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miércoles, enero 17, 2007

Lucha radical y Espectáculo

El Espectáculo

El Espectáculo es una rama del Sistema cuya función es instalar una determinada cosmovisión, información y valoración en la mentalidad de las multitudes.

Está compuesto por una multiplicidad de focos interconectados, cada cual es un fluir de imágenes prefabricadas, caracterizados por ser reproducidos unidireccionalmente a través de medios concentrados en manos de la clase dominante, ya sea vía capitales privados (empresas), vía aparato estatal (ya sea en la dirección o en la base -es el caso de las escuelas, colegios y universidades, etc.-), o vía instituciones e individuos asociados (ONGs, sindicatos, asociaciones civiles, partidos políticos, iglesias, etc.).

Algunos de sus medios de reproducción son técnicos, en el sentido de requerir maquinarias e insumos (o sea, capital) para su funcionamiento, lo cual los vuelve restrictivos a la clase capitalista quedando negados para las multitudes : la televisión, los diarios, las radios, internet, el cine, las revistas, los afiches, carteles y volantes, etc.

Otros son directos pero también requieren capital: los establecimientos educativos, religiosos, etc.

Por último, el Espectáculo genera un componente extra que forma parte de él: el circuito intelectual, que es el conjunto de individuos, grupos e instituciones auspiciados y transmitidos por el Espectáculo a través de cualquiera de sus medios, que se encargan de legitimar al Sistema reproduciendo su lógica (aún para "criticarlo", como en el caso del "progresismo"), y que a su vez se remiten permanente unos a otros, generando una comunidad de referencia.

En una sociedad compleja y masiva como la actual, no hay forma de experimentar directamente la realidad más que una ínfima parte, y aún así la percepción será superficial y ambigua. Por eso es imprescindible para nosotros recurrir a una fuente externa.

Esa función es absorbida por el Espectáculo, que se vuelve el único medio de contacto entre los individuos y los sucesos de la realidad, que paradójicamente, encuentran en él su imagen independizada y manipulada (o bien, no encuentran su imagen y permanecen como inexistentes para las multitudes), aportando su propia signficación y valoración que pretenden "neutralidad" y "objetividad".

El Espectáculo, si bien está conformado por focos independientes emitidos por distintos sectores de la clase dominante (cada cual posee su propia cosmovisión, intereses y filiaciones), se inserta en una lógica global prácticamente indiscutida, y que tiende a generar a su vez respuestas similares ante problemas similares. Por eso es muy común encontrar interiorizada y naturalizada la lógica del Espectáculo, a tal punto de reproducirse inclusive de forma independiente a sus medios técnicos de transmisión, en forma de Normalidad, es decir, de pensamiento/accionar instalado en las multitudes que excluye dogmáticamente a las otras posibilidades.

Demás está decir que si existe un Espectáculo es porque hay espectadores, y que éstos conforman la totalidad de la sociedad.

Las organizaciones visibles

Una organización visible (ante los ojos del Espectáculo) es aquella que posee una simbología visible, ya sea en cuanto a siglas, símbolos, logos, comunicados y prensas, militantes, referentes, locales conocidos de reunión, etc.

Cualquier acción de cualquier organización visible tendrá (proporcionalmente a su masividad, a su inserción en la sociedad y a su grado de influencia) su doble falsificado y manipulado en el Espectáculo, y será percibido de esa forma por toda la sociedad, que tomará dicha imagen como su única y completa realidad, excluyente de cualquier otra.

En consecuencia, toda organización visible debe moderar su accionar al punto de resultar "apoyable" por la sociedad si busca lograr alguna influencia en ella, y en especial en la lucha reivindicativa.

Una lucha reivindicativa entre un determinado contrapoder y un determinado poder, posee dos frentes de combate interrelacionados: por un lado, el extorsivo directo, y por el otro, el simbólico (que puede ser considerado extorsivo pero indirectamente).

El grado de triunfo o derrota viene dado en parte por la relación de fuerzas simbólicas, que no se resuelve en el terreno de combate sino, sobre todo, ante los ojos de la opinión pública (a diferencia del frente extorsivo, donde el resultado es producto de la capacidad de daño directo, ya sea económico o físico)

Toda organización que pretenda dar una lucha reivindicativa, se somete por lo tanto a esa opinión. Pero la opinión pública, en la sociedad actual, está monopolizada por el Espectáculo.

La acción radical

La acción radical, en tanto negación completa del estado de las cosas, ataca frontalmente todo lo defendido por el Espectáculo, y logra ganarse por lo tanto el repudio general e inmediato de la sociedad.

Esto no significa necesariamente la muerte de la acción radical, sino la necesidad de analizar en cada caso sus ventajas y desventajas. Para la lucha reivindicativa, la acción radical debe presentarse en general en pequeñas dosis contrapesadas por un trabajo intenso en el frente simbólico, al menos en el momento en que el conflicto empieza a ser mediatizado.

Pero no es la lucha reivindicativa en sí misma la que permite radicalizar al movimiento de multitudes hasta volverlo insurreccional, sino más bien su grado de acción radical. Por lo tanto, si se quiere derribar de raíz el estado de las cosas, no alcanza con dar luchas reivindicativas con pequeñas dosis de radicalidad. Es necesario profundizar este aspecto al punto de extraer al movimiento de la lógica del sistema-Espectáculo para que pueda construir la suya propia, por fuera y en contra de la anterior.

En ese sentido, es necesario sostener un accionar radical por fuera de las organizaciones visibles y del Espectáculo. Un accionar que sólo llegue a las multitudes por percepción directa o a través de sus consecuencias. Un accionar que carezca completamente de referencias, y que pueda ser realizado por cualquier persona. Pero sobre todo, un accionar que tenga el sentido de negación práctica de las relaciones sociales dominantes, o que posea una utilidad práctica para el movimiento de multitudes, o que simplemente permita vivir hoy mismo la autogestión plena y construir desde ya los lazos socialistas que reemplazarán a los de dominación, especialmente si esas acciones resultan imitables y contagiosas para otros sectores (lo cual es posible justamente porque la intensidad y libertad de la vida autogestiva resulta mucho más atractiva que la pesada vida rutinaria alienada de la Normalidad, una vez que se sobrepasa al Espectáculo y su lógica, y en consecuencia, que la autogestión irrumpe como posibilidad real para las multitudes).

Pero para que este accionar sea realmente invisible (lo cual además es necesario para evitar la represión que acarrea) y al mismo tiempo productivo, debe sostenerse en una situación de avance general del movimiento de multitudes, de tal forma que pueda quedar ocultado por su masividad.

Una acción de sabotaje o de expropación-incautación-saqueo, la ocupación de un establecimiento con puesta en marcha autogestiva de maquinaria e insumos, la aplicación de la justicia popular hacia ciertos individuos, el desconocimiento total de la autoridad y el establecimiento de un poder paralelo, el ataque físico al sistema y sus agentes y símbolos, etc. solo tienen un sentido completo en el marco de una oleada de multitudes: huelga general, ocupación de establecimientos, combates callejeros generalizados o situaciones similares. En cualquier otro contexto tienden a ser contraproducentes, ya que, por un lado, entregan a sus realizadores a los verdugos del sistema, y por otro, contribuyen a un avance represivo sobre todo el movimiento, inclusive sus secciones más moderadas y orientadas a la lucha reivindicativa.

Hasta las acciones más moderadas, como la simple huelga/ocupación/bloqueo/piquete (que se dan a diario en contextos de pasividad social), al volverse invisibles por el avance general del movimiento tienden a generalizarse y radicalizarse, inclusive para aquellos sectores sin tradición ni experiencia de lucha. De hecho, no es tan infrecuente la irrupción de movimientos masivos de esos sectores, muchas veces formados por individuos moderados, reformistas y hasta sin interés político, obviamente desorganizados, que se suman a la lucha una vez que el gran ojo del Espectáculo ha quedado cegado por la masividad desbordante del movimiento en ascenso. Todo se vuelve entonces espontáneo y adquiere un impulso imposible de frenar, ni siquiera por sus propios cuadros y referentes.

Pero el accionar radical, si se da en escala masiva, requiere a su vez de organización para poder ser duradero y efectivo. De esta forma, es necesario que el movimiento radicalizado se dote de órganos transitorios e invisibles de lucha: asambleas de base y consejos de delegados, que unifiquen y coordinen todas las acciones. Aunque esto obviamente tiene a su vez su riesgo, que es la "visibilización" del movimiento, y su consiguiente moderación (con el objetivo de ganarse el apoyo del resto de la sociedad e inclusive de convencer a la tendencia moderada del propio movimiento, que una vez que comienza a plantearse racionalmente su accionar se repliega y enfría, dominada por la lógica interiorizada del sistema que había sido momentáneamente desactivada).

Una vez desatado el accionar radical invisible a lo largo y ancho del movimiento, la reivindicación pierde sentido y se vuelve una formalidad: la única realidad es la negación práctica de la totalidad del sistema y la vivencia de la autogestión socialista ahora mismo. Pierden por lo tanto su sentido todas las otras organizaciones preexistentes, en especial las visibles-permanentes-reivindicativas, lo cual no quiere decir que se disuelvan, sino que quedan relegadas a un segundo plano. Si el movimiento logra conquistar el poder, entonces esas viejas organizaciones de contrapoder popular asambleario pueden ser la base de la nueva organización social, o bien pueden serlo las asambleas insurreccionales y los consejos de delegados, u otros órganos específicos que se creen con tal propósito. En caso de derrota, las viejas organizaciones pueden seguir siendo bastiones de resistencia y acumulación, para la lucha reivindicativa y para preparar un próximo ascenso de multitudes que pueda devenir revolucionario.