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domingo, mayo 18, 2008

Marxismo vs. Anarquismo (parte 1)

Las diferencias entre la corriente marxista y la anarquista son, en su esencia, las diferencias entre una visión materialista, de pretensión científica, y una visión idealista.

La teoría marxista se basa, ante todo, en el análisis de las características materiales de la sociedad. Es el resultado del estudio sistemático de la historia, de la reflexión sobre la dinámica que adquirió la lucha entre las clases sociales en todas sus fases.

En cambio, ya para empezar no se podría hablar de “teoría” anarquista, porque sus principios nunca fueron formulados como un conjunto de enunciados constatables. Al contrario, es más bien la expresión de un conjunto de deseos y anhelos, variables de una persona a otra, sin sistematicidad y sin dimensión empírica. Mientras la corriente marxista se basa en un cuerpo teórico, la corriente anarquista se basa en valores y principios individuales.

La corriente marxista toma como punto de partida el análisis del sentido de la evolución histórica. Ese sentido es el del desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, de la capacidad de la humanidad para moldear su entorno, dominar las fuerzas de la naturaleza, proyectar su deseo en forma de materia. Considera que este desarrollo es inevitable, porque es el que garantiza que la humanidad viva cada vez con más comodidades y placeres, con menos esfuerzo y sufrimiento. Lo único que traba al desarrollo de las fuerzas productivas es una determinada forma de organizar socialmente la producción, o sea, un modo de producción obsoleto, que ya no se corresponde con el nivel alcanzado por las fuerzas de producción.

Pero las fuerzas productivas no se contienen a sí mismas ante un modo de producción obsoleto, sino que chocan contra él con toda su potencia. Esto hace temblar toda la estructura de la sociedad, la resquebraja y hace emerger con enorme violencia las contradicciones esenciales entre los intereses de las diferentes clases y capas sociales. El impacto de estas, al igual que el choque entre las placas tectónicas, tiene como resultado la transformación de todo lo que sobre ellas se sustenta, la reconfiguración de todas las relaciones productivas, de las instituciones, de las formas de ver el mundo. Sobre esta base material es que la corriente marxista desarrolla sus análisis y su intervención práctica, para conseguir que el desarrollo de las contradicciones que ya están presentes en el interior de la sociedad desemboque en el establecimiento de las relaciones socialistas-comunistas a escala mundial, y en el marco del más alto desarrollo de las fuerzas productivas, de la ciencia y la tecnología.

En cambio, la corriente anarquista no toma ningún punto de partida histórico. Postula las características de una sociedad ideal, que no tiene lugar ni tiempo concreto. En ese sentido es la heredera de las corrientes utópicas, es decir, de las fantasías surgidas hace siglos como reflejo de la aspiración de las clases oprimidas pre-capitalistas a una vida mejor, en un marco en el que el escaso desarrollo de las fuerzas productivas hacía imposible el surgimiento de un proyecto emancipador serio. Mientras la corriente marxista es producto de la existencia de la industria y la ciencia moderna, la corriente anarquista es resultado de condiciones primitivas de existencia, del pequeño campesino y el artesano. Esto no quiere decir que el anarquismo no haya hecho pie en la clase obrera moderna (por el contrario, llego a influenciar a millones de trabajadores a fines del siglo XIX y principios del XX, sobre todo en España y los países de América Latina, en los que llegó a ser corriente hegemónica). Lo que sí quiere decir es que sus postulados no permiten responder a los problemas concretos que presenta la lucha de clases moderna: ante el menor desafío de las circunstancias, el anarquismo siempre terminó actuando o bien como furgón de cola de alguna corriente burguesa, o bien abriéndole el camino a la reacción burguesa gracias a la desorganización, las pretensiones fantasiosas y la ingenuidad política (o mejor dicho, la gran ingenuidad que es el a-politicismo).

El idealismo anarquista impide ver las condiciones materiales concretas en las que se desenvuelve toda lucha. Desprecia totalmente la importancia del desarrollo de las fuerzas productivas: es lo mismo el “comunismo primitivo”, las comunidades indígenas americanas y las pequeñas cooperativas que la gran industria altamente tecnificada y la organización del trabajo a escala mundial. Inclusive hay algunas corrientes del anarquismo que se oponen a la existencia misma de la industria moderna. En este sentido, tiene algo de religioso y de reaccionario: pretende volver a unas idílicas condiciones pasadas de existencia, a una edad dorada que fue dejada atrás por el paso del tiempo. Una variante “new age” del anarquismo, el autonomismo, pretende construir esa sociedad primitiva inclusive en coexistencia con el mundo capitalista actual, a través de la creación de redes cooperativas, etc. Como si la pequeña industria artesanal tuviera alguna ínfima posibilidad de competir con la gran industria capitalista sin caer en la ruina o tener que asociarse con algún empresario. La mitología de las cooperativas, además de ser totalmente irreal, significa en el mejor de los casos una socialización de la escasez, de la miseria, en definitiva: la generalización de la auto-explotación. La corriente marxista genuina no lucha por la creación de cooperativas, sino por la nacionalización bajo control obrero de lo más avanzado en la producción. En todo caso, puede ser necesaria en ciertas condiciones la creación de cooperativas para garantizar la subsistencia material de un grupo de personas (en caso de desocupación generalizada, por ejemplo), pero de ninguna manera debe volverse un objetivo en sí mismo.

El desprecio de las condiciones materiales de existencia por parte del anarquismo se observa también en su concepción de la defensa militar frente a la reacción contrarrevolucionaria y la invasión de las potencias imperialistas. Supone que es posible organizar una resistencia seria sin necesidad de industria avanzada y de una organización económica y militar centralizada y bien planificada a escala nacional. En ese aspecto, el anarquismo coincide con el socialismo nacionalista (por ejemplo, el estalinismo) en el sentido de que considera que no sólo es posible el socialismo en un solo país, sino inclusive en una sola provincia y hasta en una sola comunidad. Sus variantes individualistas “new age” prácticamente llegan al punto de plantear la posibilidad del socialismo en una sola maceta.

No hace falta citar el caso de la resistencia indígena americana frente a la conquista europea para demostrar que es imposible ofrecerle un desafío serio a un enemigo que posee fuerzas productivas mucho más desarrolladas y una organización centralizada.

La corriente marxista, por el contrario, entiende que el único triunfo sostenible y deseable frente a la reacción burguesa, es la victoria de la revolución proletaria mundial, especialmente en el interior de las potencias imperialistas (EEUU, Europa, Japón, etc.). Tiene muy en claro que ningún triunfo en un pequeño territorio con escaso desarrollo es sostenible por largo tiempo. Para que Cuba pudiese sostenerse frente al imperialismo, fue necesario un largo período de subsidios por parte de de la Unión Soviética.

Si la URSS pudo sostenerse apenas triunfó la revolución de Octubre, fue precisamente porque contaba con: un territorio extenso, una gran cantidad de población, cierto grado desarrollo industrial moderno, y en especial, una organización centralizada de la economía y la defensa militar: el Estado obrero, orientado a su vez por un partido marxista revolucionario, el partido bolchevique. No hubiera sido posible resistir la invasión de 14 ejércitos imperialistas y la reacción de los guardias blancos, soportar las hambrunas y la crudeza del invierno ruso sin la utilización racional y optimizada de todos los recursos económicos y humanos disponibles. Y no es posible esa planificación sin garantizar la centralización del poder político en manos de la clase obrera, el monopolio de la fuerza por parte del ejército rojo proletario y la nacionalización de la industria bajo control obrero.

Es en ese sentido que la corriente marxista defiende la necesidad de un Estado Obrero en la transición hacia el socialismo-comunismo, es decir, un Estado que sea el proletariado organizado como clase dominante, hasta tanto la revolución proletaria termine de destruir los últimos bastiones de la reacción burguesa y no haya más necesidad de un aparato represivo. En ese caso, el Estado obrero simplemente se extinguiría en tanto fuerza de dominación del proletariado sobre la burguesía, porque ya no existiría burguesía a la cual dominar, y los obreros ya no serían proletarios sino integrantes igualitarios de una sociedad sin clases. En la medida en que se desarrollen las fuerzas productivas y se garanticen las condiciones materiales e intelectuales de existencia para todos los individuos, aún la más mínima coerción perdería la razón de ser y dejaría de existir, porque ya no habría a quién vigilar y castigar. Solo continuaría existiendo un aparato (formado por funcionarios sometidos a mandato popular y revocables) de administración y gestión económica, íntimamente ligada a los comités de control obrero en cada rama de la producción.

Pero mientras la lucha contra la reacción burguesa aún no haya acabado, negarse a ejercer cierto grado de represión y de limitación de las libertades (el mínimo indispensable para el triunfo de la guerra revolucionaria y el aplastamiento de toda posibilidad de reacción), es negarse a tener posibilidades reales de victoria contra un enemigo que a nivel mundial es infinitamente más poderoso, precisamente por ser propietario de todas las fuerzas productivas avanzadas de la humanidad. A ese mínimo indispensable de represión y limitación de las libertades es al que la corriente marxista denomina dictadura del proletariado, etapa que termina con el triunfo definitivo de la revolución proletaria mundial. El grado de represión y centralización aplicado en cada situación depende de las condiciones concretas de la lucha de clases en cada momento y lugar. Todo lo contrario a lo que plantea la corriente anarquista, que antepone el ideal abstracto de “libertad”, “libre asociación”, “federalismo”, etc. a las necesidades concretas de cada situación concreta.

(Continuará…)