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miércoles, octubre 25, 2006

No hay reforma posible: El Estado

¿Qué diferencia a la izquierda del "progresismo" de centro-izquierda y de centro?
Un punto central: para la izquierda, no hay reforma posible en el marco de este sistema.
Desde estas páginas, Alegre Subversión pretende contribuir a demostrarlo, empezando por la cuestión del Estado.

Se nos dice, desde que entramos a la más básica célula de lavado de cerebros, o sea la escuela primaria, que el Estado es "lo que pone órden a la sociedad", lo que "evita los conflictos entre las personas", la organización que "garantiza el bien común". Durante todas nuestras vidas nos llenan la cabeza con ideas parecidas, que se podrían resumir básicamente como "el Estado es lo bueno", "la ley es lo bueno", y lo que no cumple con la ley y con el Estado es "lo malo".

Pero nada de esto se corresponde en lo más mínimo con la realidad, o al menos, con la visión de la realidad que muchos tenemos.

El Estado es, desde la perspectiva de la izquierda (y en especial de la izquierda libertaria), un aparato dictatorial, mediante el cual la clase social dominante dirige a la sociedad, más allá de las formas que tome en cada situación histórica concreta.

La mayor mentira es la que afirma que sin Estado no se puede organizar una sociedad. Esta afirmación "olvida" las miles de formas de organización comunitaria, comunal, cooperativa y autogestionaria que existieron a lo largo de la historia, basadas en el protagonismo de todas las personas, en la propiedad colectiva, en la toma colectiva de decisiones, en la organización también colectiva del trabajo y de la vida en general, en la crianza y educación colectiva de los niños, etc. y al mismo tiempo, en el más pleno respeto a la individualidad y la libertad de cada uno dentro de los márgenes de la vida comunal (o sea, permitiendo todo aquello que no atente contra el bien común, desmitiendo la idea de que sociedad e individuo son contradictorios).

El Estado surge justamente como negación de esa forma de vida, como disolución de la comunidad, como enajenación del poder de las personas, como esclavización y como dictadura. Esa es su esencia, inalterada a lo largo de la historia, por más que se haya reconfigurado y adquirido nuevas características.

Una de las grandes transformaciones que atravesó el Estado fue la que, dejando atrás el sistema feudal, desarrolló progresivamente la propiedad privada del dinero, del comercio y de los medios de producción, dando origen al sistema capitalista.

La propiedad emana siempre del Estado, sea cual sea su forma concreta, porque es el Estado el que garantiza, en última instancia, mediante la coerción y la represión, el "derecho a poseer", al igual que todos los otros derechos. Los derechos deben entenderse como permisos y garantías que el Estado, en tanto maquinaria represiva, le otorga a ciertas personas y grupos.

La propiedad privada de los medios de producción, del dinero, del comercio, y más tarde de casi todo los bienes materiales (e inclusive muchos de los inmateriales), es el permiso y al mismo tiempo la garantía que le da la máquina dictatorial del Estado a ciertos grupos de personas para que gestionen la economía, a cambio de dejarlos gozar de enormes beneficios.

La clase social que surgió de ese permiso, la burguesía, se volvió tan fuerte que empezó a reemplazar a la nobleza en la dirección del Estado, construyendo su propio aparato dictatorial. Con el capital acumulado desarrolló las enormes fábricas, que generalizaron a su vez al trabajo asalariado como nueva forma de esclavitud, esta vez acotada al tiempo que el obrero pasara adentro de ella (que en esa época, podía llegar a las tres cuartas partes del día, o sea, una esclavitud al 75 por ciento, y teniendo en cuenta además que los ínfimos salarios condicionaban –y siguen haciendo- a los trabajadores aún fuera de sus trabajos)

Con el trabajo asalariado comenzó también la revuelta de los asalariados, y uno de las principales funciones del naciente Estado burgués fue reprimirla de forma sanguinaria, amontonando cadáveres obreros junto a los de las otras clases que también se rebelaban (campesinos, pequeños comerciantes, etc.)

El Estado burgués capitalista fue modificándose, a medida que se transformaba el modo de vida, el modo de producción, y todos los aspectos de la sociedad en general. Pero nunca perdió, ni puede perder, su esencia, su naturaleza de clase, y su naturaleza de conservación y reproducción de la sociedad de clases.

En su forma actual, el Estado burgués capitalista tiene varias características que vale la pena resaltar, para mostrar cómo no es posible reformarlo, y cómo no es posible por lo tanto reformar la sociedad que dirige sin tirarlo abajo.

En primer lugar, hace falta desmentir la falsa dicotomía entre Estado y Mercado (entendido como el conjunto de empresas que gestionan la economía) que plantea el liberalismo, apropiándose de una retórica libertaria para ocultar que en realidad, el Estado no es enemigo de la propiedad privada sino su garante. Las empresas no son entes ajenos al Estado: son sus apéndices, a él le deben su existencia. Los políticos, los funcionarios y los dirigentes del Estado en general, no son los enemigos de la burguesía (en tanto clase dominante), son parte de ella y le obedecen. No es de extrañar que una gran cantidad de políticos sean a la vez empresarios, y que muchos de los grandes empresarios hayan realizado carrera política.

Por eso, es completamente erróneo el planteo reformista, tanto socialdemócrata, "progre" como intervencionista, de que el Estado pueda o quiera ponerse duro con las empresas. Sólo lo hace cuando la situación se lo obliga, y para eso tienen que dar muchas condiciones muy específicas que hoy en día no se dan (se desarrollará esto en notas futuras).

Pero el Estado, además de tener apéndices empresarios, tiene muchos otros simbiontes: organizaciones y grupos para-estatales a los que necesita para mantener su dominio, y que a su vez necesitan de él para acumular y sostener privilegios.

Ya se habló en otras notas de cómo el Estado es en realidad una mafia auto-legalizada, que a la vez determina la legalidad o ilegalidad del resto de las cosas. La corrupción estatal no es anecdótica sino estructural.

En base a ella, en base a romper las mismas normas que él impone, junto a los cientos de mecanismos legales que dispone, es que puede mantener a toda una casta de parásitos sociales, además de los ya mencionados políticos y empresarios. Estos son, como se dijo en otra ocasión, las burocracias sindicales, las mafias de todo tipo, las barrabravas y patotas (entre ellos, los grupos neonazis y skinheads que el Estado jamás perseguirá, a menos que se vea obligado por la presión popular), los medios de "comunicación", las instituciones religiosas, las ONGs y fundaciones, y cientos de organismos paralelos de represión, control, legitimación, robo, saqueo, etc. etc.

Podemos señalar además varias características del mismo Estado, en tanto aparato dictatorial, identificables en cualquier sociedad, por más "democrática" que pretenda ser:

Al tener una maquinaria de coerción tan grande, al garantizarle a sus esbirros la posibilidad de llevar armas e "imponer la Ley", se vuelve inevitablemente prepotente y abusador, recuriendo incluso a la tortura en las comisarías, al gatillo fácil contra los pobres y la juventud, al asesinato de militantes populares...

Al ser la represión en última instancia su razón de ser, necesita albergar siempre a individuos expertos en esa tarea: ¿qué mejor que los fascistas, nazis, ultraderechistas católicos, etc. para esa tarea? ¿Cuántos comisarios, oficiales del ejército, etc. se han declarado ya abiertamente como admiradores de Videla, de Hitler o de Mussolini? Por esa razón, el Estado nunca se saca de encima a su núcleo duro ultrareaccionario: como mucho puede juzgar cosméticamente a unos cuantos, pero siempre habrá en sus filas muchos, muchísimos más.

Al necesitar justificar la existencia de su aparato represivo, El Estado debe estar permanente aterrorizando a su población, agitando siempre un fantasma de "inseguridad", atemorizando a las personas con la "delincuencia", o bien con el "terrorismo", los dos grandes comodines de la burguesía a la hora de imponer el pánico colectivo.

Pero además de todo esto, la burguesía, al ser una clase mundial, tiene sus propias jerarquías: de esta manera, la burguesía multinacional domina además en los Estados perisféricos, imponiendo además de todo, un saqueo colonial.

La democracia es una ilusión, porque no hay de ninguna manera un "gobierno del pueblo", sino una dictadura estatal que refrenda sus dirigentes ante la población. No se debe sin embargo caer en la simplificación de creer que todos los Estados son siempre exactamente iguales: es cierto que en la sociedad actual, el Estado permite una cierta libertad de acción, aunque obviamente restringida a la sociedad de clases, a la enajenación, y que ni siquiera termina de ser completa (ya vimos en el Hospital Francés el concepto de "democracia" que tiene la burguesía, al mandar a barrabravas con protección policial a reprimir a los trabajadores)

Podemos afirmar, por todo lo dicho y sin el menor margen para la duda, que nada bueno puede esperarse del Estado, que es irreformable y que necesita ser derribado para construir un mundo mejor.

La comuna, en cambio, es posible, deseable y necesaria, y puede nacer hoy mismo a partir de la negación del Estado que implica la auto-organización, el protagonismo de multitudes, etc. Cada apropiación por parte de la gente de su propio poder de decisión, cada asamblea popular, cada voto a mano alzada, erosiona las bases mismas del Estado y por lo tanto de la sociedad de clases. Si se quiere cambiar el mundo, es inevitable hacerlo por fuera y en contra de todos los Estados, de forma autónoma, acumulando contrapoder en cada ámbito donde la población realice su vida cotidiana.

miércoles, octubre 18, 2006

Sobre "la delincuencia" y "la inseguridad"

Si uno creyera que la realidad es aquello que nos muestran los llamados "medios de comunicación", sin duda alguna pensaría que el principal problema que nos afecta es "la inseguridad".


Más allá de las monstruosas connotaciones ideológicas que tiene la construcción de esa supuesta "realidad" por parte de los noticieros, diarios, radios, etc... es innegable que el problema de "la inseguridad" ha sido asumido por una buena parte de la población como uno de los grandes males del país.


Por eso, se vuelve imprescindible reflexionar sobre qué es "la inseguridad", qué causas la provocan y qué posibles soluciones se presentan. Sobre todo porque, pese a ser el caballito de batalla de la burguesía mediática (que la usa como estrategia para beneficiar a las clases dominantes, ya sea tapando otros problemas, ya sea generando terror y aislamiento, ya sea legitimando de esa manera una mayor represión y un mayor crecimiento del aparato mafioso estatal, etc.), tiene sin duda una fuerte raíz en los problemas reales de la sociedad.


La primera pregunta que se nos plantea es ¿a qué se llama habitualmente "la inseguridad"?. Este es un término usado indistintamente por toda la población, pero que tiene un origen muy particular. La burguesía mediática, empresaria y política lo utiliza ampliamente (directamente o a través de los periodistas, voceros, etc.) para referirse a un conjunto de actos, a los que también refiere como "la delincuencia". Estos actos abarcan generalmente: robos, secuestros, asesinatos, violaciones, violencia, etc. (aunque a veces parecieran quedar también peligrosamente cerca de este conjunto los métodos de lucha de las clases explotadas, en especial aquellos que resultan realmente efectivos, como ser los cortes de ruta, las huelgas, las ocupaciones, las movilizaciones y escraches, las puebladas, etc.)


Pero ¿es inocente el uso y abuso de los conceptos "la inseguridad" y "la delincuencia" por parte de la burguesía?
Bajo la aparente arbitrariedad de su utilización, se oculta también una estrategia. La selección de ciertos términos, en vez de otros, para referir a cualquiera de las cosas que pasan en el mundo, es uno de los tantos mecanismos de dominación con los que cuentan las clases dominantes. Las palabras elegidas, aunque parecen no tener importancia, son sin embargo fundamentales, porque reflejan ya de antemano una determinada forma de ver las cosas, un determinado recorte de la realidad, con una determinada connotación.


En el caso de "la inseguridad", se hace referencia a dos cosas: por un lado, a la ausencia de seguridad, es decir, a la vulnerabilidad, susceptibilidad, debilidad, y por lo tanto, a una amenaza gravísima y constante que amerita un terror permanente (con todas sus implicaciones). Por otro lado, al identificarla únicamente con "la delincuencia", se da a entender que es el único (o al menos el más importante) tipo de inseguridad que sufren las personas, quitándole relevancia a otros que no le preocupan tanto a la burguesía, como ser: la inseguridad que provoca la contaminación ambiental y el consiguiente cambio climático (que trae desastres "naturales" como huracanes, granizos, etc.), la inseguridad laboral del trabajador, la inseguridad de no tener garantizado un pedazo de pan y un techo de material bajo el cual refugiarse, la inseguridad que provocan las lluvias de bombas bajo la cual el Capital sepulta cientos de miles de vidas...


En el caso de "la delincuencia" se hace referencia al delito, a la ruptura de la Ley, es decir, a la desobediencia de las normas que impone la burguesía (independientemente del grado de legitimidad que posea cada norma en particular). Al fin y al cabo, bajo el rótulo de "delincuencia", el Estado "democrático" mafioso burgués encajona a todo aquello que no le gusta y a todo aquello que debe simular combatir.


Pero la utilización del concepto "delincuencia" no le alcanza al Estado para legitimar sus normas. Debe crear entonces otros elementos que refuercen la idea de que las leyes son "buenas" y los que la rompen, "malos". ¿Qué mejor, entonces, que inventar al sujeto más malvado que pueda existir sobre la tierra, el "delincuente"?


El "delincuente" conformaría una especie sub-humana, cuyo único objetivo e intencionalidad pareciera ser el de traer el mal al mundo, hacer infelices a las personas, etc.


Todo aquel que rompe la Ley sería un "delincuente", y todo "delincuente" tendería a romper sistemáticamente la Ley. El "delincuente" es (junto al "terrorista", sujeto que también merecer ser analizado) el peor enemigo del Estado, y es el extremo opuesto al "ciudadano honrado" (otra joyita) que es, por el contrario, el mejor amigo del Estado. "La delincuencia" sería entonces la reiteración de actos vandálicos y llenos de maldad por parte de sujetos esencialmente malvados.


Como podemos ver, tanto el concepto de "la inseguridad" como el de "la delincuencia" responden ya de antemano a una determinada ideología, aún sin decir nada más sobre ellos, y aún ignorando el contexto en que se lo usa y sus fines estratégicos.


Ahora, ¿cuánto de real tiene el estereotipo del "delincuente", sujeto causante de "la inseguridad"?


Para responder a esta pregunta es necesario separar los actos "delictivos" que la conforman en dos grupos: los individuales-espontáneos, por un lado, y los grupales-organizados por el otro. La naturaleza del robo de carteras en la estación de tren suele ser muy distinta a la de los secuestros extorsivos y asaltos de bancos.


Los protagonistas de los primeros (los individuales-espontáneos) suelen ser individuos desesperados, desesperanzados, probablemente inmersos en situaciones de pobreza y desocupación, criados en permanente contacto con la violencia, la exclusión y las falencias de todo tipo. Son resultado en gran medida de la descomposición social que produjo el agravamiento de la masacre capitalista, conocida como "neoliberalismo". No hay una "esencia malvada" en ellos, sino muchísimo resentimiento acumulado (en gran parte como consecuencia de la pésima situación que les tocó vivir), y sobre todo, una completa falta de posibilidades y de motivaciones para integrarse a la sociedad (que los rechaza, aísla y humilla, agravando aún más su situación) y adaptarse a sus valores y normas.


Los protagonistas de los segundos (los grupales-organizados) pueden y suelen incluir a los anteriores, pero no sólo a aquellos. Incluyen también, y sobre todo, a un tipo muy particular de esos individuos "desesperados y violentos" a los que se mencionó en el grupo anterior: a aquellos que se los reconoce en la calle por su uniforme azul, su gorra, su pistola 9 mm. y su (recientemente incorporado) chaleco naranja fluorescente. Y no solo a ellos, sino también a sus equivalentes en las otras fuerzas del Estado, ya sean nacionales, provinciales o municipales: policías, militares, gendarmes, prefectos, empleados del Servicio Penitenciario, de los grupos especiales, etc. etc. etc., desde los rangos más bajos hasta los más altos, llegando inclusive a las más altas jerarquías. No hace falta que estén en actividad, pueden estar también retirados, inclusive hace muchos años, y conservar las mañas. Vale resaltar también que muchos de ellos conformaron probablemente la "mano de obra" patoteril de la dictadura del ’76...


El crimen organizado abarca una amplia gama de actividades e involucra a un igualmente amplio espectro de "profesionales": desde los enquistados en las instituciones del mismo Estado mafioso (como se dijo, Policía, Fuerzas Armadas, organismos de inteligencia, además de las instituciones gubernamentales de los tres poderes, etc. etc. etc.), pasando por los partidos políticos burgueses (la mafia conocida como "Partido Justicialista", la mafia ya descompuesta conocida como "Unión Cívica Radical", etc.), las grandes empresas, los narcotraficantes, los grandes clubes de fútbol con sus barrabravas (mientras nuestros amados dirigentes lloran por la "violencia en el fútbol", usan a las mismas patotas violentas, como la de Chacarita y la de Nueva Chicago, para reprimir a los trabajadores en huelga como los del Hospital Francés –tal vez por esa razón, y por el hecho de que funcionan como grupo de tareas multiuso para las distintas mafias, incluida la venta de drogas, es que nunca meten preso por mucho tiempo a ningún barrabrava, con lo cual nunca se termina la tan hipócrita "violencia en el fútbol"-) los sindicatos oficiales con sus burocracias, sus patotas, sus punteros (como los que demostraron su capacidad de diálogo y mutua comprensión en el traslado de los restos del general Perón a la quinta de San Vicente), y muchos etc.


Toda la "delincuencia" organizada es, o bien organizada desde el Estado "democrático" y/o sus aliados y simbiontes, o bien permitida por él, ya sea mediante las coimas, mediante la presión mafiosa, mediante los acuerdos y prebendas, etc. En este sentido, a nadie le queda ya la menor duda de que la Polícia bonaerense es la mayor mafia que opera en toda la provincia de Buenos Aires, ni de sus estrechas relaciones con los intendentes peronistas, ni de su complicidad en la compra-venta de droga (la misma que prohiben de forma hipócrita sus mayores consumidores, la clase dominante). El gatillo fácil es la única forma de comunicarse que conocen estos especímenes, que no dudan en torturar en las comisarías, y que muy posiblemente sean los que tengan secuestrado o hayan asesinado al compañero Jorge Julio López.


Algunos dirigentes de la nueva-vieja derecha (el llamado "fascismo del siglo XXI" en las notas anteriores), muy relacionados con nuestros queridos "medios de comunicación", pretenden solucionar el problema de "la inseguridad" y "la delincuencia" incrementando las penas y ¡aumentando la cantidad de policías! (lo cual equivale, ya no a intentar apagar el fuego con nafta, sino directamente a avivarlo con más fuego, de forma estúpida e irracional). La estrategia que presentan para lograrlo es: cargar toda la responsabilidad de "la inseguridad" a los "delincuentes" individuales-espontáneos, lavándole la cara a los grupales-organizados al pretender que sean ellos los que combatan a los anteriores (con la misma i-lógica de quienes le piden a los capitalistas que solucionen la tremenda crisis social que ellos mismos causaron).


Lamentablemente esa postura ha sido adoptada por una parte importante de las clases medias e inclusive de las mismas clases bajas, que preocupadas por los robos, asesinatos, violaciones, etc. tiende a buscar la solución del problema en sus mismos causantes.


Pero ¿cuál puede ser, realmente, una solución a estas cuestiones? Primero, debe partir de una caracterización: los que roban al pueblo son los burgueses, los políticos, los empresarios, los policías, y sólo después de toda esa cadena, los ladrones individuales. Por eso, para combatir el robo en todas sus instancias, la solución es que las mismas multitudes se organicen, dejando de delegar su propia seguridad en los verdaderos criminales.


Importantes sectores del pueblo han demostrado que se pueden organizar a si mismos sin necesidad de elementos enajenantes. De hecho, los métodos de auto-defensa y de justicia popular han demostrado en muchos casos ser mucho más efectivos que los del Estado "democrático" mafioso. ¿Cuántas veces los vecinos descubrieron y señalaron a los asesinos y violadores, y la policía en vez de detenerlos, los protegió? ¿Cuántas veces las multitudes escracharon a los genocidas y represores (tanto los de la dictadura como los de la "democracia") y el Estado, en vez de enjuiciarlos y castigarlos, les brindó un muy generoso cordón policial? ¿Cuántas veces la gente se levantó contra la corrupción de los políticos, y los jueces, en vez de meterlos presos, salieron a defender la "constitucionalidad", el "estado de derecho" y "las instituciones republicanas y democráticas"?


Las asambleas populares han demostrado en ese sentido su enorme utilidad. Es cuestión de que las multitudes puedan romper con la pasividad y la cultura de la delegación y tomen en sus propias manos la solución de los problemas sociales, incluyendo el de "la inseguridad", pero sobre todo, el de la mafia estatal, el del hambre, la desocupación y la exclusión, el de la explotación laboral, el de la salud y educación, el de la vivienda, el de la contaminación ambiental (que, además de ser problemas en sí mismos, son -al combinarse- los causantes de las situaciones de violencia)... y tantos otros que la burguesía generó y es completamente incapaz de solucionar.

miércoles, octubre 04, 2006

El Estado “democrático”



Habíamos dicho Nunca Más. No sólo lo dijimos, sino que luchamos, durante treinta años, para que el terrorismo de Estado sea erradicado para siempre de nuestro país.

Impusimos, mediante la lucha popular, el Juicio y Castigo para algunos de los principales represores, asesinos, torturadores, violadores y desaparecedores de la carnicería social de 1976, el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” o también “Guerra contra la Subversión”, ese último manotazo de ahogado de la burguesía, las FFAA y la Iglesia que estaban perdiendo hasta la última gota de legitimidad y de autoridad, siendo cada vez más desobedecidos por parte del pueblo, que se empezaba a volcar a la construcción de su propio poder autónomo (ya sea a través de los sindicatos, coordinadoras y agrupaciones clasistas, de las asambleas de base, de los centros de estudiantes, de las organizaciones sociales, de los grupos guerrilleros, de los partidos políticos de izquierda, progresistas o revolucionarios, etc.)

Logramos mandarlo en cana al hijo de remil puta Miguel Etchecolatz, jefe de la policía picanera bonaerense durante la dictadura, enemigo de la especie humana y de sus mejores valores, enemigo de los trabajadores, enemigo de la juventud, enemigo de las mujeres, enemigo de todo aquello que hace que vivir valga la pena.

Y sin embargo, cuando ya nos creíamos, o mejor dicho, cuando nos querían hacer creer (desde los medios de comunicación, el gobierno y algunos organismos de “Derechos Humanos”) que el terrorismo de Estado y el fascismo policial habían sido superados, nos enteramos de que Jorge Julio López, quien había sido detenido clandestinamente durante la dictadura por las bandas de asesinos dirigidas por Etchecolatz, y quien poseía información clave para hacerlo pudrirse en la cárcel (habiendo testificado en el reciente juicio contra dicho represor), simplemente desapareció el día 18 de septiembre de este año 2006.

No se sabe nada de él: se baraja un amplio abanico de hipótesis, que van desde una fuga “por miedo” o shock emocional –cosa que suena muy poco creíble- hasta un secuestro al viejo estilo setentayseisesco, pasando por el más aggiornado asesinato mafioso –el día de su desaparición, apareció un cadáver calcinado, pero se desmintió que fuera el de él-.

Lo que es claro es que el Estado fue totalmente incapaz de brindarle alguna protección, aún sabiendo que corría peligro. Todo el juzgado que enfrentó a Etchecolatz fue amenazado, al igual que los testigos. Pero estas no son las primeras amenazas desde la vuelta de la “democracia”. Miles de militantes sociales, de activistas gremiales, estudiantiles y de los Derechos Humanos fueron amenazados, y muchos de ellos agredidos físicamente desde 1983. Unos cuantos fueron asesinados por las mismas fuerzas del Estado “democrático”: Victor Choque, Teresa Rodríguez, Aníbal Verón, Maximilano Kosteki, Darío Santillán, los más de 20 caídos del 19/20 de diciembre de 2001...

Todo esto refleja que el aparato represivo sigue intacto: los represores de la dictadura siguen activos escondidos en gran cantidad en las Fuerzas de Seguridad, en los servicios de Inteligencia, en las Fuerzas Armadas, en las empresas de seguridad privada, en la Iglesia Católica y agrupaciones de ultraderecha nacionalista, en partidos neonazis (y posiblemente también en los grandes partidos políticos “democráticos”, en especial en los de “centroderecha”) en los grupos de militares y policías nostálgicos de los años de plomo, en las policías federal y provinciales, pero especialmente, en la policía bonaerense...

Pero no sólo los represores de la dictadura siguen activos en las fuerzas del Estado y para-estatales, sino que además, se les suma una importante cantidad de mafiosos “apolíticos”, de organizadores del crimen a gran escala (nuevamente, los muchachos de la bonaerense, los del servicio penitenciario, etc.), conformando una red mafiosa-policial-fascistoide-militar que conecta la delincuencia “común” con la enorme delincuencia estatal –recordemos que los asesino del hijo de Blumberg no fueron “negros de mierda” sino una banda organizada por policías, esos mismos policías a los que ¡el mismo Blumberg! pide mano dura, demostrando su completo cinismo y su absoluto desinterés por solucionar de raiz el problema de la inseguridad, lo cual implicaría disolver la policía mafiosa- .

Es un secreto a voces que desde las mismas policías y fuerzas armadas se organiza el crimen, ya sea por acción o complicidad –coima de por medio-.

No nos debe extrañar, entonces, que el crimen, la mafia y el fascismo conformen una extensa red, que abarca desde el narcotráfico, el control de la prostitución, el tráfico de armas, los secuestros extorsivos, la delincuencia común, los desarmaderos, las habilitaciones e inspecciones fraudulentas (como las que se cobraron la vida de 195 personas en República Cromañón), en su aspecto más “apolítico”, hasta los servicios de inteligencia, las patotas, la “mano de obra desocupada” de la dictadura –es decir los represores sueltos-, etc. etc. etc.

Esa red no existe sólo bajo la sombra del Estado “democrático”, enquistada en sus órganos, sino que además tiene sus contactos políticos, o mejor dicho, sus propios partidos políticos: desde los intendentes justicialistas y radicales, pasando por los gobernadores-capomafia al estilo Duhalde, hasta el mismo congreso y gobierno nacional (recordemos que nuestro Amado Presidente no salió de un repollo, sino que fue elegido por el duhaldismo luego de la crisis de 2001-2002)

Pero por si esto fuera poco, se le suman algunos cuantos componentes más: las burocracias sindicales, los punteros políticos, las mafias enquistadas en los grupos profesionales (abogados, médicos, jueces, etc.) y hasta en la misma Universidad (recordemos al procesista Alterini siendo elegido rector por una camarilla totalmente anti-democrática), los funcionarios-ñoquis... Si a esto le agregamos, por último, una cúpula formada por los dirigentes políticos, los grandes empresarios, los economistas, etc. tenemos ya completado el rompecabezas que es el Estado “democrático”.

Si a esta altura de los hechos, alguien sigue creyendo que el sistema en el que vivimos es realmente una “democracia”, es porque es o muy ingenuo, o ciego, o porque nunca intentó atar cabos...

Por más que aparezca Julio López (si no está muerto ya hace rato), cosa que parece cada vez más difícil, la red mafiosa-fascistoide va a seguir intacta, ya que es el verdadero esqueleto del Estado “democrático”, que es a su vez la herramienta de los grandes grupos económicos, del empresariado, para mantener su hegemonía de clase por sobre el pueblo. Todos los sectores de poder, todo lo más podrido y corrupto de nuestra sociedad se vertebra alrededor del Estado “democrático”, usándolo para chupar como vampiros el producto del trabajo de millones de argentinos.

La represión, el gatillo fácil, el crimen, la corrupción, el terrorismo de Estado, la explotación laboral, la desocupación, la pobreza, la miseria... no son simples apéndices “recortables” de la sociedad actual, sino su base misma: no hay reforma posible. Cualquier intento de transformar nuestro país tiene que partir de la base de la completa disolución de la gran mafia que es el Estado, de las mafias para-estatales, de todos los grupos fascistas, de toda la lacra que nos oprime.

Sólo el gobierno directo del pueblo, de los de abajo, de la gente humilde y trabajadora, basado en asambleas y cuerpos de delegados, puede dar hasta el final la guerra contra las mafias, hasta exterminarlas. Sólo tomando nuestro destino en nuestras propias manos, dejando de confiar en toda clase de políticos, podremos salir adelante.

La grandeza de la Argentina y de toda Latinoamérica (que atraviesa la misma situación), depende exclusivamente de que los de abajo nos organicemos e impongamos nuestro propio gobierno, por fuera, a pesar y en contra de todas las expresiones del viejo mundo que declina y se descompone cada vez más...

Contra el resurgimiento de la ultraderecha y las patotas ¡movilización multitudinaria!
¡Que aparezca YA y con vida Julio López!
¡Dijimos NUNCA MÁS!

* La imágen que encabeza este texto es el logo de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, (CORREPI)