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sábado, julio 28, 2007

Bolivia Roja

En 1952, una insurrección obrera y popular tuvo lugar en Bolivia.

Los mineros, a fuerza de sus cartuchos de dinamita, lograron destruir a las Fuerzas Armadas de la burguesía.

En su lugar, se formaron milicias populares: los mismos mineros asumieron la defensa nacional y formaron la Central Obrera Boliviana, que tomó a su cargo la dirección de los batallones proletarios.

Este tema se tratará más en profundidad en otra ocasión, ahora quería subir unas fotos que encontré en internet, que me parecieron muy reveladoras.










miércoles, julio 25, 2007

Sobre las luchas del siglo XXI

Tras la caída del Muro de Berlín, la burguesía se apresuró a decretar el supuesto fin de la historia. El capitalismo de libre mercado supuestamente había triunfado por sobre todas sus alternativas: el malvado comunismo, los nacionalismos estatistas, las utopías anarquizantes.

De esta forma, también había logrado lo que intentaba desde el siglo XVII: demostrar que el ser humano tiene una "esencia" o forma natural de ser, que esa "esencia" es egoísta, que la propiedad privada y el libre mercado son tendencias naturales en él y que ponerles trabas es ir contra la naturaleza humana, que el Estado es una entidad que encarna el bien común y el interés universal evitando fricciones entre individuos iguales, que la corrupción de los políticos es sólo una circunstancia y que es reflejo de la corrupción de las personas, que los pobres son pobres por no esforzarse lo suficiente, que existen ciertos tipos de personas que son esencialmente delincuentes por elegir voluntariamente el camino del mal, que la democracia representativa es la única forma de no caer en las pérfidas dictaduras y tiranías que acaban con la libertad de las personas.

Se volvía entonces indiscutible aquello que siempre fue clarísimo para la burguesía: que cualquier huelga, movilización popular, y ni hablar de disturbios, no eran más que formas de evadir el esfuerzo que tenían los vagos, producto de la agitación maliciosa de los elementos subversivos y de las minorías violentas, en el mejor de los casos acciones de inadaptados que no entendían el nuevo orden mundial y que seguían presos de ideales anacrónicos. Pero por suerte, con el triunfo de la democracia y de la libertad en todo el mundo, esas acciones iban a disminuir, las minorías violentas iban a quedar aisladas y se llegaría a un momento de armonía mundial basada en la aceptación universal de las reglas del juego y la modernización de los subdesarrollados

De esta forma, la burguesía lograba barrer la lucha de clases abajo de la alfombra. No es que exista una contradicción fundamental en la vida social capitalista que lleve a amplias franjas de multitudes a la lucha autónoma contra la burguesía: existen pequeños grupos anacrónicos que provocan desorden. Nada pondría más feliz a la burguesía que que se volviera realidad aquello que dice en sus "medios de comunicación": los disturbios antidemocráticos son responsabilidad del Partido Obrero y de Quebracho, y a veces hasta de servicios de inteligencia infiltrados en las pacíficas marchas. Sin embargo, y muy lamentablemente para la burguesía, la realidad material, la historia, desmienten completamente todas estas versiones.

Ya se ha mencionado en otros artículos que en la misma década de los noventa, comenzó a articularse la nueva resistencia contra los planes de la burguesía. Los zapatistas, los piqueteros, los Sin Tierra de Brasil, los anti-globalización, entre otros, se volvieron los polos alrededor de los cuales se comenzaron a agrupar los diferentes destacamentos de lucha, entre ellos inclusive los restos combativos de un movimiento obrero diezmado, los partidos y agrupaciones revolucionarias sobrevivientes (bolcheviques, anarquistas, etc.), los nuevos teóricos anti-neoliberales (autonomistas, posmodernos, neokeynesianos, etc.), los llamados "movimientos sociales" (ecologistas, feministas, etc.), entre otros.

Sin embargo, fue el comienzo del siglo XXI el que comenzó a poner más seriamente en tela de juicio las ridículas pretensiones de la burguesía que creía haber liquidado la historia.

El tercer milenio saludó a la humanidad con una serie de acontecimientos bastante reveladores: por un lado, el atentado a las torres gemelas, que sacó a la luz la compleja disputa existente entre la burguesía estadounidense y un sector muy importante del mundo islámico, que agravó la crisis económica yanqui y mundial, y que dio inicio a una nueva ofensiva bélica sobre medio oriente y a un aumento del despliegue militar sobre todo el mundo (bajo el eufemismo de la "guerra contra el terrorismo"); por otro lado, la revuelta popular argentina de diciembre de 2001, que abrió el paso a una serie de levantamientos similares en toda América Latina.

Otros tres rasgos más pueden ser señalados como característicos de este comienzo de siglo: el cambio climático, la crisis energética y el nuevo marco de competencia, colaboración y disputas hegemónicas entre las burguesías de los diferentes países (especialmente de EEUU, Rusia, China, Europa, Japón, Venezuela, Brasil, la India, etc., junto a las ya mencionadas del mundo islámico –de especial importancia por su posesión de grandes reservas de petróleo y gas-).

Todos estos elementos contribuyeron a agravar la crisis económica, política y social que atravesaban los países latinoamericanos, echando por tierra definitivamente las ilusiones neoliberales que pudieran haber existido.

Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela, México y Perú fueron sacudidos por levantamientos de multitudes, que en varios casos derribaron a uno o más gobiernos o al menos pretendieron hacerlo, o en el caso venezolano, defendieron a un gobierno que consideraban progresivo frente a los intentos golpistas de algunas fracciones de la burguesía. En Chile se produjo un movimiento con eje en el estudiantado que movilizó a más de un millón de personas, con huelgas, tomas de colegio y de universidades, etc. En casi todos los países se registraron fuertes huelgas. Tres actores sociales estuvieron fuertemente presentes en muchas de ellas: los docentes, los campesinos (muchos de ellos identificados como originarios) y los mineros y petroleros.

Inclusive los países centrales fueron alcanzados por esta nueva oleada mundial: en Francia, los levantamientos de los suburbios y luego la masiva lucha contra la precarización laboral, en Estados Unidos la huelga general de los trabajadores latinos.

Esta es la forma en que la lucha de clases golpea a las puertas del paraíso burgués para recordarle su inevadible existencia. Pero este recuento genérico y por encima de algunos grandes acontecimientos, no incluyó hasta ahora lo más importante de ellos: sus características cualitativas.

En Argentina, las asambleas populares (barriales y piqueteras) lograron reunir a una amplia gama de sectores populares en una lucha unificada, superando las barreras sectoriales, corporativas, orgánicas, laborales, etc. Lo mismo ocurrió, y tal vez en un nivel superior, en Oaxaca (con la APPO –Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca-), con los cabildos abiertos en Bolivia, etc.

Estas nuevas organizaciones unificadas reunían no ya al activismo de siempre, sino a amplias franjas de la población, que en ellas encontraban por primera vez un espacio de expresión y de lucha autónoma, por fuera de los aparatos políticos y sindicales dominados por la burguesía y sus agentes. En algunas de ellas se ensayó también el asambleismo de base, con un fuerte protagonismo de todos en la toma de decisiones, sin subordinarse a tal o cual dirigente u organización separada, basándose únicamente en la fuerza anónima de la multitud movilizada.

En Oaxaca, la APPO avanzó en la ocupación de algunos de los llamados "medios de comunicación", logrando un doble objetivo: por un lado, sabotear su cotidiana transmisión de cosmovisión burguesa, y por otro lado, convertirlos en una herramienta al servicio de la difusión de la lucha y de la cosmovisión popular autónoma.

En Argentina, en Venezuela y otros países, varias empresas fueron ocupadas y puestas a producir por sus trabajadores, rompiendo de esa manera en los hechos con la lógica de la propiedad privada y desafiando abiertamente a la legalidad burguesa.

En Bolivia, asambleas populares masivas aplaudieron a los oradores que comentaban la necesidad de la toma del poder y de la formación de un gobierno de las organizaciones obreras, campesinas y populares. Pero esto no solo se quedó en palabras: desde la ciudad de El Alto, considerada como el cuartel general de la revolución boliviana, la Federación de Juntas Vecinales organizó movilizaciones para ocupar y clausurar el parlamento, preparando la autodefensa para la posibilidad de un choque con las fuerzas represivas.

En todos lados, el movimiento popular levantó barricadas y se enfrentó con todo lo que tenía a mano contra la policía y el ejército, desafiando de esa manera a la base misma del Estado burgués.

Cada vez más, las multitudes comprenden que no pueden confiar más que en sus propias fuerzas, y que ninguna mejora sustancial puede venir de la mano de la democracia burguesa ni mucho menos de su falsa alternativa, las dictaduras militares. De profundizarse esta tendencia, podrían llegar a comprender que aún la más mínima mejora en sus condiciones de vida requiere la destrucción de aparato estatal de la burguesía y la formación un gobierno de facto de las asambleas populares. Este proceso depende también en gran parte de que los que ya lo comprendieron se organicen en una agrupación capaz de intervenir para la profundización de la lucha hasta el levantamiento insurreccional.

Inclusive en Argentina, las cosas están tomando lentamente un matiz más interesante. Desde 2003 que se viene dando en el sector de los servicios una serie de huelgas antiburocráticas muy duras y dirigidas por asambleas de base, algunas de ellas acompañadas de ocupación de los lugares de trabajo. Últimamente estas huelgas están surgiendo también, aunque de forma aislada, en algunos bastiones industriales, como Fate, Terrabusi, Aluar, Mafissa, el lavadero Virasoro, el polo fabril de Zárate-Campana, etc. El repudio a la burocracia sindical se expresa de diversas maneras: desde la formación de organismos de poder paralelo (como el comité de fondo de huelga de Fate), el agrupamiento alrededor de los delegados combativos de base (como en el subterráneo de Buenos Aires) o de las comisiones internas, con la constante presión desde abajo, y en algunos casos hasta con la violencia física contra los burócratas (también en Fate). Pero no solo el odio es contra la burocracia pro-patronal, sino también contra la patronal misma. El hecho más ilustrativo de esto tal vez sea el incendio de las oficinas de las empresas pesqueras de Santa Cruz por parte de los trabajadores.

En todos estos elementos se encuentra el embrión de lo que puede ser un nuevo despertar de la lucha proletaria por el poder político, la forma más elevada de la lucha popular, ya que la toma del poder es la condición necesaria para la realización de cualquier intento de transformación profunda.

Sea cual sea el resultado de las grandes luchas en curso (como la de Perú, que abre perspectivas muy interesantes), los mitos burgueses ya han sido desmentidos tan abierta y claramente que al menos podemos tener esperanzas de un resurgir en cualquier momento.