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miércoles, octubre 18, 2006

Sobre "la delincuencia" y "la inseguridad"

Si uno creyera que la realidad es aquello que nos muestran los llamados "medios de comunicación", sin duda alguna pensaría que el principal problema que nos afecta es "la inseguridad".


Más allá de las monstruosas connotaciones ideológicas que tiene la construcción de esa supuesta "realidad" por parte de los noticieros, diarios, radios, etc... es innegable que el problema de "la inseguridad" ha sido asumido por una buena parte de la población como uno de los grandes males del país.


Por eso, se vuelve imprescindible reflexionar sobre qué es "la inseguridad", qué causas la provocan y qué posibles soluciones se presentan. Sobre todo porque, pese a ser el caballito de batalla de la burguesía mediática (que la usa como estrategia para beneficiar a las clases dominantes, ya sea tapando otros problemas, ya sea generando terror y aislamiento, ya sea legitimando de esa manera una mayor represión y un mayor crecimiento del aparato mafioso estatal, etc.), tiene sin duda una fuerte raíz en los problemas reales de la sociedad.


La primera pregunta que se nos plantea es ¿a qué se llama habitualmente "la inseguridad"?. Este es un término usado indistintamente por toda la población, pero que tiene un origen muy particular. La burguesía mediática, empresaria y política lo utiliza ampliamente (directamente o a través de los periodistas, voceros, etc.) para referirse a un conjunto de actos, a los que también refiere como "la delincuencia". Estos actos abarcan generalmente: robos, secuestros, asesinatos, violaciones, violencia, etc. (aunque a veces parecieran quedar también peligrosamente cerca de este conjunto los métodos de lucha de las clases explotadas, en especial aquellos que resultan realmente efectivos, como ser los cortes de ruta, las huelgas, las ocupaciones, las movilizaciones y escraches, las puebladas, etc.)


Pero ¿es inocente el uso y abuso de los conceptos "la inseguridad" y "la delincuencia" por parte de la burguesía?
Bajo la aparente arbitrariedad de su utilización, se oculta también una estrategia. La selección de ciertos términos, en vez de otros, para referir a cualquiera de las cosas que pasan en el mundo, es uno de los tantos mecanismos de dominación con los que cuentan las clases dominantes. Las palabras elegidas, aunque parecen no tener importancia, son sin embargo fundamentales, porque reflejan ya de antemano una determinada forma de ver las cosas, un determinado recorte de la realidad, con una determinada connotación.


En el caso de "la inseguridad", se hace referencia a dos cosas: por un lado, a la ausencia de seguridad, es decir, a la vulnerabilidad, susceptibilidad, debilidad, y por lo tanto, a una amenaza gravísima y constante que amerita un terror permanente (con todas sus implicaciones). Por otro lado, al identificarla únicamente con "la delincuencia", se da a entender que es el único (o al menos el más importante) tipo de inseguridad que sufren las personas, quitándole relevancia a otros que no le preocupan tanto a la burguesía, como ser: la inseguridad que provoca la contaminación ambiental y el consiguiente cambio climático (que trae desastres "naturales" como huracanes, granizos, etc.), la inseguridad laboral del trabajador, la inseguridad de no tener garantizado un pedazo de pan y un techo de material bajo el cual refugiarse, la inseguridad que provocan las lluvias de bombas bajo la cual el Capital sepulta cientos de miles de vidas...


En el caso de "la delincuencia" se hace referencia al delito, a la ruptura de la Ley, es decir, a la desobediencia de las normas que impone la burguesía (independientemente del grado de legitimidad que posea cada norma en particular). Al fin y al cabo, bajo el rótulo de "delincuencia", el Estado "democrático" mafioso burgués encajona a todo aquello que no le gusta y a todo aquello que debe simular combatir.


Pero la utilización del concepto "delincuencia" no le alcanza al Estado para legitimar sus normas. Debe crear entonces otros elementos que refuercen la idea de que las leyes son "buenas" y los que la rompen, "malos". ¿Qué mejor, entonces, que inventar al sujeto más malvado que pueda existir sobre la tierra, el "delincuente"?


El "delincuente" conformaría una especie sub-humana, cuyo único objetivo e intencionalidad pareciera ser el de traer el mal al mundo, hacer infelices a las personas, etc.


Todo aquel que rompe la Ley sería un "delincuente", y todo "delincuente" tendería a romper sistemáticamente la Ley. El "delincuente" es (junto al "terrorista", sujeto que también merecer ser analizado) el peor enemigo del Estado, y es el extremo opuesto al "ciudadano honrado" (otra joyita) que es, por el contrario, el mejor amigo del Estado. "La delincuencia" sería entonces la reiteración de actos vandálicos y llenos de maldad por parte de sujetos esencialmente malvados.


Como podemos ver, tanto el concepto de "la inseguridad" como el de "la delincuencia" responden ya de antemano a una determinada ideología, aún sin decir nada más sobre ellos, y aún ignorando el contexto en que se lo usa y sus fines estratégicos.


Ahora, ¿cuánto de real tiene el estereotipo del "delincuente", sujeto causante de "la inseguridad"?


Para responder a esta pregunta es necesario separar los actos "delictivos" que la conforman en dos grupos: los individuales-espontáneos, por un lado, y los grupales-organizados por el otro. La naturaleza del robo de carteras en la estación de tren suele ser muy distinta a la de los secuestros extorsivos y asaltos de bancos.


Los protagonistas de los primeros (los individuales-espontáneos) suelen ser individuos desesperados, desesperanzados, probablemente inmersos en situaciones de pobreza y desocupación, criados en permanente contacto con la violencia, la exclusión y las falencias de todo tipo. Son resultado en gran medida de la descomposición social que produjo el agravamiento de la masacre capitalista, conocida como "neoliberalismo". No hay una "esencia malvada" en ellos, sino muchísimo resentimiento acumulado (en gran parte como consecuencia de la pésima situación que les tocó vivir), y sobre todo, una completa falta de posibilidades y de motivaciones para integrarse a la sociedad (que los rechaza, aísla y humilla, agravando aún más su situación) y adaptarse a sus valores y normas.


Los protagonistas de los segundos (los grupales-organizados) pueden y suelen incluir a los anteriores, pero no sólo a aquellos. Incluyen también, y sobre todo, a un tipo muy particular de esos individuos "desesperados y violentos" a los que se mencionó en el grupo anterior: a aquellos que se los reconoce en la calle por su uniforme azul, su gorra, su pistola 9 mm. y su (recientemente incorporado) chaleco naranja fluorescente. Y no solo a ellos, sino también a sus equivalentes en las otras fuerzas del Estado, ya sean nacionales, provinciales o municipales: policías, militares, gendarmes, prefectos, empleados del Servicio Penitenciario, de los grupos especiales, etc. etc. etc., desde los rangos más bajos hasta los más altos, llegando inclusive a las más altas jerarquías. No hace falta que estén en actividad, pueden estar también retirados, inclusive hace muchos años, y conservar las mañas. Vale resaltar también que muchos de ellos conformaron probablemente la "mano de obra" patoteril de la dictadura del ’76...


El crimen organizado abarca una amplia gama de actividades e involucra a un igualmente amplio espectro de "profesionales": desde los enquistados en las instituciones del mismo Estado mafioso (como se dijo, Policía, Fuerzas Armadas, organismos de inteligencia, además de las instituciones gubernamentales de los tres poderes, etc. etc. etc.), pasando por los partidos políticos burgueses (la mafia conocida como "Partido Justicialista", la mafia ya descompuesta conocida como "Unión Cívica Radical", etc.), las grandes empresas, los narcotraficantes, los grandes clubes de fútbol con sus barrabravas (mientras nuestros amados dirigentes lloran por la "violencia en el fútbol", usan a las mismas patotas violentas, como la de Chacarita y la de Nueva Chicago, para reprimir a los trabajadores en huelga como los del Hospital Francés –tal vez por esa razón, y por el hecho de que funcionan como grupo de tareas multiuso para las distintas mafias, incluida la venta de drogas, es que nunca meten preso por mucho tiempo a ningún barrabrava, con lo cual nunca se termina la tan hipócrita "violencia en el fútbol"-) los sindicatos oficiales con sus burocracias, sus patotas, sus punteros (como los que demostraron su capacidad de diálogo y mutua comprensión en el traslado de los restos del general Perón a la quinta de San Vicente), y muchos etc.


Toda la "delincuencia" organizada es, o bien organizada desde el Estado "democrático" y/o sus aliados y simbiontes, o bien permitida por él, ya sea mediante las coimas, mediante la presión mafiosa, mediante los acuerdos y prebendas, etc. En este sentido, a nadie le queda ya la menor duda de que la Polícia bonaerense es la mayor mafia que opera en toda la provincia de Buenos Aires, ni de sus estrechas relaciones con los intendentes peronistas, ni de su complicidad en la compra-venta de droga (la misma que prohiben de forma hipócrita sus mayores consumidores, la clase dominante). El gatillo fácil es la única forma de comunicarse que conocen estos especímenes, que no dudan en torturar en las comisarías, y que muy posiblemente sean los que tengan secuestrado o hayan asesinado al compañero Jorge Julio López.


Algunos dirigentes de la nueva-vieja derecha (el llamado "fascismo del siglo XXI" en las notas anteriores), muy relacionados con nuestros queridos "medios de comunicación", pretenden solucionar el problema de "la inseguridad" y "la delincuencia" incrementando las penas y ¡aumentando la cantidad de policías! (lo cual equivale, ya no a intentar apagar el fuego con nafta, sino directamente a avivarlo con más fuego, de forma estúpida e irracional). La estrategia que presentan para lograrlo es: cargar toda la responsabilidad de "la inseguridad" a los "delincuentes" individuales-espontáneos, lavándole la cara a los grupales-organizados al pretender que sean ellos los que combatan a los anteriores (con la misma i-lógica de quienes le piden a los capitalistas que solucionen la tremenda crisis social que ellos mismos causaron).


Lamentablemente esa postura ha sido adoptada por una parte importante de las clases medias e inclusive de las mismas clases bajas, que preocupadas por los robos, asesinatos, violaciones, etc. tiende a buscar la solución del problema en sus mismos causantes.


Pero ¿cuál puede ser, realmente, una solución a estas cuestiones? Primero, debe partir de una caracterización: los que roban al pueblo son los burgueses, los políticos, los empresarios, los policías, y sólo después de toda esa cadena, los ladrones individuales. Por eso, para combatir el robo en todas sus instancias, la solución es que las mismas multitudes se organicen, dejando de delegar su propia seguridad en los verdaderos criminales.


Importantes sectores del pueblo han demostrado que se pueden organizar a si mismos sin necesidad de elementos enajenantes. De hecho, los métodos de auto-defensa y de justicia popular han demostrado en muchos casos ser mucho más efectivos que los del Estado "democrático" mafioso. ¿Cuántas veces los vecinos descubrieron y señalaron a los asesinos y violadores, y la policía en vez de detenerlos, los protegió? ¿Cuántas veces las multitudes escracharon a los genocidas y represores (tanto los de la dictadura como los de la "democracia") y el Estado, en vez de enjuiciarlos y castigarlos, les brindó un muy generoso cordón policial? ¿Cuántas veces la gente se levantó contra la corrupción de los políticos, y los jueces, en vez de meterlos presos, salieron a defender la "constitucionalidad", el "estado de derecho" y "las instituciones republicanas y democráticas"?


Las asambleas populares han demostrado en ese sentido su enorme utilidad. Es cuestión de que las multitudes puedan romper con la pasividad y la cultura de la delegación y tomen en sus propias manos la solución de los problemas sociales, incluyendo el de "la inseguridad", pero sobre todo, el de la mafia estatal, el del hambre, la desocupación y la exclusión, el de la explotación laboral, el de la salud y educación, el de la vivienda, el de la contaminación ambiental (que, además de ser problemas en sí mismos, son -al combinarse- los causantes de las situaciones de violencia)... y tantos otros que la burguesía generó y es completamente incapaz de solucionar.