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domingo, mayo 13, 2007

Asambleas populares vs. gremios y partidos

A 39 años de que en Francia ocurriera la ocupación de la universidad de la Sorbona (el 13 de mayo de 1968), abriéndole de esta manera el paso al movimiento de multitudes más profundamente subversivo ocurrido en un país capitalista occidental desde el fin de la segunda guerra mundial, es decir, el movimiento huelguístico y de ocupaciones conocido como "mayo francés", que a su vez originó una crisis social en todo el mundo de que sólo se pudo terminar de cerrar en los años ochenta, y del cual ya hablé muchas veces y voy a seguir hablando muchas veces más, publico esto que tiene mucho que ver con el espíritu de ese movimiento y sobre todo, con las conclusiones que de él es necesario extraer.


Asambleas populares vs. gremios y partidos


Las asambleas populares se diferencian de los gremios y partidos en que las primeras se forman sólo en momentos de avance de multitudes, al calor de la lucha, con pleno protagonismo de ellas, tienen existencia solo en sus reuniones concretas y desaparecen cuando refluye el movimiento.

Los gremios y partidos, en cambio, existen permanentemente y de forma independiente al movimiento real. Desarrollan entonces su propia dinámica, poseen estructuras y programas propios, forman una jerarquía formal o informal de militantes, conforman roles, esquemas, categorías, etc. y reivindican una tradición y una simbología propia. Toda persona que se incorpore a un gremio/partido sabe que se está incorporando a algo que en principio no es de ella, y que deberá pagar derecho de piso, lo cual significa aceptar las condiciones preexistentes anulando su protagonismo, luego de lo cual probablemente ya esté integrado a esa jerarquía y a esos roles y no se le ocurra o no consiga cuestionarlos. Además, el hecho de que los militantes permanentes de los gremios/partidos sean siempre una ínfima minoría de la totalidad de la base del ámbito en el que estén insertos, hace que se desarrolle una marcadísima división entre el adentro y el afuera, siendo muy probable que la enorme mayoría de las bases no quieran ingresar a él porque lo vean como ajeno e inclusive que ni siquiera se les haya ocurrido nunca esa posibilidad.

Por un lado, es prácticamente imposible que un gremio/partido crezca numéricamente hasta abarcar a todos los miembros de la base. Pero por otro, aún si lo lograra, lo haría manteniendo sus jerarquías, sus roles, sus programas y sus estructuras preexistentes, y en ellos la enorme mayoría de los miembros conformaría sólo una periferia tímida alrededor del núcleo de los "viejos militantes" fundacionales, ahora convertidos en dirigentes de masas. (Siendo esto aún peor si, en vez de incorporarse a ese partido/gremio, las multitudes se limitaran a obedecer desde afuera las directivas emanadas de él, porque en ese caso no tendrían ni siquiera los derechos orgánicos que otorga la pertenencia)

Esta periferia esperaría que todo lo resuelvan esos dirigentes, y por más que los interpele y cuestione, nunca se animaría a desautorizarlos completamente y mucho menos a revocarlos y expulsarlos en caso de que fuera necesario hacerlo. Dichos dirigentes a su vez serían luego reemplazados progresivamente por las nuevas camadas de cuadros surgidos de las bases, pero como estos pasarían a ocupar ese rol preconcebido e incuestionado, generarían el mismo tipo de respeto sagrado que infundían los anteriores.*

En última instancia, y especialmente cuando las circunstancias fueran adversas, la palabra de los viejos o nuevos dirigentes sería la única válida para las bases, dejando sin importancia la suya propia. Todo esto ya ha ocurrido en infinitas situaciones históricas, entre las que podríamos mencionar: todo lo ocurrido con la Primera, la Segunda, la Tercera y la Cuarta Internacional, con los partidos socialdemócratas, con las "trade unions" y los economicistas, con los sindicatos anarquistas, etc., formando en todas ellas burocracias que a la larga llevarían a abortar los procesos revolucionarios, que se convertirían en la nueva clase dominante, o que inclusive llegarían a erigirse como guardianes de la propiedad y el Estado siendo agentes activos de la contrarrevolución.

En cambio, las asambleas populares no existen sino en el momento de acción. Reúnen a todas las multitudes que se movilizan en un momento dado, y son ámbitos en las que ellas pueden crearlo y disolverlo todo en la más absoluta igualdad y con el más pleno protagonismo, sin tener que responder ante nada externo a ellas y pudiendo imponer SIEMPRE su voluntad. Su forma es más flexible y adaptable a las necesidades concretas de la lucha, evitando la división en compartimentos, reuniendo a las personas en su ámbito más inmediato, etc. De esta forma, contribuyen al máximo al proceso de radicalización de sus miembros, y permiten profundizarlo hasta el quiebre insurreccional, conducirlo a éste a su triunfo y abrir el camino a la autogestión generalizada mediante su apropiación y administración colectiva de todos los medios de vida.

Históricamente, las asambleas populares han existido bajo muchas formas: la Comuna de París, los soviets de Rusia de 1905 y 1917, los consejos obreros de Alemania de 1917, de Hungría en 1956, etc., las colectividades campesinas y los comités de control obrero de la España de 1936, entre otros. En todos esos momentos fueron la dirección de los más radicales movimientos revolucionarios, y sino llegaron más lejos fue en gran parte** porque en la mayoría de esos casos no lograron desprenderse del todo de los gremios y partidos que confluían en su formación o en los que tenían expectativas.

Es por estas razones que los gremios y partidos son inútiles y contraproducentes para el objetivo de la autoemancipación humana si se los toma como dirección de los movimientos de multitudes. Sin embargo, pueden y suelen ser muy útiles*** a la hora de desencadenar esos movimientos (ya que la presencia permanente de militantes agitando asegura un constante rebrote del conflicto), siempre y cuando una vez generados su dirección sea plenamente asumida (en todos sus aspectos) por las asambleas populares.

En síntesis, el gremio y el partido deben ser superados por la asamblea popular apenas se produzca un avance de multitudes.

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*En una sociedad, estructura y función son dos aspectos de una totalidad dialéctica, porque ambas existen simultáneamente en la mente de las personas en forma de representaciones (no existiendo por fuera de ella), con lo cual toda nueva concepción estructural o funcional que no se replantee la totalidad estructura-función va a ser sólo una modificación de un aspecto de esa totalidad, y se verá determinada por ella, pudiendo inclusive ser a la larga completamente anulada, en lo que podríamos llamar un principio de inercia regresiva: el recuerdo no superado de lo anteriormente existente permite la regresión del cambio hasta que se vuelve al mismo punto del cual se había partido, llegando inclusive a borrarse todo recuerdo del intento de modificación o a catalogarlo como utópico, imposible, inútil y hasta dañino.

La modificación por lo tanto sólo puede ser revolucionaria (y lo debe ser en una profundidad suficiente como para que produzca una situación sin retorno) o condenarse a desaparecer.

** No debe tampoco atribuirse el fracaso de todos los movimientos asamblearios a esa única razón, siendo fundamentales una infinidad de otros factores, tales como la experiencia previa, el grado de ruptura con el sistema, la composición de clase, la disposición a batirse a muerte con el enemigo, la organización y coordinación, la existencia o falta de acuerdo político alrededor de la insurrección, el nivel de solidaridad o aislamiento, la relación de fuerzas, cuestiones técnicas/tácticas/estratégicas, etc.

*** Aún en este caso, siempre es mejor que los centros permanentes de agitación intenten parecerse a las asambleas populares en cuanto a: igualdad y protagonismo de sus miembros, barreras difusas, amplitud, autonomía e independencia, etc., porque de esta manera lograrán potenciar su efecto y preparar mejor el terreno para el surgimiento de un verdadero movimiento.