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Palabras Rojas
 
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El blog Alegre Subversión se mudó a http://palabrasrojas.blogspot.com/. El autor de A.S ya no se hace responsable por los puntos de vista expresados en ningún artículo publicado en este espacio, especialmente aquellos anteriores a septiembre de 2007. Este blog se conserva, únicamente, a modo de archivo, y no posee ningún otro valor.


viernes, abril 25, 2008

Primero de mayo: una fecha política de lucha de clases


La abstención absoluta en política es imposible; todos los periódicos abstencionistas hacen también política. El quid de la cuestión consiste únicamente en cómo la hacen y qué política hacen. Por lo demás, para nosotros la abstención es imposible. El partido obrero existe ya como partido político en la mayoría de los países. Y no seremos nosotros los que lo destruyamos predicando la abstención. La experiencia de la vida actual, la opresión política a que someten a los obreros los gobiernos existentes, tanto con fines políticos como sociales, les obligan a dedicarse a la política, quiéralo o no. Predicarles la abstención significaría arrojarlos en los brazos de la política burguesa. La abstención es completamente imposible, sobre todo después de la Comuna de París, que ha colocado la acción política del proletariado a la orden del día.

Queremos la abolición de las clases. ¿Cuál es el medio para alcanzarla? La dominación política del proletariado. Y cuando en todas partes se han puesto de acuerdo sobre ello, ¡se nos pide que no nos mezclemos en la política! Todos los abstencionistas se llaman revolucionarios y hasta revolucionarios por excelencia. Pero la revolución es el acto supremo de la política; el que la quiere, debe querer el medio, la acción política que la prepara, que proporciona a los obreros la educación para la revolución y sin la cual los obreros, al día siguiente de la lucha, serán siempre engañados por los Favre y los Pyat. Pero la política a que tiene que dedicarse es la política obrera; el partido obrero no debe constituirse como un apéndice de cualquier partido burgués, sino como un partido independiente, que tiene su objetivo propio, su política propia.

Las libertades políticas, el derecho de reunión y de asociación y la libertad de la prensa: éstas son nuestras armas. Y ¿deberemos cruzarnos de brazos y abstenernos cuando quieran quitárnoslas? Se dice que toda acción política implica el reconocimiento del estado de cosas existente. Pero cuando este estado de cosas nos da medios para luchar contra él, recurrir a ellos no significa reconocer el estado de cosas existente.

Sobre la acción política de la Clase Obrera, Federico Engels, 1871


La mayor diferencia entre el marxismo y el anarquismo fue siempre la cuestión de la acción política de la clase obrera. Este fue el tópico que dividió aguas en la Primera Internacional de 1864: mientras el anarquismo predicaba el abstencionismo, Marx y Engels luchaban por la intervención activa de la clase trabajadora en los asuntos políticos.

Esta disputa recrudeció tras la gloriosa Comuna de París de 1871, llevando a la ruptura de los sectores anarquistas y a la redacción por parte de la AIT de las palabras arriba citadas.

Con este espíritu fue creada en 1889 la Segunda Internacional, continuación de la primera sobre bases más firmes. Esta declaró al primero de mayo Día Internacional del Trabajador, jornada de lucha independiente de la clase obrera, en conmemoración de la lucha por las 8 horas laborales por la que fueron ejecutados los Mártires de Chicago.

Desde aquel momento, el primero de mayo fue tomado como una fecha de gran importancia para toda la tradición socialista revolucionaria. Aún después de la derrota de las grandes oleadas revolucionarias mundiales, de la degeneración burocrática de la URSS, de su caída y de la ofensiva patronal neoliberal, los partidos que se reivindican de la tradición de las Internacionales siguieron realizando actos y actividades en esa fecha para llevar a los trabajadores la memoria viva de sus mejores experiencias históricas. El primero de mayo siempre fue, por lo tanto, una fecha de la vanguardia obrera y popular, una fecha eminentemente política.

Hoy en día, la Argentina está atravesada por una crisis política que tiene su eje en la disputa interburguesa entre el Gobierno nacional y los productores agropecuarios. Esta crisis, lejos de resolverse, tiende a agudizarse, con la renuncia del ministro de economía Martín Losteau y la amenaza de los productores de retomar el lockout y volver a los cortes de ruta.

Ambos bandos en disputa comparten un carácter fuertemente antiobrero, disputándose la renta obtenida de los grandes negocios capitalistas, y por lo tanto, el producto del trabajo de la clase obrera de todo el país.

Los trabajadores no pueden permanecer silenciosos ante esta disputa, porque cualquiera sea el resultado de ella, será la clase obrera la que tendrá que pagar sus costos. Es por esta razón que este primero de mayo, retomando la experiencia de las Internacionales obreras, debe ser una fecha de lucha política, de afirmación de la independencia política de clase.

Ahora bien ¿qué proponen los partidos que se reivindican socialistas revolucionarios?

El PCR maoísta, ni siquiera llama a hacer actividades, concentrado en su acto partidario del 30/4. El MST propone un acto en Congreso... ¡en apoyo a los productores rurales!

Un párrafo aparte merece el P.O., que renegando de todo posicionamiento marxista, llama a convertir la fecha en un acto sindicalista, vaciado de contenido político, en el cual “estén unidos los luchadores”, sin distinciones. Este es claramente un retroceso a posiciones anarquizantes, abstencionistas. No contribuye a hacer avanzar la conciencia política de los trabajadores y el pueblo, sino que intenta “caer simpático” en las estructuras laborales lavando su programa: esto es exactamente a lo que llamamos OPORTUNISMO. No es de ninguna manera algo novedoso en un partido caracterizado por construirse a sí mismo a costa de la destrucción de todo lo que tenga alrededor. Una vez más, su izquierdismo discursivo queda solamente como adorno de una práctica orientada con exclusividad al desarrollo de su aparato.

Por último, dos partidos llaman a realizar un acto levantando la bandera de la independencia política de los trabajadores, el rechazo explícito a ambas variantes patronales en disputa. Estos son el nuevo MAS y el PTS, que convocan en el Obelisco a las 15 hs.

Es ese último sin duda el camino que hay que seguir: el asentamiento de una postura clara, que sirva para hacer avanzar la conciencia de las masas. Para realizar actos sindicales unitarios está todo el resto del año, y organizar actividades unificadas de todos los bastiones de lucha independiente debe ser una tarea prioritaria, pero sin por ello dejar de posicionarse políticamente en las fechas en que es necesario hacerlo.

En realidad, es lógico que el P.O. ponga tanto empeño en realizar un acto de unidad sindical el primero de mayo: durante todo el resto del año saboteó las experiencias de coordinación obrera surgidas de la lucha del Casino, negándose en un primer momento a formar el espacio, llamándolo luego a ser meramente un comité a de apoyo, y finalmente ninguneándolo y llamando a disolverlo. Ahora, cuando lo que se impone es plantar una bandera de independencia política ante la crisis, desvía el eje trayendo de vuelta algo que debería haber impulsado mucho antes, y que en esta fecha particular carece de sentido.


El primero de mayo a las 15 hs ¡todos al obelisco, por la independencia política de los trabajadores! ¡Ni con el gobierno K ni con la Sociedad Rural!

lunes, abril 07, 2008

El significado del Mayo Francés de 1968


En mayo de 2008 se cumplen 40 años de este importantísimo proceso de huelgas, ocupaciones y luchas de barricadas. Este articulo es un boceto que pretende aportar a un proyecto mayor, del que se informará cuando haya más datos.

El significado del Mayo Francés de 1968

El Mayo Francés de 1968 tuvo un impacto muy fuerte en la situación mundial, en la vanguardia obrera y popular y en millones de personas. Pero su significado profundo, con todas sus implicancias y derivaciones, es aún mayor: es desmesuradamente grande, a tal punto que probablemente las palabras no alcancen para describirlo en toda su magnitud. Y más aún si se lo contrasta con la sistemática subestimación, tergiversación y ocultamiento que sufre por parte de la prensa del sistema.

Entre todos esos elementos de significado profundo, vale especialmente la pena señalar unos cuantos:

El regreso por segunda vez en la posguerra del movimiento revolucionario obrero y de masas a los países capitalistas* (que, con la única excepción de la Revolución Boliviana de 1952, estaba liquidado desde las derrota de la Revolución Española de 1936 y definitivamente sepultado por la Segunda Guerra Mundial de 1939-1945 y el surgimiento de los Estados de bienestar), en un escenario mundial capitalista dominado por las revoluciones campesinas, el frentepopulismo de liberación nacional y el aparatismo militarista guerrillero.

La desmentida, por lo tanto, de las teorizaciones estalino-mao-guevaristas, reformistas socialdemócratas o proto-autonomistas (intelectuales, bohemias o hippies) que sostenían que ya no había clase obrera distinguible, que no podía ser un sujeto político independiente o que debía ir a la rastra de vanguardias iluminadas (posición que había logrado ganar inclusive a la patética mayoría del trotskismo del momento).

El regreso por primera vez en la posguerra del movimiento revolucionario de la clase obrera a los países imperialistas, haciendo entrar en crisis a la aparentemente inalterable sociedad primermundista y volviendo a traer esperanzas en la revolución proletaria mundial, contra las elucubraciones etapistas y tercermundistas del “socialismo en un solo país”.

El señalamiento, en definitiva, de la vigencia de la teoría trotskista de la Revolución Permanente.

Una de las huelgas generales más largas y más masivas de la historia: un mes entero (contabilizando desde la generalización de las ocupaciones el día 16 de mayo), involucrando a 10 millones de personas, y 122 fábricas ocupadas, con permanentes enfrentamientos semi-insurreccionales de masas contra las fuerzas represivas.

La estrecha unión de la clase obrera con el estudiantado y los sectores populares.

El resurgimiento (en algunas partes del movimiento) del internacionalismo proletario, y la recuperación por parte de las masas juveniles y obreras de la tradición socialista revolucionaria expresada en íconos como la bandera roja y el himno Internacional.

El rechazo del reformismo sindicalista de los acuerdos de Grenelle, la apertura de la perspectiva del poder obrero en base al derrumbe del gobierno, la negación cada vez mayor del poder del Estado capitalista y la destrucción de sus símbolos.

El más absoluto protagonismo de masas: a lo largo de todo un país, en cada establecimiento funcionaba una asamblea general soberana. En los edificios ocupados, todas las credenciales perdían su validez: no había autoridad por fuera del movimiento real y viviente de las masas. En las calles confluían permanentemente decenas de miles de personas. Cuando las fuerzas represivas intentaban avanzar, eran miles los que levantaban espontáneamente varios perímetros de barricadas y resistían por largos períodos en durísimos combates.



El Mayo Francés significó, en definitiva, la irrupción viscosa, hirviente y burbujeante de lo humano sobre los hierros oxidados y fríos de la estructura social de alienación. El final del silencio forzado y el monólogo social, acabado por el alzamiento de miles de voces que dialogaban sin restricciones ni jerarquías, sin limitaciones de lugar ni de tiempo.

¿Qué fue entonces lo que falló?

Todo esto no fue suficiente: la clase obrera, por carecer todavía de una conciencia revolucionaria plena (lo cual es normal al comienzo de los procesos revolucionarios**), permitió que siguiera al frente de sus organismos de lucha la burocracia estalinista, que se encargó de evitar su evolución en el sentido de organismos políticos de autodeterminación de masas (al estilo soviets).

De esta forma, los Comités de Acción de las fábricas, que habían sido creados directamente por las bases obreras o bajo la presión de ellas, en vez de servir para unificar y elevar la lucha, la encerraron dentro de los límites físicos de cada planta industrial, aislando (mediante el férreo control de las puertas de las fábricas) a los obreros de ellas entre sí y del movimiento revolucionario de masas (que desde el 13 de mayo había encontrado su cuartel general en la Sorbona).

De esa forma, el estalinismo pudo evitar la formulación de la perspectiva revolucionaria hasta que el gobierno pudo retomar la iniciativa y contraatacar. Luego de eso, se encargó de desactivar uno por uno los bastiones de la huelga, coordinando su acción con la represión estatal.

Como sostenía Lenin, la clase obrera no desarrolla espontáneamente una conciencia revolucionaria clara, un pensamiento estratégico de cómo lograr imponer su punto de vista contra sus enemigos. Esa claridad y esa estrategia debe serle aportada desde una organización específicamente diseñada para esa tarea: el partido revolucionario.

Durante las jornadas de mayo-junio, no existieron organizaciones revolucionarias con una política correcta y un nivel de inserción en las masas (y en el proletariado en particular) suficiente como para poder ganar a millones para una estrategia política de poder y disputarle al estalinismo la dirección de los Comités de Acción.

Las organizaciones existentes, o actuaban como furgón de cola de los estalinistas, o no contaban con una estructura partidaria desarrollada con núcleos sólidos en los principales bastiones de la lucha. Algunas agrupaciones revolucionarias, que intervinieron consecuentemente en la lucha y que inclusive habían llegado a ganarse el respeto y la simpatía de importantes sectores de vanguardia, se negaban a construir partidos por defender una perspectiva espontaneísta. Por lo tanto, el impulso revolucionario de las masas, de la juventud y de la clase obrera, se disipó ante la falta de una estrategia de poder y de una dirección consecuente con ella***.


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* También habían ocurrido movimientos obreros revolucionarios en los estados burocráticos orientales: Alemania del Este en 1953, Hungría en 1956, etc.

** La Revolución Rusa de 1917 comenzó en febrero, con una huelga general y la formación de soviets. Aun en medio de esa gigante explosión, la falta de claridad estratégica de las masas se plasmaba en el hecho de que la dirección de los soviets estuviera en manos de los mencheviques y los “socialrevolucionarios”, fuerzas reformistas y, por lo tanto, contrarrevolucionarias.

*** En la Revolución Rusa de 1917, esa función la cumplió el Partido Bolchevique, que entre febrero y octubre, consiguió ganar a las masas obreras para la perspectiva de la toma del poder como medio para conquistar sus aspiraciones. Este triunfo político se plasmó a nivel dirección con la revocación de los delegados mencheviques en los soviets y la elección de otros bolcheviques para desempeñar su función, lo que permitió votar y llevar a cabo el levantamiento insurreccional.

miércoles, abril 02, 2008

Sobre el conflicto del campo

El blog vuelve después de un impasse con un tema poco habitual en él. Por las dudas se aclara: las opiniones expresadas son personales, discutibles y sujetas a posibilidad de revisión y cambio.

Durante estas semanas, un conflicto logró ganar un protagonismo central en los medios de comunicación e irrumpir en la sociedad generando un nivel de discusión e interés político que hace mucho tiempo no se veía. Ese conflicto es el del campo.

No se va a explayar en este espacio sobre lo que ya todos saben: el gobierno de los Kirchner implementó un sistema de retenciones móviles más elevadas que las que había hasta el momento, las principales organizaciones de productores agrarios respondieron con un lockout patronal de 21 días, se desarrollaron piquetes en las rutas de todo el país y cacerolazos en algunos barrios urbanos.

Hay en todas esas cosas algunos elementos que vale la pena destacar: mientras que el lockout es impulsado principalmente por las organizaciones agrarias (Sociedad Rural, Federación Agraria, etc.), y llevado a cabo por todo el espectro de productores rurales, los piquetes tienden a ser autoconvocados y protagonizados por los así llamados “pequeños productores”.

Este dato llevó a algunas organizaciones que se autodenominan (vaya uno a saber por qué) “revolucionarias”, “socialistas”, “obreras” y “populares” a apoyar políticamente los cortes e inclusive a participar en los cacerolazos de la clase alta y media-alta gorila y reaccionaria. Es el caso principalmente del maoísta PCR y el supuestamente “trotskista” MST (y su ruptura-satélite Izquierda Socialista). Su argumento es que “hay que apoyar a los pequeños productores”, que además “están desbordando a las direcciones reaccionarias”.

Pero hay varias cosas que estas organizaciones “se olvidan” de decir.

En primer lugar, que los así llamados “pequeños productores” no son precisamente la clase social más oprimida ni mucho menos. La mayoría de los que participan en los piquetes poseen o arriendan entre 100 y 200 hectáreas. Para darse una idea, los verdaderos campesinos, que producen para apenas llegar a satisfacer las necesidades de sus familias, y que en su mayoría provienen de comunidades con fuerte presencia indígena, suelen poseer menos de 10 hectáreas.

Pero eso no es todo. Estos “pequeños productores”, volcados principalmente a la exportación a precios internacionales (que ya son altos de por sí) y en dólares (con el tipo de cambio muy favorable), no son precisamente la imagen (muy arraigada en el progresismo centroizquierdista, de cuño peronista o estalinista) de la “burguesía nacional” que produce para el mercado interno con un compromiso nacional y popular. A diferencia de los campesinos, no trabajan la tierra con sus propias manos, sino que explotan a peones por salarios miserables y en condiciones informales y precarias.

Esta mentalidad patronal se expresa claramente en los piquetes, que nada tienen que ver con los piquetes de los obreros ocupados o desocupados que tan comunes se hicieron en la década de 1990. No solo evitan que lleguen los alimentos a la ciudad, causando desabastecimiento y brutales aumentos de precios (que perjudican a la población trabajadora y a las capas medias urbanas), sino que además, tiran comida o dejan que se pudra, en un país y en un mundo en el que siguen habiendo muertos por desnutrición.

Pero además de no ser una clase especialmente oprimida, el programa que levantan sigue siendo el mismo de los grandes propietarios, contra los cuales no se rebelaron: la reducción o eliminación de las retenciones. Esto, de llevarse a cabo, provocaría un enorme aumento de los precios (porque se trasladarían los precios internacionales al mercado interno, al ser mucho más rentable la exportación), generando una cadena inflacionaria que terminaría por licuar los ya de por sí escasos salarios de la clase obrera.

Por estas razones, por más autoconvocados que sean estos “pequeños productores”, por más desbordados que se encuentren con respecto a la Sociedad Rural y su aliada Federación Agraria, sus medidas siguen siendo reaccionarias, y por lo tanto deben ser combatidas por los trabajadores, de forma independiente de los aparatos burocráticos kirchneristas.

El gobierno de los Kirchner intenta posar de izquierdista al combatir discursivamente a la oligarquía, pero el hecho concreto es que todo su proyecto se había basado hasta el momento en enriquecerla aun más, siendo inclusive más tímido frente a ella que el ya de por sí tibio gobierno burgués de Perón. No solo no intentó realizar una reforma agraria, sino que ni siquiera puso en pie un monopolio estatal del comercio exterior, única forma realmente efectiva de garantizar precios bajos para el mercado interno y una gran acumulación de divisas para el Estado.

Precisamente por ser un gobierno burgués, no quiere incitar a los trabajadores a derrotar el lockout con los únicos métodos que realmente funcionan: los de la lucha de clases, la autoorganización desde abajo. Estas cosas harían volar por los aires la hegemonía de los patrones en sus empresas, la legalidad burguesa y el monopolio estatal de la fuerza.

Y al no hacerlo, al mismo tiempo se condena a sí mismo a la esterilidad. Si bien pudo jugar la carta de movilizar a su aparato punteril y burocrático y a sus simpatizantes pequeñoburgueses centroizquierdistas, y esto le permite por el momento cierto margen de maniobra, no es de ninguna forma una solución definitiva. Aún si se lograra una tregua, el conflicto volvería a estallar en poco tiempo o se llegaría a un acuerdo para descargar todo el peso de la crisis sobre las masas trabajadoras.

Si intentara llevar la lucha contra la oligarquía más allá de cierto punto (cosa que de cualquier forma no tiene ningún interés en hacer), se encontraría inmediatamente ante una coalición golpista de todos los sectores burgueses y la pequeñoburguesía reaccionaria, exactamente como ocurrió con Perón en 1955. Y al igual que él, se dejaría derribar sin ofrecer resistencia, con tal de no armar y llamar a movilizar a los trabajadores desde abajo. Esto es exactamente lo que hacen todos los gobiernos burgueses “progresistas”: molestar y lograr enfurecer a los sectores más reaccionarios de la sociedad, y dejarse tumbar por ellos para evitar un “derramamiento de sangre” que de cualquier forma termina ocurriendo (ya que la reacción, cuando toma el poder, no se ve precisamente escandalizada ante el hecho de tener que matar a trabajadores desarmados, cosa que hizo en todas las ocasiones históricas –Chile en 1973 es uno de los mejores ejemplos-)

En síntesis: el lockout, los piquetes y los cacerolazos patronales son reaccionarios y deben ser derrotados con la movilización obrera y popular independiente y autoorganizada. El gobierno es completamente impotente: no hay victoria posible que no sea con los métodos de la lucha de clases. Las organizaciones “de izquierda” que, en vez de tomar esta perspectiva, corren a abrazarse con los “pequeños productores”, deben ser repudiadas en todos lados y por todas las organizaciones combativas, sean agrupaciones, cuerpos de delegados, sindicatos recuperados o centros de estudiantes. En este sentido, el centro de la facultad de Filosofía y Letras dio un excelente ejemplo al votar (el 1/4), en una asamblea masiva como no se veía hace tiempo y con enorme grado de participación (casi 50 intervenciones de todo el espectro de partidos, agrupaciones e independientes), una declaración pública posicionándose políticamente en un sentido muy similar, aún contra la mayoría de la dirección del centro, formada por el PCR-MST.