotráfico, el control de la prostitución, el tráfico de armas, los secuestros extorsivos, la delincuencia común, los desarmaderos, las habilitaciones e inspecciones fraudulentas (como las que se cobraron la vida de 195 personas en República Cromañón), en su aspecto más “apolítico”, hasta los servicios de inteligencia, las patotas, la “mano de obra desocupada” de la dictadura –es decir los represores sueltos-, etc. etc. etc.

Esa red no existe sólo bajo la sombra del Estado “democrático”, enquistada en sus órganos, sino que además tiene sus contactos políticos, o mejor dicho, sus propios partidos políticos: desde los intendentes justicialistas y radicales, pasando por los gobernadores-capomafia al estilo Duhalde, hasta el mismo congreso y gobierno nacional (recordemos que nuestro Amado Presidente no salió de un repollo, sino que fue elegido por el duhaldismo luego de la crisis de 2001-2002)

Pero por si esto fuera poco, se le suman algunos cuantos componentes más: las burocracias sindicales, los punteros políticos, las mafias enquistadas en los grupos profesionales (abogados, médicos, jueces, etc.) y hasta en la misma Universidad (recordemos al procesista Alterini siendo elegido rector por una camarilla totalmente anti-democrática), los funcionarios-ñoquis... Si a esto le agregamos, por último, una cúpula formada por los dirigentes políticos, los grandes empresarios, los economistas, etc. tenemos ya completado el rompecabezas que es el Estado “democrático”.

Si a esta altura de los hechos, alguien sigue creyendo que el sistema en el que vivimos es realmente una “democracia”, es porque es o muy ingenuo, o ciego, o porque nunca intentó atar cabos...

Por más que aparezca Julio López (si no está muerto ya hace rato), cosa que parece cada vez más difícil, la red mafiosa-fascistoide va a seguir intacta, ya que es el verdadero esqueleto del Estado “democrático”, que es a su vez la herramienta de los grandes grupos económicos, del empresariado, para mantener su hegemonía de clase por sobre el pueblo. Todos los sectores de poder, todo lo más podrido y corrupto de nuestra sociedad se vertebra alrededor del Estado “democrático”, usándolo para chupar como vampiros el producto del trabajo de millones de argentinos.

La represión, el gatillo fácil, el crimen, la corrupción, el terrorismo de Estado, la explotación laboral, la desocupación, la pobreza, la miseria... no son simples apéndices “recortables” de la sociedad actual, sino su base misma: no hay reforma posible. Cualquier intento de transformar nuestro país tiene que partir de la base de la completa disolución de la gran mafia que es el Estado, de las mafias para-estatales, de todos los grupos fascistas, de toda la lacra que nos oprime.

Sólo el gobierno directo del pueblo, de los de abajo, de la gente humilde y trabajadora, basado en asambleas y cuerpos de delegados, puede dar hasta el final la guerra contra las mafias, hasta exterminarlas. Sólo tomando nuestro destino en nuestras propias manos, dejando de confiar en toda clase de políticos, podremos salir adelante.

La grandeza de la Argentina y de toda Latinoamérica (que atraviesa la misma situación), depende exclusivamente de que los de abajo nos organicemos e impongamos nuestro propio gobierno, por fuera, a pesar y en contra de todas las expresiones del viejo mundo que declina y se descompone cada vez más...

Contra el resurgimiento de la ultraderecha y las patotas ¡movilización multitudinaria!
¡Que aparezca YA y con vida Julio López!
¡Dijimos NUNCA MÁS!

* La imágen que encabeza este texto es el logo de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, (CORREPI)

sábado, septiembre 02, 2006

El fascismo del siglo XXI

Blumberg, Macri, Pando, Neustad, Patti... Ruckauf, Rico, Bussi, Lopez Murphy, Sobisch, Hadad, Gelblum... y muchos etc...

¿Qué tienen en común todos esos especímenes?

Todos ellos exigen, indignados, “mano dura”. “Esto no va más”, se quejan histéricamente. “Estas cosas sólo pasan en la Argentina” “en el primer mundo sería distinto” (¿porqué no se van a EEUU y nos dejan en paz, entonces? Ah, claro, porque ahí ellos serían “sudacas” y los usarían de gatos)

Los sectores más egoístas, lo más repugnante de la clase media, media-alta y directamente alta, el mismo sector que lo volteó a Perón y proscribió al movimiento obrero en el 55, apoyó o se calló ante el golpe de estado de 1976, el que disfrutó hasta el hartazgo de cuantos modelos de “plata fácil” hubo en el país (sobre todo el de los años 90, que llevó al quiebre del aparato productivo nacional), el que se dejó engañar por Menem la primera vez y el que, siendo plenamente consciente de lo que había hecho, lo volvió a votar ¡otra vez! prolongando la vergüenza... el que salió a reclamar por sus ahorros en el 2001, aprovechándose del movimiento piquetero (que realmente necesitaba un cambio social profundo para mejorar sus terribles condiciones de vida) para lograr sus objetivos (“piquete y cacerola, la lucha es una sola”) y cuando los obtuvo se volvió contra su antiguo aliado (“estos negros de mierda que no me dejan ir a trabajar, deberían meterlos presos a todos”), esos mismos sectores, que se llaman a sí mismos “la sociedad” “la gente” “los ciudadanos” “la gente como uno” “la gente honrada” pretendiéndose el absoluto centro del universo, que a la vez es sinónimo de Argentina y más particularmente de Buenos Aires city... (y si vamos a ser específicos, de barrio norte, nada de considerar a Lugano, Villa Soldati...), este mismo sector, que no conforma ni el 10 por ciento de la verdadera población (y se ríe de la izquierda por ser “minoritaria”), que siempre sintió que el mundo había sido creado para él, que la naturaleza, el hombre y la tecnología debían obedecerle y servirle ciegamente... ese mismo sector, amargado, senil, soberbio, se arrojó estos últimos tiempos a una campaña contra la “inseguridad”, la que supuestamente sería el problema central del país (haciendo de cuenta que no existe el desempleo, los salarios miserables, un sistema educativo totalmente colapsado...), contra los “negros de mierda”, contra los “delincuentes”, contra los “zurdos que no me dejan ir a trabajar”...

La “inseguridad”, como bien la definió la agrupación Red Libertaria: es “inseguridad” cada vez que a algún burguesito trasnochado le roban el reloj en un semáforo, pero no es inseguridad cuando un obrero se cae de un andamio y se mata porque el patrón se quiso ahorrar gastos en seguridad laboral...

El último grito de la moda es pedir que aumenten las penas. Como a ese sector mediocre no le gusta ver a los sucios y harapientos desocupados, prefiere meterlos presos. Como no les gusta que los chicos de la calle les pidan monedas ¡bajemos la edad de imputabilidad!

Sobre este último punto vale la pena detenerse: “bajar la edad de imputabilidad” significa poder meter presos a los pibes de 16 años. ¿No nos suena el número 16 años de algún lado?... a ver, pensemos que pasaba hace 16 años... 2006-16=1990...

En 1990, hace 16 años, nacían los pibes que hoy Blumberg quiere volver imputables. Esos chicos nacían mayoritariamente en las enormes villas miseria que surgían por esa época. Pero ¿porqué surgían las villas? Seguramente no tenga NADA QUE VER con el cierre de fábricas, la pérdida de enormes cantidades de puestos de trabajo, la caída de los salarios, los aumentos de tarifas... NADA QUE VER con el neoliberalismo, la globalización, la irrupción de la “posmodernidad”...

O sea, Blumberg y el repugnante sector al que se hizo referencia, quieren encarcelar a los hijos del neoliberalismo... no les alcanza con haber hundido al país, vendido nuestro patrimonio, reprimido al pueblo, despedido a los trabajadores... ahora además quieren ver tras las rejas al producto de toda esa orgía ultracapitalista...

Demás está decir que Blumberg, la clase mediocre, los medios de comunicación (que azuzaron con su amarillismo todo este giro pro-represivo), no tienen nada que aportarle a nuestra patria ni a nuestro pueblo, sino más bien todo lo contrario: son parásitos, enemigos de toda idea de progreso, de igualdad, de libertad...

La grandeza de Latinoamérica solo es posible si las multitudes populares toman en sus manos su propio destino, a pesar, por fuera y en contra de los “manoduristas”, de las instituciones y leyes burguesas, de la patética y reaccionaria clase alta / media alta /media que sólo pueden pensar en su libertad de consumir... con el piquete y la huelga, con las movilizaciones, con las tomas de colegios, universidades, lugares de trabajo, con las puebladas, sólo recurriendo a todos los medios que tiene disponibles, el pueblo podrá poner fin a esta barbarie. Ya no habrá “inseguridad” cuando todos tengan trabajo, estudio, vivienda, alimentos, salud, educación, recreación, deporte, cultura, y todo eso que la minoría acomodada acapara para sí misma y niega a los demás.

sábado, julio 29, 2006

La pobreza... mejor amiga del poder

La pobreza, el gran “problema social” del que los medios de comunicación vienen hablando hace no menos de 200 años. No hay político que no haya aparentado una profunda preocupación por “el hambre, las enfermedades, la miseria, la desocupación...”.

La Iglesia católica, ya lleva dos milenios “ayudando al pobre, al humilde, al extranjero”. Una tras otra se suceden las misiones de caridad... las limosnas... las colectas de beneficencia...

Los diarios, los noticieros, el presidente, los economistas, los diputados, los sindicatos oficiales, todos parecieran estar “haciendo todo lo posible” para acabar con el problema de la pobreza.

¿No es un poco raro, que año tras año, década tras década, sigan existiendo las mismas villas miseria de siempre, que haya tantos linyeras como siempre, que los cartoneros sigan siendo parte del folklore de la ciudad? Y ni hablar del conurbano, o de los pueblos del interior...

Pero analicemos el problema de la pobreza. Se debe principalmente a dos factores:

El primero de ellos, la desocupación crónica. Hay muchos menos puestos de trabajo que personas en condiciones de trabajar, y los pocos que hay requieren de un grado de instrucción que la mayoría de los pobres no poseen (estudios secundarios, universitarios, etc.).

El desocupado, si no recibe ayuda del estado, está irremediablemente condenado a la pobreza: para sobrevivir deberá depender de las monedas que le tiren en el tren o de que consiga alguna changa, salir a juntar cartones, robar, o simplemente dejarse morir de hambre. Es crónico porque es muy difícil que salga de su situación. Hay como mínimo una décima parte de la población que vive en estas condiciones y no tiene ninguna perspectiva de mejora.

El segundo factor, los bajísimos salarios. En muchos empleos se paga mucho menos de lo que una persona necesita para vivir, peor aún si tiene que mantener una familia. Es bastante habitual que los patrones de esos trabajadores ultraexplotados se llenen de plata.

Por lo tanto, para solucionar el problema de la pobreza de raíz, hacen falta dos cosas: lograr el pleno empleo y garantizar que se paguen salarios medianamente dignos.

La primera se podría conseguir mediante varias políticas: la realización de obra pública, el acatamiento estricto de la jornada laboral de ocho horas y aún su reducción a seis horas (abriendo nuevos turnos de trabajo donde fuera necesario), el apoyo estatal (financiero, técnico, legal, etc.) a las cooperativas de trabajo (en especial a aquellas que se hayan formado tras el quiebre de las empresas donde trabajaban, estilo Zanón, Brukman y las 200 “empresas recuperadas”), el estímulo de la industria nacional (mediante una suba a los aranceles de importación, realización de infraestructura, baja de las tasas de interés, etc.), entre otras. Aún si no se consiguiera este objetivo, se podría aliviar la situación mediante el pago de seguros de desempleo o planes sociales (“jefes y jefas de hogar”, etc.) a todos los que lo necesiten.

Los salarios, al mismo tiempo, aumentarían cuando baje el desempleo, ya que los patrones no podrían aprovecharse de la situación de extrema vulnerabilidad que sufren los trabajadores (cuando atrás suyo hay millones de brazos esperando ansiosamente ese puesto de trabajo para poder sobrevivir). Al mismo tiempo, los empleados podrían sindicalizarse con menos temor al despido (no sería tan grave perder el trabajo si se puede conseguir otro, cosa que hoy en día es imposible). De esta manera podrían recurrir a la huelga, histórico método de lucha de los trabajadores, y obtener sustanciales mejoras salariales.

Pero aún si no se adoptara desde el Estado ninguna de estas políticas, podría como mínimo dignarse a repartir alimentos entre los pobres, ofrecerles salud y educación pública y gratuita, construir viviendas dignas, sanear los terrenos en que se asientan (hoy en día altamente contaminados, ej. el Riachuelo)...

Estas medidas, al menos las más básicas de ellas, pueden realizarse perfectamente con el dinero que hoy en día posee el Estado, y que atesora en nombre del Santo Superávit Fiscal.

Aún en el caso de que no alcanzara (totalmente improbable), se podrían juntar fondos de otras maneras: evitando la corrupción, suspendiendo el pago de los intereses de la deuda (tanto a los organismos de crédito como a los acreedores individuales, etc.), recortando los sueldos de los funcionarios y políticos, disminuyendo los gastos en represión, cobrando los impuestos que los ricos evaden, las deudas de los millonarios “insolventes”, aumentando el impuesto a la ganancia...

Pero cualquiera de estas cosas implicaría, lógicamente, solucionar el problema de la pobreza o al menos de la miseria. Y eso es lo que el poder quiere evitar a toda costa.

Se habla de “incompetencia de los gobernantes” “corrupción”, etc. Todo esto es cierto, pero no es el único ni el principal problema. Si así fuera, en el peor de los casos, podríamos afirmar que los políticos tienen “buenas intenciones” pero son totalmente incapaces. No es esto lo que sucede.

Los gobernantes no tienen buenas intenciones. No les interesa en lo más mínimo solucionar la pobreza, o mejor dicho, les interesa especialmente que no se solucione.

¿Porqué es esto? Por una razón muy simple: a la clase dominante (el empresariado, los partidos políticos, las mafias, las burocracias sindicales, etc.) les conviene que haya pobreza.

Si hay millones de desempleados, los empresarios se vuelven la autoridad indiscutida en el lugar de trabajo: pueden despedir, bajar salarios, maltratar, bajar costos –empeorando las condiciones de trabajo y aumentando el riesgo de accidentes, etc.- sin que nadie los cuestione, ya que todos están aterrorizados ante la posibilidad de quedar desocupados.

Si hay millones de pobres, los políticos pueden comprar votos fácilmente, ya que todos están desesperados por un pedazo de comida o un par de zapatillas.

Si hay jóvenes que ni trabajan ni estudian, los narcotraficantes pueden ganar fortunas vendiendo drogas.

Si los trabajadores, por lo dicho anteriormente, no tienen forma de enfrentar a los patrones por sí mismos, los burócratas sindicales pueden monopolizar la representación de los primeros asegurándose la continuidad de su existencia, por más corruptos, mafiosos y entreguistas que sean.

Si hay grandes villas miseria, las mafias de todo tipo encuentran refugio para sus operaciones, ya que están “liberadas” de la ley.

El pueblo se encuentra así desarmado, gastando todas sus fuerzas en sobrevivir, con lo cual las grandes potencias pueden saquear el territorio, los recursos y la mano de obra nacional sin resistencia.

La pobreza no es un accidente ni un error de nadie: es una omisión voluntaria, consciente, planificada, sádica y criminal de los hijos de puta que tienen el poder. Para acabar con ella, hay que derribar todo el edificio que sostiene este exterminio sistemático que se llama capitalismo, en su fase neoliberal globalizada: El Estado estructuralmente corrupto, los medios de comunicación cómplices, las grandes empresas, los partidos políticos, los sindicatos oficiales.

Sólo la lucha sin tregua de todo el pueblo explotado, unido y organizado desde abajo, puede derribar a sus enemigos y conquistar eso que siempre nos prometieron y jamás nos dieron: un mundo donde nadie tenga que revolver en la basura para poder sobrevivir.

miércoles, julio 19, 2006

La revolución será una fiesta o no será

Copio y pego el último párrafo del folleto subversivo Sobre la miseria en el medio estudiantil de la Internacional Situacionista:

"La historia moderna no puede ser liberada y sus innumerables adquisiciones libremente utilizadas más que por las fuerzas que ella rechaza: los trabajadores sin poder sobre las condiciones, sentido y producto de sus actividades. Así como en el siglo XIX el proletariado era ya el heredero de la filosofía, se ha convertido, además, en el heredero del arte moderno y de la primera critica consciente de la vida cotidiana. No puede suprimirse sin realizar, a la vez, arte y filosofía. Transformar el mundo y cambiar la vida son para él una sola y única cosa, el santo y seña inseparable que acompañará su supresión en tanto que clase, la disolución de la sociedad presente en tanto que reino de la necesidad, y finalmente la ascensión posible al reino de la libertad. La crítica radical y la reconstrucción libre de todas las conductas y valores impuestos por la realidad alienada son su programa máximo, y la creatividad liberada en la construcción de todos los momentos y acontecimientos de la vida es la única poesía que podrá reconocer, la poesía hecha por todos, el comienzo de la fiesta revolucionaria. Las revoluciones proletarias serán fiestas o no serán, pues la misma vida que anuncian será creada bajo el signo de la fiesta. El juego es la racionalidad última de esta fiesta, vivir sin tiempo muerto y disfrutar sin trabas son las únicas reglas que podrá reconocer."

martes, julio 18, 2006

La revolución: ¿utopía o posibilidad real?

El Sistema nos acusa de utópicos. Los diarios, los noticieros, pero no sólo ellos: todos los que construyen día a día nuestra forma de pensar contribuyen, en mayor o menor medida, a crear esa imagen de nosotros.

Estoy hablando tanto de los agentes conscientes y explícitos del Sistema (políticos, empresarios, economistas, periodistas) como de sus sostenedores más sutiles (y por lo tanto más peligrosos): los que, con la mejor de las intenciones, creen oponerse a él siéndole en realidad útiles... (aunque en algunos casos ni siquiera es tan seguro lo de las buenas intenciones)

Estos son, en general, aquellos a quienes tomamos como referentes, y por lo tanto, influyen de manera directa en nuestra forma de ver las cosas: los "intelectuales" (los renombrados científicos, sociólogos, antropólogos, etc.), los "artistas" (músicos, actores, escritores, etc.), y en menor escala, los profesores, maestros...

Todos ellos fortalecen al Sistema, de manera involuntaria (o voluntaria a veces) al tachar de utópico a todo pensamiento realmente revolucionario, a toda idea que considere la alternativa de una sociedad radicalmente distinta (y no, en cambio, ligeramente distinta, como propone el reformismo).

Pero ¿porqué la construcción de una sociedad radicalmente distinta es una posibilidad real, y no una utopía?

Fundamentalmente, porque ya hubo a lo largo de la historia muchas experiencias que lo demuestran.

La Comuna de París se toma generalmente como la primera de estas experiencias a gran escala en el mundo moderno: En 1871, la población de dicha ciudad (y en especial los obreros) se levantó en armas y la ocupó, estableciendo un gobierno formado por representantes directos y revocables de cada barrio popular. Este gobierno atendió inmediatamente las necesidades más urgentes: hambre, pobreza, desocupación, salud y educación. Dos meses después la Comuna fue aplastada por el ejército, pero alcanzó para demostrar que pensar en un gobierno directo del pueblo no era tan descabellado.

En 1905 y luego nuevamente en 1917, los obreros y campesinos de Rusia, en el marco de una huelga general, formaron los comités de fábrica y los soviets. Ambas eran organizaciones basadas en asambleas generales que elegían delegados revocables. Los soviets tomaron y compartieron el poder con el partido bolchevique durante algún tiempo, hasta que éste último logró quitarles toda su autonomía y los integró al sistema verticalista de dominio partidario (llegando inclusive a la represión armada, como ocurrió con el soviet de Kronstadt).

Los soviets llegaron sin embargo a realizar una profunda revolución, participando durante un período en la dirección de las empresas y la sociedad en general, repartiendo las tierras, en definitiva, dando un ejemplo práctico de lo que debía ser la verdadera democracia.

En 1936, durante la guerra civil española, se experimentó en sectores del campo y en importantes ciudades la autogestión de la economía: las fábricas eran dirigidas por sus obreros a través de asambleas, los campos eran convertidos en cooperativas por los campesinos y dirigidos y trabajados en conjunto... en general grandes ramas de la producción y de los servicios fueron socializadas, al mismo tiempo que algunas cuestiones sociales se resolvían de manera asamblearia. Si bien no se llegó a disolver completamente el viejo aparato estatal, éste debía como mínimo reconocer el poder de las organizaciones populares, quienes a su vez mantenían milicias para luchar contra el fascismo.

Finalmente la autogestión fue aplastada por una combinación de factores, entre los cuales se encuentran: el restablecimiento del poder del aparato estatal, la represión llevada a cabo por el Partido “Comunista” estalinista contra las milicias y las colectivizaciones, y más tarde la victoria militar de las tropas de Franco.

Pero esta vez, los profundísimos cambios sociales tuvieron casi un año entero de vida, y le mostraron al mundo que es totalmente posible vivir de una manera radicalmente diferente, siendo la sociedad realmente igualitaria, democrática, libre.

En mayo de 1968, más de 10 millones de trabajadores, estudiantes, etc. franceses se lanzaron a una huelga general con ocupación de lugares de trabajo, estudio, y otros establecimientos. Durante casi un mes se vivió día a día la posibilidad real de revolucionar la sociedad y la vida cotidiana. Lo que hoy nos llega como “un movimiento de jóvenes idealistas” fue en realidad el terror de los defensores del mundo enajenado. Las consignas “la imaginación al poder” “bajo los adoquines, la playa”, etc. no significaban la expresión de un deseo abstracto, de una aspiración utópica, sino que estaban respaldadas por la ocupación concreta de todo lo que hace funcionar a una sociedad: las fábricas, los medios de transporte, la infraestructura, las oficinas, los servicios...

Esto quiere decir que, si bien la revolución no se concretó y el movimiento fue derrotado (una vez más, por la acción saboteadora del Partido Comunista pos-estalinista sumada a la represión estatal, entre otras razones), se estuvo a sólo unos pocos pasos de realizarla.

Con el control popular de los medios de producción, distribución, comunicación, expresión, etc... sumadas a la formación de asambleas multitudinarias que gobernaran el país, esas consignas “idealistas” podrían haber constituido la piedra angular del mundo nuevo. Pero como dije, el movimiento fracasó, y el Sistema se encargó de desfigurar y vaciar su historia hasta que no conservase nada de su contenido realmente subversivo...

Hubo muchísimas otras experiencias de este tipo, más o menos conocidas, más o menos tergiversadas, a mayor o menor escala, pero que demuestran que la transformación profundamente radical de la sociedad es posible, y por lo tanto, para nada una utopía.

Queda pendiente pensar y crear las nuevas experiencias autogestivas, basadas en las condiciones concretas del mundo actual, para lograr de una vez por todas la revolución social, el auto-gobierno colectivo, la autogestión generalizada, la emancipación de la humanidad, el fin de la explotación del hombre por el hombre...

(Para consultar sobre cualquiera de estos procesos históricos u otros similares, entrar al ateneo virtual de la página alasbarricadas.org, en:
http://www.alasbarricadas.org/ateneo/modules/wikimod/index.php?page=Las%20Revoluciones%20populares)

viernes, julio 14, 2006

La tiranía de la Normalidad

Estamos acostumbrados a vivir en un mundo enajenante, en todos los sentidos.

El mercado enajena a la mayoría de la sociedad el producto de su trabajo colectivo, en beneficio de las clases sociales minoritarias.

El estado enajena a toda la sociedad el poder de decidir sobre sus propios asuntos.

La propiedad privada enajena los medios materiales e intelectuales con los cuales todos los seres humanos podrían desarrollarse plenamente, vivir intensamente, crear libremente.

El maltrato, la arbitrariedad y la prepotencia son cotidianos y estructurales, porque la esencia de las jerarquías es incompatible con los sentimientos más humanos.

Los medios de comunicación y la propaganda comercial, monstruosamente desarrollados e invasivos, se combinan para formar una seudo-realidad que reemplaza en la mentalidad colectiva a la verdadera realidad.

Se enajena de esta manera la capacidad de relacionarse directamente con el mundo y de construir una visión propia sobre él, a la vez que se mantiene una constante presión psicológica para que las personas compren, voten, consuman, contraten, observen…

Se construyen también desde esa seudo-realidad los modelos que todos deberíamos admirar y aspirar a imitar, enajenando la posibilidad de pensar y decidir por nosotros mismos qué es lo que deseamos.

En definitiva, la totalidad de las relaciones que conforman la sociedad están enajenadas por ese monstruo abstracto que llamamos el Sistema.

Su gran victoria consiste en haber logrado establecer ese conjunto de relaciones como naturales, normales, y por lo tanto, prácticamente indiscutibles.

En eso consiste la Normalidad: la aceptación pasiva de todas las enajenaciones por parte de sus víctimas y el funcionamiento fluido del Sistema sin grandes estorbos, como los hubo, en cambio, durante todo el siglo XIX y la mayor parte del XX.

Con etapas de mayor o menor actividad, siempre hubo a lo largo de ese período sectores multitudinarios del proletariado, del campesinado, de la juventud y del pueblo en general que se revolvieron contra todas las formas de enajenación.

La Normalidad instaló definitivamente su trono sobre el cadáver de los movimientos revolucionarios, a fines de los años setenta, y lo consolidó en las dos décadas que los siguieron. Sin embargo, ni la Normalidad es invencible ni el Sistema es inmortal. Todos los tipos de sociedad conocidos hasta el momento tuvieron su comienzo y su fin, y este no puede ser la excepción.

Somos nosotros, al fin y al cabo, los que hacemos funcionar las cosas, mediante la aceptación de los roles que nos imponen, mediante nuestro trabajo, nuestra sumisión, etc. Somos el combustible que hace girar al mundo, y si queremos, podemos pararlo. Y mejor aún: podemos apropiarnos de él y usarlo para lo que más nos guste. Podemos recuperar nuestras propias vidas, sacudirlas de años de muerte cotidiana y vivirlas de manera libre e intensa.

La autogestión generalizada, en todos los aspectos de nuestra existencia diaria, puede poner fin a todas las formas de enajenación.

El autogobierno colectivo, mediante las organizaciones asamblearias de la multitud, puede reemplazar a toda forma de autoridad y quebrar todas las jerarquías. La socialización de la economía puede acabar de forma instantánea con la pobreza, la desocupación, la explotación y la escasez, al mismo tiempo que elimina todos los privilegios. El traspaso de todos los medios materiales e intelectuales de desarrollo social y personal a las organizaciones asamblearias en cada barrio, en cada comunidad, en cada pueblo, puede permitir la realización plena de los deseos colectivos e individuales.

En definitiva, es posible apropiarnos de todo aquello que siempre nos fue negado. La probabilidad de que esto ocurra depende de todos nosotros.

(Continuará…)

miércoles, julio 05, 2006

Sobre el acuerdo en el Nacional Buenos Aires

Finalmente, se llegó a un acuerdo con las autoridades. Este puede ser consultado, junto a las crónicas de la toma, en la página del centro de estudiantes .

Se levantaron las medidas de fuerza y el colegio volvió a la Normalidad.

Resulta difícil hacer una valoración completa y justa de los hechos. Ya todos los que habíamos participado en la toma nos habíamos encariñado con ella. Sin embargo, la enorme mayoría del estudiantado buscaba solamente la posibilidad de dialogar con la autoridad, en vez de cuestionarse su fundamento y su rol en la educación y en la sociedad en general.

Por esta razón, cuando los parlantes anunciaron que las autoridades habían accedido a varios de nuestros reclamos, los estudiantes lo entendieron como una victoria rotunda. No cabe duda de que fue un paso gigantesco en la historia de la lucha estudiantil en el Buenos Aires. Jamás habíamos logrado que se nos escuche y se nos haga un lugar. Los festejos posteriores, la emoción, los abrazos, reflejaron la alegría de haber conseguido lo que días atrás parecía inconseguible.

Pero sin embargo, el triunfo tiene una enorme desventaja, y es justamente la vuelta a la Normalidad. Como se dijo en otro texto, el colegio volvió a ser el de las autoridades.

Esto no significa solamente el fin de las bolsas de dormir, sino también la liquidación de la Asamblea estudiantil permanente, el restablecimiento del imperio de los preceptores, del regente y subrregentes, del rector y vicerrectores. La restauración de los profesores en su trono indiscutible, en la tarima de cada aula. La vuelta al invierno, del cual parecíamos habernos escapado. Pero peor aún: el retorno absoluto y sin trabas del sistema a nuestras vidas.

Esta es por mucho la más grave de las pérdidas. Durante los seis días de toma, el colegio parecía una isla festiva en medio de un mar de desolación. Dentro de él, los estudiantes eran seres humanos, protagonistas de sus propias vidas. Decidían las cosas colectivamente, dialogaban de igual a igual para resolver los problemas, nadie estaba por encima de nadie. Afuera del colegio, mientras tanto, seguía vigente la enajenación, el automatismo, la apatía.

Se podría decir que fue, aunque de manera temporal y contradictoria, un territorio liberado, autogestivo, en el cual no regía la totalidad del sistema. Sería muy exagerado decir que fue la utopía hecha realidad, pero contuvo en sí el embrión de lo que debería ser el mundo. Al igual que en miles de otras ocasiones, quedó demostrado que la negación de la Normalidad y la afirmación de la autogestión van de la mano, y se manifiestan en cada lucha, en cada apropiación.

Se pueden citar algunos casos donde éstas adquirieron escala social: la comuna de París, los primeros tiempos de la revolución rusa, la guerra civil española y el mayo francés son tal vez los más conocidos. Pero hubo cientos de otros, efímeros, contradictorios, olvidados y ocultados, tergiversados hasta la parodia por parte del sistema. En todos ellos, las personas rompieron con la pasividad y la obediencia, tomando en sus manos sus destinos.

El caso más reciente que podemos recordar es probablemente el movimiento asambleario de diciembre de 2001. Más allá de sus defectos y limitaciones, fue una demostración práctica de que la autogestión está siempre ahí, debajo de la corteza del sistema, detrás de los muros de la enajenación estructural, esperando para hacer saltar por los aires todo lo petrificado, todo lo establecido.

La paz de cementerio podrá ser restablecida una y otra vez, pero nunca de manera definitiva. La tensión se sigue acumulando, y volverá a estallar, hasta que no haya retorno posible, hasta que la Normalidad sea finalmente desterrada y sobre sus ruinas florezca un mundo nuevo.

lunes, julio 03, 2006

El Buenos Aires de los estudiantes

Desde el miercoles a la noche, hace ya casi seis días, que en el Colegio Nacional de Buenos Aires se respira un aire de absoluta libertad.

Por primera vez en muchísimo tiempo, el colegio es nuestro, de los estudiantes. Nunca antes habíamos podido decir que fuera nuestro hogar. Estos días no sólo lo ocupamos, sino que además, le dimos la función que siempre debió tener: educar. Porque si hubo algo que hicimos durante la toma fue aprender, pero no lo que nos enseñaron siempre, sino algo mucho más importante: a ser protagonistas de nuestras propias vidas.

El colegio enseña, cuando es manejado por las autoridades, a aceptar, a obedecer, a delegar, a someterse, a repetir. El colegio enseña, cuando es manejado por los estudiantes, a cuestionar, a rebelarse, a tomar nuestros asuntos en nuestras manos, a liberarse, a crear.

El colegio impone, cuando es dirigido por las autoridades, que estemos divididos, dispersos, que nos ignoremos. El colegio propone, cuando es autogestionado por los estudiantes, que nos unamos, que nos apoyemos mutuamente, que nos reconzcamos.

El colegio de las autoridades es opresivo, gris, aburrido, formal. El colegio de los estudiantes es liberador, colorido, festivo, informal. En el colegio de las autoridades somos números en una lista, en el de los estudiantes, seres humanos.

No hace falta dar más razones: el colegio está claramente mejor bajo nuestro control que bajo el de las autoridades. Por supuesto que nosotros no podemos manejar las cuestiones pedagógicas y administrativas, pero sin embargo, podemos orientarlo hacia donde querramos, y exigir que las autoridades acaten el modelo que decidamos. Su función debe ser estrictamente la de realizar las tareas para los cuales no tengamos formación o experiencia suficiente.

Es posible que se negocie una resolución para el conflicto que dé por terminada la toma, restaurando la normalidad. Esto es en realidad lo peor que nos podría pasar, porque significaría volver al colegio de las autoridades, el colegio que tan odioso nos resulta, por más que haya una o dos reformas que lo hagan menos intolerable.

La toma no debería terminar nunca, porque el colegio nunca debería dejar de ser nuestro. Sabemos que es muy improbable mantenerla, pero no podemos dejar de proponerlo sin condenar a muerte a nuestros sueños. Y aún si se levantara, siempre está la posibilidad de seguir subvirtiendo el orden cotidianamente, mediante la agitación, el debate, la creación.

Depende exclusivamente de nosotros si nos limitamos a estudiar la historia o nos arrojamos a la aventura de escribirla.

¡Por la autogestión del colegio!
¡Por la apropiación de nuestras vidas!

jueves, junio 29, 2006

Sobre la toma del Nacional Buenos Aires

La grisitud en el Colegio Nacional de Buenos Aires no es sólo un aspecto arquitectónico. Todo en él parece respirar tedio, aburrimiento.

El autoritarismo no es una circunstancia, es el Colegio en sí mismo. La rigidez de las paredes, del modo de enseñanza, de las jerarquías... crean el ambiente normal en el que se desarrolla la vida estudiantil. Hay algo en él, o más bien su totalidad, que absorbe la energía, las ganas de vivir. La iniciativa, la alegría y los colores son condenados simultáneamente a muerte, y enterrados es una fosa común, la de la apatía y el automatismo.

Pero aún así, no ha logrado todavía aniquilar el espíritu del estudiante. La bronca se acumula, y en algunas ocasiones estalla. A veces en pequeños actos de rebeldía individual, a veces de manera generalizada y multitudinaria.

El día 28 de junio de 2006 se dio una de estas revueltas. El detonante fue la desmesurada sanción de un compañero. La reacción estudiantil escaló hasta derivar en la ocupación del establecimiento.

Las tomas de colegio estaban prohibidas por la autoridad. Esto es totalmente coherente, ya que no entra en la lógica del represor permitir que se lo desafíe.

Nada más gratificante, por lo tanto, que hacer pedazos la prohibición, gritándole bien fuerte que no acatamos su legalidad, que nos negamos a ser máquinas de obedecer.

Lamentablemente, los ocupantes del colegio no se plantearon llevar hasta el final su acción insurreccional, lo que hubiera implicado expandir y profundizar la revuelta, declarándole la guerra a la autoridad. Sin embargo, fueron más allá en otros aspectos: convirtieron lo que era una simple toma reivindicativa en una apropiación del espacio que siempre les fue negado, usándolo libremente para divertirse.

Se realizaron partidos de fútbol, de truco, se tocó música, se dibujó y se pintó, se transformó el claustro central (horas antes estandarte del aburrimiento crónico) en una verdadera fiesta.

Estos actos, aparentemente pequeños, son en realidad importantísimos. Tal vez nadie se percate de lo que significa hacer lo que uno quiere, en el mismo lugar donde siempre se hace lo que la autoridad quiere. Pero es en sí mucho más valioso que cualquier tediosa actividad de reclamación.

El sistema nos niega la posibilidad de ser y hacer lo que nos gusta. La recreación es una mercancía más, accesible sólo para el que la puede pagar, además de ser, como toda mercancía, vacía, superficial, engañosa, incapaz de satisfacer nuestros deseos.

La más auténtica fiesta es entonces la fiesta insurreccional, la que se hace a pesar y en contra del estado de las cosas, la que se hace apropiándose de lo que nos prohiben los que mandan.

La toma del Nacional Buenos Aires nos da un buen ejemplo de esto. La ocupación de los espacios en los que transcurre nuestra vida cotidiana y su uso libre, aniquilando la rutina y el aburrimiento estructural, es una de las mejores formas de combatir la enajenación que produce y sostiene al sistema.

¡Por la apropiación de nuestras vidas!
¡Por la fiesta insurreccional y la insurrección festiva!
¡Por la autogestión generalizada!