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martes, agosto 07, 2007

Sobre la supuesta “posmodernidad”

1) La sociedad en la que vivimos es una sociedad de clases, dominada por la burguesía. Todos los aspectos de la vida social están teñidos por esa dominación, nada está ni puede estar aislado ni por encima de las modernas relaciones de clases, del modo de producción y circulación.

2) La dominación burguesa no está enemistada solamente con los trabajadores asalariados a los que explota y con los desocupados a los que excluye y sumerge en la miseria, sino también con la especie humana y con los seres vivos en su totalidad. Las guerras que provoca, la depredación y contaminación del medio ambiente son tal vez las razones más obvias y generales para derrocarla, pero no son las únicas. El desarrollo de la burguesía y de las formas de producción-circulación a las que está asociada lleva cada vez más a la degradación de muchos aspectos de la vida, en especial de los lúdico-creativos, es decir, aquellos ligados a la sencilla búsqueda del placer, de la felicidad, de la satisfacción. Hoy en día todas esas palabras se asocian con banalidades: ese es justamente el producto de la dominación burguesa. La exploración de formas de vida, de relacionarse con las personas y de divertirse, la filosofía y el arte, entre otras, quedaron sepultadas por el reino de la mercancía, que para todas las necesidades ofrece pseudo soluciones prefabricadas que cada vez satisfacen menos. “El valor de cambio desplaza cada vez más al valor de uso, la cantidad a la calidad”, decían los situacionistas. A las largas jornadas laborales, bajos salarios, desempleo, guerras y contaminación se le agregan también el aburrimiento crónico, la repetición mecánica de actitudes y gestos, el vaciamiento de todo posible contenido profundo de la vida.

3) Aunque todos los sectores sociales tienen sobradas razones para derrocar a la dominación de la burguesía, el único que puede encabezar ese proceso es el proletariado, porque es el único que tiende a enfrentarse cotidianamente con la burguesía en sus lugares de trabajo, a unificarse alrededor de un interés común, gracias a su concentración, a su necesidad de vender regularmente su fuerza de trabajo, etc.

Esto además ha sido demostrado por la historia: las mayores sacudidas que sufrió la sociedad de clases fueron encabezadas por el proletariado. Inclusive este ha llegado, en la Rusia de 1917, a derrotar al aparato estatal burgués y ensayar, aunque en condiciones muy adversas, la transición al socialismo, que fue rápidamente abortada.

Es cierto que en ese y muchos otros casos también jugaron un rol importante los campesinos, pero en aquellos en los que el proletariado no estuvo al frente de ellos, su energía revolucionaria fue absorbida por los nacionalismos burgueses, o dispersada y derrotada, o usada como trampolín para la formación directa de una capa burocrática.

En el proletariado, por lo tanto, se concentran todos los intereses revolucionarios de la sociedad. Todas las medidas que la burguesía no quiere/puede tomar, todos los aspectos de la vida que se ven oprimidos por su dominación, se vuelven banderas revolucionarias que sólo pueden encontrar su realización en manos del proletariado. Toda subversión al orden establecido debe por lo tanto buscar su curso hacia el proletariado o ser derrotada en el aislamiento.

4) Pero ¿qué es exactamente el proletariado? Este es un tema que siempre generó y sigue generando debates. Se perfilan generalmente dos criterios: el llamado "clase en sí" y el de "clase para sí". "Clase en sí" es el proletariado definido según las relaciones de producción-circulación en las que está inserto, y según el modo de vida que lleva a cabo cotidianamente. "Clase para sí" es el proletariado como movimiento, su práctica política, su existencia como fuerza social contraria a la burguesía.

Un criterio puro de "clase en sí" genera infinitas controversias: ¿son proletarios el policía y el supervisor que vigilan y reprimen a los trabajadores? ¿es proletario un ingeniero con elevado salario, status social y formación universitaria? Al mismo tiempo, un criterio puro de "clase para sí" requiere aunque sea de un mínimo esbozo de la "clase en sí" que unifique una diversidad de expresiones políticas heterogéneas.

No tiene sentido por lo tanto buscar una definición exacta y precisa de "proletariado" cuyos límites sean claramente observables, porque no existe tal cosa. Sin embargo, es evidente que existen miles de millones de personas desposeídas de todo poder sobre sus propias vidas y que se ven oprimidas por la dominación burguesa, y que en muchos casos son llevadas por ella a luchar de forma velada o abierta, dispersa o unificada, confusa o clara, caótica u organizada, para poder mejorar sus condiciones de vida. Se necesitará entonces un concepto abstracto de proletariado que permita analizar la realidad social. En última instancia, se puede afirmar tentativamente que "proletariado", como criterio de análisis de la clase "en sí", es todo lo que no sea claramente burguesía y que no juegue para ella (o sea, que no reprima, vigile, despida, etc.), que no posea medios de producción-circulación y que no tenga una posición social acomodada, en especial en cuanto a su status cultural, y que tendrá especial sentido cuando se exprese políticamente en movimientos antagónicos, especialmente si estos rechazan la dominación burguesa y se sienten a sí mismos continuadores de la experiencia histórica revolucionaria del proletariado.

5) Como ya se mencionó en otros artículos, la segunda guerra mundial (1939) liquidó a los últimos bastiones del viejo movimiento obrero confrontativo (trotskismo, anarquismo, etc.) y dio pie, junto al surgimiento de la sociedad de consumo-espectáculo y al enorme crecimiento de la mano de obra empleada en el sector de los servicios, a que se comenzara a hablar de una supuesta "desaparición del proletariado", "fin de la lucha de clases", etc. Estas hipótesis fueron rápidamente desmentidas por el surgimiento en todo el mundo de un nuevo movimiento obrero confrontativo, que ya no poseía grandes partidos ni sindicatos, pero que se expresaba de diferentes maneras: a través de asambleas de base, cuerpos de delegados, comisiones internas, comités de acción, agrupaciones de oposición sindical, sindicatos clasistas, coordinadoras fabriles, presionando desde las bases de los sindicatos conciliadores, etc. Este nuevo movimiento, conocido por sus llamadas "huelgas salvajes", ocupaciones de lugares de trabajo, oposición activa a las burocracias sindicales, enfrentamientos habituales con la policía, etc. llegó a uno de sus puntos cúlmines en el mayo francés de 1968.

Ese hecho, que puso de manifiesto que el proletariado no sólo seguía existiendo sino que también seguía siendo capaz de paralizar la sociedad y amenazar a la dominación burguesa, fue por esa razón uno de los más distorsionados y ocultados por ella. Las usinas ideológicas de la burguesía se encargaron entonces de convertir a las ingenuas teorías de desaparición del proletariado en un arma contra el nuevo movimiento obrero confrontativo. El desarrollo de la informática, la caída de la URSS y la globalización generalizaron estas posturas en sus variantes posmodernas, autonomistas, etc., que pese a ser funcionales a la dominación, fueron y siguen siendo tomadas por sectores en lucha como arma contra la propia burguesía, dándole un sentido confrontativo y mucho más corrosivo.

6) Con la caída de la URSS, no cayó la idea de la revolución proletaria, sino el reflujo de ella en manos de una capa social burocrática. No cayó la propiedad común de los medios de producción, sino su administración por parte de la burocracia. No cayó la economía planificada sino la planificación burocrática. La burocratización no fue producto de la propuesta de una economía de abundancia, sino de las condiciones de atraso en las que se llevó a cabo. No fue producto de la extensión mundial de la revolución sino de su derrota y aislamiento. No fue producto del protagonismo creativo de las multitudes sino de su desprecio. No fue producto de la existencia de un partido obrero revolucionario, sino de la concepción errada acerca de él y de su relación con la clase. No cayó la alternativa a la sociedad mercantil, sino el intento de producir mercancías sin propiedad privada, libre mercado y libre contratación-despido. No cayó la revolución internacional del proletariado con sus propios métodos, sino la guerra fría y las carreras armamentísticas al estilo burgués, el fantasma del holocausto nuclear. Cayó, sí, el oscurantismo y aislacionismo, la cortina de hierro y los muros de Berlín, la represión a las libertades más básicas que hasta la propia burguesía permite (no por ser más generosa, sino porque a diferencia de la capa burocrática, ya tiene garantizados jurídicamente sus privilegios, por lo cual no necesita recurrir al terrorismo estatal sino solo cuando se ve realmente amenazada, como demostró con el fascismo y las dictaduras latinoamericanas de los setenta). En última instancia, ni siquiera “cayó” la dominación burocrática: fue, por un lado, derribada por los alemanes segregados y abandonada a su suerte por el proletariado “soviético”, y por otro lado, reconvertida en dominación burguesa-mafiosa por la misma capa burocrática y con el apoyo activo de la burguesía occidental. La restauración china significó exactamente lo mismo. Es muy probable que en un futuro próximo comience una restauración capitalista en Cuba, que además de ser similar a los casos anteriores, debe agregarse el plus de ser una pequeña isla sin recursos naturales y de estar a unos pocos kilómetros de la mayor potencia capitalista mundial.

7) Los estados de bienestar de los países latinoamericanos tampoco “cayeron” sino que fueron desmantelados por las propias burguesías mediante dictaduras militares. Tanto en estos países como en las potencias capitalistas, el trabajo fue continuado en “democracia” por los gobiernos neoliberales, ante un movimiento popular y proletario totalmente desanimado, fragmentado, desorientado Sin embargo, es cierto que en muchos casos la economía estatal se había demostrado ineficiente para producir mercancías: padecía de los mismos vicios burocráticos que la URSS, no contaba con las anteriormente mencionadas tres condiciones para maximizar la producción mercantil (propiedad privada de los medios de producción, libre mercado, libre contratación-despido). De esta forma, la ineficiencia y corrupción burocrática se combina con la falta de medios legales para combatir la (muy poco estudiada y mal comprendida) tendencia del hombre moderno a rechazar el esfuerzo y más aún el esfuerzo alienado: de esta manera, el carácter de las burocracias y del hombre moderno se conjugan en las economías estatales contra la producción mercantil, y al no poder éstas competir contra ella en su propio terreno, y al no quedar este superado por una revolución proletaria, se ven obligadas a abrirle el paso al neoliberalismo, la forma más pura y dura de capitalismo, el reino inmaculado de la mercancía. Sin embargo, éste último le plantea a su vez dos grandes problemas a la misma burguesía: por un lado, la exclusión de la masa de seres humanos que no pueden/quieren aportar a la producción mercantil, y que por lo tanto se vuelven un caldo de cultivo para el crimen, la violencia social y la lucha de clases, por otro lado, el establecimiento de la dominación de los especuladores financieros, que hace peligrar constantemente a las mismas relaciones de producción-circulación capitalistas, como quedó claramente demostrado con el crack de la bolsa de valores estadounidense del ’29, y como está demostrando nuevamente con la crisis del negocio inmobiliario-hipotecario. Por esta razón, las mismas burguesías tienden a aligerar el neoliberalismo con un componente de intervención estatal suave: los “neodesarrollismos”, como gusta de llamarlos la prensa burguesa. Esto, obviamente, bajo presión del movimiento popular y proletario, y con la oposición de las fracciones burguesas más cortoplacistas y por lo tanto autodestructivas.

8) A toda esta ensalada de cambios sociales le corresponde también una ensalada de formas de conciencia de las multitudes. La cosmovisión política de las personas modernas tiende a mezclar de formas más o menos superficiales y obviamente contradictorias fragmentos de diversas ideologías burguesas o funcionales a la burguesía, desde las más actuales hasta las más antiguas (inclusive llegando a abarcar también ideologías alienadas pre-capitalistas de tinte tradicionalista y religioso). Entre estas ideologías mezcladas y hasta "remixadas" se pueden citar: el posmodernismo, el autonomismo-pacifismo-hippismo, el keynesianismo y neodesarrollismo, el liberal-progresismo-iluminismo, el legalismo, el nacionalismo conciliador, etc.

Esta ideología predispone negativamente a las multitudes ante la lucha de clases y las organizaciones que la reivindican. Sin embargo, ante la descomposición de todas las alternativas no revolucionarias al régimen imperante, dichas organizaciones son las únicas en las que sigue existiendo una militancia real y constante, más allá de aquellos grupos que quedaron enganchados a los proyectos neodesarrollistas burgueses y que cada vez se parecen más a una parodia tragicómica y menos a proyectos reales. Por esta razón, la mayoría de las personas que poseen un interés político activo y una visión coherente, seria y profunda sobre la situación, adquieren todo ello en el seno o en la cercanía de esas organizaciones que reivindican la lucha de clases. Aquel que no tenga ningún contacto con ellas, difícilmente vaya a desarrollar algun grado de interés político y menos aún de coherencia y capacidad explicativa. Las paranoias burguesas de que el Partido Obrero y Quebracho están atrás de todos los disturbios de clases, reflejan en el fondo esta misma situación: las únicas agrupaciones presentes masivamente en las calles son las de la lucha de clases, porque todas las otras no tienen los elementos necesarios para explicar la realidad social ni mucho menos de proponer alternativas que resistan el menor análisis. “Política” hoy en día solo puede significar dos cosas: corrupción o revolución.

9) Ya decía Gramsci, en 1920, que la lucha de clases se jugaba además de en las calles, en un terreno hasta el momento descuidado: el de la cosmovisión, la cultura. Para derrocar a la moderna dominación burguesa, sobre todo en los países democráticos, es necesario dar una guerra de trincheras contra su ideología. Lamentablemente, la mayor parte de las organizaciones de la lucha de clases no han seguido su ejemplo, y siguen dedicando la mayor parte de sus prensas a las noticias gremiales y electorales. Los artículos dedicados al análisis histórico y coyuntural, además de ser una minoría, suelen ser bastante superficiales e inconexos. Este blog pretende aportar su granito de arena para superar dicha falencia. Desarrollar una cosmovisión contrahegemónica, revolucionaria, coherente, profunda, seria, reflexiva, crítica y autocrítica, es el horizonte hacia el cual busca avanzar con cada artículo.