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Palabras Rojas
 
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sábado, mayo 19, 2007

Sobre las luchas proletarias recientes



1) La dictadura militar de 1976 significó una gigantesca derrota para el movimiento proletario. En los 30 años que le siguieron a la dictadura, ese movimiento no llegó a recuperar ni una pequeña parte de la fuerza que había acumulado anteriormente. Sin embargo, en todo ese período se fueron acumulando diversas experiencias, que fueron caldeando el clima y preparando el terreno en un proceso que desembocó en la explosión de diciembre de 2001.

Esas jornadas fueron protagonizadas por sectores de la clase proletaria, aunque conformados sobre todo por desocupados (transitorios y crónicos) y sectores medios de profesionales y “cuellos blancos”. Si bien también participaron en ellas diversos sectores de trabajadores jóvenes, precarizados, etc., estos eran una ínfima minoría del total de la población en esas condiciones.

2) Sin embargo, desde ese entonces se viene produciendo un lento despertar del sector asalariado, que ya había tenido antecedentes antes de 2001 pero sin tanta extensión, frecuencia y profundidad. Se empezaron a elegir delegados y comisiones internas combativas en muchos centros de trabajo, que en varias ocasiones encabezaron luchas por mejoras salariales, reducción de la jornada laboral, contra los despidos, etc. Entre estas luchas podemos citar las de:
los docentes de todo el país (hoy especialmente fuertes en Santa Cruz y Neuquén), los trabajadores del subte, los obreros del neumático, los ferroviarios, de la sanidad (Hospital Garrahan, Francés, Clínicas, etc.) los petroleros (especialmente en Las Heras), obreros de la carne, aeronáuticos, telefónicos, del carbón (en Río Turbio), precarizados (call centers, encuestadores, de farmacias, del Macdonalds, etc.), de Coca-Cola, del automóvil, del jabón (en TVB), choferes de colectivo, gráficos, de las empresas recuperadas, de la industria química (en Sulfacid...), textiles, de Pepsico, de los supermercados (en Coto...), mensajeros y cadetes, del correo, de la prensa y los “medios de comunicacion”, estatales, municipales, bancarios, judiciales, del INDEC, hasta de los casinos flotantes...

3) Las revueltas de Haedo y Constitución (desencadenas a causa del mal estado del servicio de trenes pero que resultan indisociables de las condiciones generales de vida de la clase proletaria y de la repugnancia que provoca el domino del capital-espectáculo-mercancía sobre todo lo existente) y las diferentes movilizaciones que terminaron en combates contra la policía y destrucción de símbolos del poder (en la legislatura, en las marchas por Cromañon, en Brukman, en las marchas contra Bush, en diferentes movilizaciones piqueteras, etc.), ponen de manifiesto que la ilusión reaccionaria de “poner la otra mejilla” y el discurso pacifista de los “medios de comunicación”, los políticos, los intelectuales, los empresarios, los sindicatos, los religiosos y los ilusos en general están cayendo lentamente, lo cual abre posibilidades muy interesantes.

4) La nota distintiva de gran parte de esos conflictos entre clases es que cada vez más los trabajadores tienden a organizarse de forma asamblearia y a desconocer toda autoridad ajena a sí mismos. Este “sindicalismo salvaje” contiene en germen la negación de la sociedad toda, porque de extenderse a todas las áreas de la actividad, significaría el colapso del dominio estatal-empresario y aun de los partidos-sindicatos. Su misma existencia lleva a la radicalización de los que luchan y a la confluencia entre todos los sectores en combate, tendiendo a constituir al movimiento proletario en un bloque unificado cada vez más auto-conciente e independiente de todo lo externo. La clase dominante lo sabe muy bien, y ya aprendió que en una confrontación cara a cara con el proletariado constituido en clase beligerante no tiene posibilidades de ganar si no es a través de las maniobras de división y cooptación. Para eso el espectáculo utiliza a su rama izquierdista, con el objetivo de quebrar el movimiento y generar ilusiones en su ala más moderada. Podemos observar esto muy claramente en el artículo del diario página/12, que sostiene:

“Cuando surgió el fenómeno en Estados Unidos fue llamado “sindicalismo salvaje”, por oposición al “domesticado”, estructuras muy burocratizadas y verticales (...). En Argentina, hay que retroceder a fines de 2004 y el primer semestre de 2005 para encontrar las huelgas más impactantes organizadas por cuerpos de delegados “autoconvocados” (...)

(...). Hacen efectiva así la democracia participativa, pese al riesgo que supone la constante deliberación en asamblea, donde puede pasar que los términos de la reflexión sean alterados por agitadores o demagogos de ocasión. Por lo pronto, ese método deliberativo retarda la decisión y, más de una vez, la dificulta debido a la pluralidad de opiniones, pero en compensación cuando logran el consenso mayoritario es lo mismo que estampar los acuerdos en piedra.

El método, por supuesto, tiene simpatizantes y detractores. Estos últimos opinan que la fragmentación de la disciplina sindical termina por deteriorar la capacidad de influencia del movimiento obrero en las políticas públicas de mayor alcance, dado que las cúpulas no están en condiciones de garantizar acuerdos ante sus interlocutores, sean gobiernos o empresas. Sin embargo, la experiencia internacional sobre la libertad sindical –en cuyo nombre la CTA reclama la personería legal que le permitiría negociar convenios o leyes de acuerdo con el principio de la representatividad– parece demostrar que la unidad vertical forzada termina por alejar a la mayoría de los trabajadores de la vida activa en sus organizaciones sindicales. Los movimientos de base son experiencias de búsqueda, es cierto, pero eso no invalida su legitimidad en una época en que todas las fórmulas de representatividad están sujetas a revisión.”

Es fácilmente observable la estrategia que utiliza: reduce al “sindicalismo salvaje” a un simple método, que sería intercambiable con el sindicalismo vertical, y que por lo tanto requiere que se analicen sus ventajas y desventajas para ver “con cual quedarse”. Luego de efectuar esta mutilación, recurre a un doble movimiento: por un lado, denuncia la permeabilidad a “agitadores o demagogos de ocasión” (eufemismo para referirse a los proletarios más radicalizados, equivalente al de “extremista” y “subversivo” usados en tiempos pasados con la misma función) y alerta sobre las “tardanzas en la decisión” (además de advertir sobre “el deterioro de la capacidad de influencia del movimiento obrero en las políticas públicas de mayor alcance”, cosa que solo lo preocupa a este periodista), por otro lado, tiende una mano amistosa hacia este “método”, mostrando que los progresistas de centroizquierda de página/12 son democráticos y apoyan a los trabajadores... tras lo cual llegan a la única conclusión posible de este razonamiento: la CTA, la central progresista de centroizquierda, es la que mejor representa los principios del “sindicalismo salvaje” porque defiende la “libertad sindical”.

Sin embargo, lo que le da su toque de sentido a este artículo es justamente aquello que omite: que el “sindicalismo salvaje” se opone también al progresismo de centroizquierda, así como a toda ideología, porque es el movimiento práctico del proletariado que, una vez que comienza a movilizarse, descubre que no necesita ningún tipo de tutelas ni direcciones externas a sí mismo, y que por lo tanto puede darse el lujo de exigirlo todo y mejor aún, de tomarlo todo. Esto vuelve inútil y reaccionario a todo el enjambre de mediadores, intelectuales, progresistas, reformistas, sociólogos, antropólogos, especialistas, periodistas, etc. y por lo tanto descubre su carácter parasitario y plantea la necesidad de su supresión en tanto que maquilladores de las condiciones de explotación.

En otras palabras, el “sindicalismo salvaje”, de desarrollarse, puede descubrir en los sujetos del tipo pagina/12 y CTA una rama más del sistema capitalista-mercantil-espectacular que debe ser suprimido en su totalidad, y es por eso que pagina/12 y la CTA quieren presentarse como amigos del “sindicalismo salvaje”, eso sí, a condición de que este abandone todo lo que es en esencia, se libere de sus “agitadores” y acepte las reglas de la democracia y el “pluralismo”. Es decir, que se suicide.

5) Desde la caída del muro de Berlín, se vino haciendo cada vez más lugar en todo el mundo el discurso de la supuesta “desaparición de la lucha de clases", difundido especialmente por los charlatanes de la posmodernidad, los intelectuales de café, los docentes universitarios, el progresismo centroizquierdista y demás especialistas del pensamiento fragmentario y separado de la empiria histórica, muy en sintonía con los burgueses neoliberales que afirmaron haber podido acabar con la historia. Estos sujetos creen que, por no haber una guerra social abierta, ya queda negada la existencia de contradicciones subyacentes y de conflictos velados que ocurren en pequeña escala en todos lados.

Demás está decir que ese discurso lo único que hace es maquillar lo existente, siendo funcional a lo que en los hechos es una conciliación de clases inconciliables bajo la máscara de la ideología democrática y el valor universal de la mercancía-espectáculo, que no deja de estallar en todo momento justamente por su completa incoherencia.

Pero por si hubiera que rebatir ese discurso, alcanzaría con afirmar lo siguiente: mientras exista la propiedad privada/estatal de los medios de producción existirá una clase propietaria (burguesa, burocrática o mixta) y una clase no-propietaria, definida en términos negativos, a la que podemos llamar clase proletaria (porque "no posee más que sus propios hijos"). Esa clase proletaria (o al menos un núcleo importante) tiende a constituirse en clase autoconciente, independiente y beligerante, pero la cantidad de factores que contrarrestan esa tendencia hace que en los últimos 30 años esa constitución no haya podido lograrse de forma estable en la Argentina. Sin embargo, hay indicios de que podríamos estar en el comienzo de un proceso de constitución de clase, como ya se ha mostrado hace algunos párrafos.

6) La clase proletaria se ha hecho cada vez más importante numéricamente desde el momento en que Marx teorizara sobre la lucha de clases en el siglo XIX, hasta el punto de conformar hoy la enorme mayoría de la sociedad. Dentro de ella el sector asalariado es a la vez el más numeroso. Es muy cierto sin embargo que se ha diversificado a tal punto de presentar miembros que comparten el mismo modo de vida que la burguesía y hasta su mismo prestigio, mientras que otros apenas pueden pagarse una comida diaria y deben vivir en casillas de chapa en una villa de emergencia. Es este el principal argumento que utilizan los defensores de la tesis de la "desaparición de la lucha de clases", ya que según ellos, esto destruiría el esquema de las dos clases diferencias y enfrentadas. Sin embargo, la historia ha demostrado que una vez que se constituye un núcleo proletario multitudinario, autoconciente, independiente y beligerante, toda la sociedad se ve arrastrada a ponerse o bien de su lado o bien del lado de la burguesía, con lo cual todas las diferencias en cuanto a modo de vida se diluyen en lo que realmente importa: el posicionamiento subjetivo respecto a la lucha real. La lucha de clases es en ese sentido lucha entre un bando proletario y un bando cuyo núcleo duro es la burguesía pero que abarca también a varios proletarios conservadores, sin que por eso deje de ser esencialmente lucha de clases.

7) El sector asalariado de la clase proletaria, además de ser el más numeroso en toda la sociedad, sigue teniendo el poder de paralizar gran parte de la producción-circulación con un simple dejar de hacer. Las demás sectores sociales no gozan de este privilegio, que lo convierte en el único sector completamente imprescindible para una revolución social, y cuya presencia en las luchas asegura una posibilidad de radicalización sin límites hasta el punto de quiebre insurreccional con la sociedad de clases. Además, el sector asalariado es el único que tras una derrota sigue siendo permanentemente empujado a la rebelión en su fricción cotidiana con la patronal, que estalla superficialmente en forma de luchas gremiales, pero que en profundidad lleva en sí el cuestionamiento de toda la sociedad mercantil-espectacular, lo que quedó demostrado una y otra vez en todas las luchas en la que la interrupción del trabajo se volvió explícita o implícitamente un objetivo en sí mismo, en todas las que dieron lugar al saqueo de la mercancía acumulada en las vidrieras o al sabotaje de la mercancía en fabricación, y en todas las que culminaron en combates contra la policía y el ataque a todo lo que sea tomado como representante de la dominación. En ese sentido, un método muy usado por los trabajadores del subte para extorsionar a su patronal, el de bloquear las boleterías y dejar pasar gratis a los usuarios, termina siendo en sí mismo la anticipación de una sociedad regida por la gratuidad de los servicios básicos, es decir, libre de la lógica mercantil y de la mediación del capital. Si ese método fuera tomado como un fin en sí mismo, estaríamos en la antesala de la autogestión socialista generalizada.

8) De seguir caldeándose el clima social en la Argentina, se hace cada vez menos improbable el surgimiento de un avance de multitudes, pero esta vez, a diferencia de diciembre 2001, con una fuerte base en el sector asalariado de la clase proletaria, lo que potenciaría enormemente sus posibilidades. Un movimiento de ocupación de fábricas, lugares de trabajo y de estudio, y establecimientos en general, como el desatado en mayo del 68 en Francia, implicaría la “muestra gratis”, el “adelanto” (para ponerlo en los odiosos términos mercantiles-espectaculares) de lo que sería la autogestión socialista. Además de ser valiosos esos momentos de por sí, mostrarían en la práctica que esa autogestión es posible y deseable, y dotaría a las multitudes de razones concretas para luchar por la generalización en el espacio y el tiempo de esa forma de vida. (ver la nota “las situaciones liberadas”)

9) Todo el mundo es un polvorín, y por más que superficialmente parezca que nada vaya jamás a alterar el orden burgués, en cada vez más países se gesta la revuelta. México, Bolivia, Francia, Chile, Ecuador, EEUU, Medio Oriente dan la prueba de ello. Si bien cada país tiene sus particularidades, la dinámica del capitalismo y la democracia es la misma en todo el mundo, y en todos lados tiende a generar la misma contestación. El "¡Que se vayan todos!" es el grito de guerra globalizado de la decepción contra la democracia capitalista, y es sin duda el embrión de uno mucho más interesante: "¡Echémoslos a todos!", que todavía no se ha escuchado pero que cada vez parece más la única opción coherente en todos los países.

10) En la Argentina ya están descompuestos muchos de los principales factores que antes obstaculizaban el surgimiento de este movimiento proletario radicalizado: las ilusiones en los políticos, en los sindicatos, en las iglesias. Los factores que permanecen son una ilusión cada vez más débil en la legalidad y en la paz, un temor que no se terminó de borrar de la represión desatada por la lucha social de los setenta, una cierta simpatía hacia los “medios de comunicación”, una subordinación absoluta a la “opinión pública”, una sensación de diferenciación respecto a los otros sectores que a veces se traduce en desconfianza y hasta recelo, y un democratismo absurdo de negarse a expulsar de los movimientos a los burócratas porque “todos tienen derecho a la palabra”. Es necesario deshacerse de todas las ilusiones y adquirir una autoconciencia unitaria de clase, que se traduzca en una autoconciencia unitaria de movimiento y esta a su vez en una unificación práctica, organizativa e identitaria del movimiento, sobre la base de las asambleas generales y los comités de acción federados en consejos de delegados. Pero la pérdida de las ilusiones, la autoconciencia unitaria y la unificación práctica-organizativa-identitaria solo pueden darse en la propia práctica: sólo se aprende realmente aquello que se vive.

11) ¿Qué podemos hacer para preparar el terreno para ese avance de multitudes y, una vez surgido, contribuir a su máximo desarrollo?

Si bien no podemos determinar nada, podemos aquí y allá contribuir a la creación de clima mediante la agitación, la formación de gremios de cara a la lucha y con el objetivo de que sean superados por el propio movimiento, la propaganda contra las ilusiones, la difusión de otros ejemplos y experiencias históricas, etc. En la “segunda presentación de Alegre Subversion” se plantean varios de los posibles ejes de trabajo, al igual que en la última parte de la nota “Sobre la revuelta de diciembre 2001”. Sobre estas bases, tiene cada vez más sentido la formación de un agrupamiento que realice este tipo de intervenciones con el objetivo de contribuir a la abolición de la sociedad de clases, mercantil-espectacular, etc., así como también unificar a las distintas tendencias que, cada cual con su enfoque particular, intervienen en la práctica contribuyendo a la auto-organización asamblearia y antiburocrática y a la profundización del movimiento en todos los ámbitos. Una plataforma de acción común podría reunir a las más diversas agrupaciones e individuos para potenciar sus esfuerzos, con el único requisito de compartir estos preceptos: independencia, autonomía, protagonismo de base, asamblearismo, combatividad, acción directa, unidad y apoyo mutuo.